14; PROFUNDO

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Era noche cerrada, la tormenta del día había terminado una hora atrás. Negan permanecía de pie mirando por su balcón hacia las chacras improvisadas detrás del Santuario.

Se suponía que para mediados de octubre tendría listo su ejército, algo más de ocho miembros por base y en menos de once semanas debería haber formado el más bestial de los ejércitos, ciento sesenta cabezas de Salvadores armados que harían que Rick y el resto de los rebeldes se mearan encima apenas aparecer.

-Y tenemos la mitad -masculló para sí mismo-, ¿dónde mierda están todos los demás?

-Probablemente la tormenta los atascó -comentó Eugine.

Quizá se habían escapado, pensó Negan, y se juró que al final de aquello habría muchos muertos, de Rick, sí, pero también muchos Salvadores quejicas iban a morir a batazos, iba a destrozarles las cabezas.

Cogió su radio y sintonizó a todos sus comandantes, Dwight, Luc, Hans, Ge, Isaac, Nathaly; alguno de ellos tendría que saber qué diablos estaba saliendo mal. Pero apenas hacer la pregunta, mientras esperaba que alguno tuviera los huevos para responder, hubo otra voz, una que ya conocía y que intervino la línea como si del diablo hablando se tratara.

-Yo te voy a decir qué salió mal -dijo la lejana voz de Rick.

Silencio.

-Te lo dije, Negan, te lo advertí... Tú ya estás muerto.

Negan arrojó la radio de lado estrellándola contra la pared, bramando de ira, luego, de pronto, acariciando a Lucille, echó a reír. Había supuesto que mientras él y los suyos se preparaban para la guerra, Rick estaría haciendo lo mismo, y con eso Negan ya tenía la guerra ganada, porque ni siquiera su alianza con la viuda y los granjeros de Hilltop, ni esas altas murallas, servirían de nada contra su ejército, contra sus armas y sus carros, ¡Oh, no, claro que no!, había confiado en que Rick planearía una batalla, alguna posición estratégica, reforzaría sus muros y luego se sentaría a esperar a que Negan apareciera para la gran batalla final.

-Pero no, muchachos, el muy cabrón jugó sus cartas, sus últimas cartas -dijo cuarenta minutos más tarde entrando al salón de juntas donde ya estaban todos sus comandantes.

Había creído que Rick no haría nada, pero ya saben lo que dicen, No hacer nada es hacer mucho.

Toda esa gente que no había llegado ni iba a llegar era culpa de Rick, comprendió, y sus armas, y sus carros, y sus provisiones, el muy cabrón de las había quedado. Ahora tenía sólo la mitad de todo lo que había planeado, mitad de armas, de soldados, lo único que tenía el doble eran las ganas de matar a Rick.

-Y Daryl -sonrió mordaz, lunático. Quería a Daryl de vuelta, lo metería en el agujero y le haría todo lo que no le había hecho antes, lo haría desear morir y luego suplicarle... Quería a Daryl de vuelta incluso con más desesperación que matar a Rick, de hecho, quería quitárselo a Rick y hacerlo sufrir mandándole cachos de Daryl cada día de San Valentín; los tatuajes se los arrancaría con la navaja y se haría un cuaderno con ellos.

Los comandantes sentados a la mesa guardaron silencio esperando que saliera por sí mismo de su delirio febril. La locura de Negan era un pozo demasiado profundo donde nadie se atrevía siquiera a tratar de mirar. Por fin, poco a poco, pareció recuperar la calma, su gesto perdió el brillo de la sonrisa y se oscureció.

-Ese imbécil cree que puede pelear a la par de mí -dijo tras una pausa-, bien, pues vamos a demostrarle que no necesitamos ni todas las armas ni todos los soldados. Tenemos la mayor de las armas y a los mejores de los soldados dispuestos a ser usados...

Silencio.

Miró a Dwight y le preguntó cuántas armas tenían registradas en esos momentos, el hombre de la cara quemada improvisó un número, 200 rifles, 100 pistolas, 40 metrallas, 6 lanzagranadas, algunas ballestas, arcos, flechas, lanzas, espadas y ocho cajas de dinamita.

-Bien, amigos míos, éste es el nuevo plan...

Contaminarían cada arma, cada flecha, espada, lanza, cada bala, con las entrañas y sangre de los caminantes, así harían letal hasta el más mínimo de los rasguños. Todos los que fueran heridos con sólo un rasguño morirían infectados, bastaría una maldita cortada de una estúpida navaja para matar a Rick. Sonrió y miró a sus comandantes, quienes asintieron sin atreverse a decir nada más.

***

Rick apagó la radio y echó una última mirada al oscuro paisaje que se extendía en las lejanías.

-Ahora sí presioné, vendrá, y lo estaremos esperando -comentó.

El arquero, de pie a su lado haciendo guardia en la muralla, asintió.

La Guerra Por El EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora