9; DE SUSURROS Y GRITOS

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Daryl llevó la camioneta hasta la entrada y tocó el claxon para que le abrieran. No tenía la más remota idea de qué se le había metido en la cabeza a Paul, pero aquella mañana, como todas, al despertar, Rovia no estaba en la cama ni en la casa, pero no sólo eso, no estaba en Hilltop. Preguntó por él a un par de personas, Maggie y Bertie, que hiciera guardia esa mañana; la primera le dijo que debía haber salido, harto de quedarse en la colonia, era normal de su parte que un día simplemente se largara y volvería en un par de días. Bertie le confirmó que había salido a caballo alrededor de las cinco de la mañana, pero dejó una nota "para cuando Dixon fuera a preguntar por él". No era una nota, sino un mapa, la indicación de un camino marcado en tinta azul y un punto señalado en específico. Así que salió tras de él; Enid, en la puerta, fue la encargada de saber que saldría y volvería en la noche o por la mañana, por si alguien preguntaba.

-No te alejes mucho, puede que haya Salvadores cerca.

El moreno asintió y salió conduciendo con calma.

Media hora más tarde o algo así, abandonó la carretera sobre un campo que descendía por una suave barranca, la camioneta 4 x 4 no tuvo problemas en la bajada y la dejó estacionada en algún sitio apartado de la vista desde la carretera; se echó el rifle al hombro y desde allí siguió caminando un par de kilómetros al norte por donde indicaba el mapa. Finalmente distinguió a Paul, recostado sobre el toldo de un camión volcado, su cabeza echada atrás y la larga cabellera colgando, parecía dormido, pero abrió los ojos al escuchar sus pasos. Le sonrió y se incorporó.

-¿Qué rayos? -preguntó trepando a su lado.

-El paraíso de los no muertos -respondió Paul.

A menos de tres millas de la colonia, al norte y dejando atrás un pueblo abandonado, saliendo de la carretera, el camión se había volteado a orillas de un acantilado pronunciando donde, allá abajo, docenas de caminantes permanecían encerrados en lo que parecía un enorme agujero cerrado en un borde por otro camión que parecía haberse caído al derrumbarse la carretera, a diferencia de en Alexandria, aquellos estaban encerrados y nada corría el riesgo de dejarlos escapar.

Mover el camión habría necesitado un par de grúas y las paredes del acantilado se levantaban por lo menos cuatro metros hacia todos lados.

Mirando con cautela, el moreno vio que había habido un campamento allí, quizá la camioneta fue puesta para resguardar a los entonces vivos y, a la larga, se convirtió también en la losa sobre la tumba, encerrados sin agua y sin comida y sin nada, imaginó que, como Hershiell, esa gente había creído que era una enfermedad y aguantarían hasta que la "cuarentena" se diera de alta; el lío había empezado ya dos años atrás, por supuesto que no habían resistido tanto.

Se sentó junto a Jesús y se quedó mirando el sitio.

El silencio se alargaba por todos lados, lo único que se escuchaban eran los susurros de gruñidos que emitían los caminantes y a veces el sonido del viento en los árboles. Era un sitio relajante. A Paul le gustaba ir allí para calmarse, pasar un rato cuando se hartaba de estar encerrado, pero tampoco tenía a dónde más ir.

-Nunca fui campirano, amaba la ciudad, Hilltop me frustra porque está hecho todo de granjas y granjeros -comentó Jesús-, esto es lo más cercano que queda a la ciudad, un montón de idiotas moviéndose a lo tonto en un sitio apretado donde apenas caben.

-Prefiero el campo-, el castaño se dijo por quién sabe qué vez que en verdad Dixon y él eran polos opuestos.

-Lo sé.

Se quedaron un momento mirando en silencio a los caminantes. Daryl se volvió hacia Rovia y le pasó un brazo por los hombros.

Paul se recargó en él.

-Podemos quedarnos aquí esta noche, es seguro, la zona de cargas está despejada y tengo un par de cosas para que sirva de resguardo -murmuró Paul-, Negan no hará nada por un largo rato mientras no tenga preparada la guerra a su favor

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-Podemos quedarnos aquí esta noche, es seguro, la zona de cargas está despejada y tengo un par de cosas para que sirva de resguardo -murmuró Paul-, Negan no hará nada por un largo rato mientras no tenga preparada la guerra a su favor.

-Lo sé.

-Estaba pensando en pasarnos mañana por El Reino.

-Bien, quiero ver a Carol, y tal vez puedas convencer al Rey de unírsenos por fin.

-No voy a lograrlo-:elevó la mirada al cielo despejado, nadie podría hacerlo cambiar de parecer salvo... -Llegó la hora de que hables con la mujer, querido.

-Lo sé.

Paul apretó una sonrisa en los labios. Sabía que Daryl habría preferido dejar a Carol fuera de aquello, pero habría que meterla si querían contar con Ezekiel en la guerra; y lo necesitaban. Era hora de que todos se unieran a la guerra.

-Pero eso también esperará hasta mañana -suspiró Paul.

El mayor asintió.

-Les he puesto nombres -cambió de tema, refiriéndose a los caminantes-, y le he inventado unas cuantas historias, ¿quieres oírlas? Aquél es el Señor Nid Al-Barán, está enamorado de ella, Cinthya X, una actriz porno famosa en sus tierras, pero ella es de otra religión y, de hecho, está interesada en Pablo Mendel, el que tiene la mitad de la cara derretida... -los caminantes carecían de carácter y se ignoraban entre ellos, pero la mente inquieta de Paul podía inventarse novelas de la nada.

Daryl pensó que era demasiada pérdida de tiempo de su parte, pero no dijo nada.

-Pablo Mendel era un inmigrante Latinoamericano, su esposa y sus hijos se quedaron en su patria y él vino aquí para convertirse en caminante, un pésimo trabajo, si me lo preguntas, pero estaba de moda y parecía requerido...

-Vaya mierda, sí, esos son los que se murieron, todos esos.

-Ha estado trabajando de caminante poco más de un año.

El moreno sacó su último cigarrillo y lo fumó con calma escuchando el resto de estupideces que Paul parecía tener para contar.

La Guerra Por El EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora