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Jesús contempló en silencio la amplia espalda de Daryl, su figura recortada con la luz que entraba por las ventanas, mientras preparaba su maleta para marcharse a la siguiente mañana, un mar de pensamientos le revoloteaban en la cabeza, pensaba, principalmente, en lo que había sucedido el día anterior. Mientras permanecía recostado en los pastos descansando la mirada observando el cielo, Maggie había llegado a su lado y, de la nada, sentándose junto a él, le dijo, Te gusta Daryl, ¿cierto? La declaración, que fue una afirmación más que una interrogante, tomó por sorpresa a Jesús, no lo había pensado, la idea de sentir algo por Daryl más allá de la amistad no se le había cruzado por la cabeza.

–¿En qué piensas? –preguntó el mayor al notar su aire ausente.

–En nosotros.

–¿Qué hay que pensar de nosotros?

A Paul también le habría gustado saber qué había que pensar, ¿se podía pensar algo al respecto? Daryl no sentía gusto por las mujeres, ni por los hombres, ni por nada, pero eso era apenas menos que una apatía útil para protegerse y proteger a los suyos, lo mismo y la inversa que Rovia interesándose por todos y queriéndolos a todos sin mostrar nada especial por nadie; he ahí uno de sus miles de problemas con Alexis.

Se había dado cuenta que le había coqueteado al pelinegro una decena de veces y le divertía que Daryl no se diera por aludido, de manera que lo tomó más bien como un juego. Hasta que llegó Maggie y lo hizo serio, puso la carta sobre la mesa y ahora Rovia no podía sacárselo de la cabeza, no quería, no debía, pronto las cosas se pondrían realmente feas con Negan. "No sabemos cuándo será nuestro último día. Alejandría estará en guerra y probablemente muchos de ellos..."

Por la tarde, Rovia todavía pensaba en lo mismo, sentado en el toldo de su techo mirando a la distancia al arquero recostado bajo un carro reparándole algo para la marcha del día siguiente, mientras Maggie supervisaba las cargas de víveres que les mandaría. Y continuó pensándolo mientras montaba guardia sobre la muralla. Al terminar su turno, mientras bajaba las escaleras dejando en su sitio a Andy, vio a Dixon ir a una de las pequeñas duchas improvisadas en cuartos de madera. La mansión tenía un par de retretes y cuatro duchas, para ciento treinta y seis personas era demasiado poco, por eso habían levantado duchas sencillas donde se calentaba agua en tambos de metal y la gente se podía bañar con regularidad sin tener que pedir permiso a Gregory.

Fue tras de él.

–Daryl –lo llamó entrando al cubículo.

El moreno se estaba desvistiendo, lo miró un instante y siguió con lo suyo. Los ojos ávidos y azules recorrieron su cuerpo causando un calor que le recorrió entero.

La espalda amplia, las piernas anchas, los brazos fuertes, el vello. Bajó la mirada cuando el moreno se quitó las bragas, contempló el redondo y velludo trasero e hizo un esfuerzo mayor para no mirar el miembro. Era ridículo, también había visto a Rick desnudo y no se puso como colegiala, aun así, se descubrió recordándole al mayor que a él le gustaban los hombres... y al moreno no pareció importarle, igual se habría desvestido delante de una mujer, aunque supiera que a ella le gustaban los hombres, que le gustara a alguien un hombre no significaba que les gustara él. Jesús entendió y quiso decirle que esa no era su situación, pero no se atrevió.

–¿Y qué pasa si a esa persona le gustas sin que lo sepas tú?

–Sería la persona con peores gustos en el mundo.

–Le gustaste a Carol, según sé.

–Nah. Sólo estaba desesperada por un hombre cuando enviudó y creía que necesitaba uno para sobrevivir. Ahora sabe que puede sola.

La Guerra Por El EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora