10; CUESTIÓN DE VIDA Y MUERTE

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Aaron, de pie en el techo de su casa rodante, miró hacia la plaza. No muy lejos, Eric ayudaba a hacer un memorándum de cada una de las cosas que se tenían y de las cosas que hacían falta, detalle a detalle, porque ese tipo de cosas, aunque parecieran insignificantes, eran cuestión de vida y muerte, no había que ser un guerrero, un soldado, un valiente, la gente como Eric, organizada, detallista, con conocimientos de administración, con entrenamiento en primeros auxilios y con un curso largo sobre las cosas que se necesitaban en sitios de desastre, en zonas de guerra, en momentos de crisis, esa gente era la que salvaba a los guerreros, a los soldados, a los que peleaban por salvar gente; Eric era más importante de lo que quizá él mismo y los otros pensaban; Rick no, él entendió en la última junta que Eric era el único capacitado para ver en el nuevo lío con la guerra tocando a la puerta, el orden que se requería.

Aaron cerró los ojos y pensó. Recordó...

...su propia historia.

Algo más de cuatro años atrás, Aaron se había enrolado en la UTEN, una organización gubernamental que mandaba recursos, medicamentos y víveres a las zonas más afectadas del mundo, por guerra, por hambre, por enfermedades, por lo que fuera; sin fines de lucro.

Aaron tomó dos cursos intensivos para servir en el UTEN, en calidad de representante, viajaba cuatro o cinco veces al año a lugares lejanos y afectados, desolados y peligrosos, había aprendido a sobrellevar una vida así con tal ayudar, le gustaba. Pensaba en la vida de los demás y no se detuvo nunca a pensar en lo que hacía por su propia vida.

A veces, durante las largas horas de vuelo en los aviones de carga, pasaba escuchando cómo sus camaradas se quejaban de sus divorcios porque nunca estaban en casa y sus esposas o esposos estaban hartos, pasaban los cumpleaños y las fiestas fuera de casa, había niños que apenas conocían a sus padres. Aaron no tenía ese problema, sólo vivía su madre, en Massachussets; a él le gustaban los hombres, nada de matrimonio ni hijos, ni siquiera tenía pareja y así había sido durante un par de años. No tenía tiempo para eso ni quería tenerlo porque habría sido lo mismo, él salía, pasaba días en sitios peligrosos, regresaba, descansaba un mes y se largaba una vez más, no había pensado en parejas ni citas.

Un día, tras el descanso de veinte días luego de volver de una zona de refugiados en Irak, condujo la camioneta hasta Las Bodegas. Magali Zea lo recibió con su mejor sonrisa y lo mandó al almacén para firmar su regreso, que le dieran su nuevo trabajo y todas esas cosas que venían antes de volver a irse.

La jefa, una mujer alta y atractiva que rondaba los treinta, le informó que lo agendaría para dentro de nueve días a Kabul.

-Conflicto bélico de gobierno en resistencia -le dijo como si eso pudiera significarle algo, a él no, pero a los Auxiliares, ellos "sabían" lo que se necesitaba dependiendo de la zona, el lugar, el motivo, y todos los otros factores.

Aaron, acostumbrado, cogió la papeleta y fue al almacén trasero para que le prepararan las cosas que habría de necesitar llegado el momento, en la ventanilla de siempre lo mandaron a buscar a Bill para que éste decidiera lo que se necesitaba.

Buscando a Bill entre la gente que iba y venía, vio a Eric, caminaba de un camión a otro, entre montones de cajas, contando, enlistando, etiquetando, registrando... Notó sus cabellos rojos, sus pecas, su sonrisa traviesa cuando una mujer le dijo algo, y de pronto sus ojos verdes se clavaron en Aaron robándole el aliento. También a él le regaló una sonrisa y luego simplemente se volvió a su trabajo. No pudo dejar de buscarlo con la mirada, una y otra vez, mientras Bill hacía su trabajo luego que Aaron le diera su nueva ruta. Magali lo notó, entretenida, y cuando ya se iba, mientras la mujer apuntaba su salida, le dijo en voz queda, divertida, "También es gay".

La Guerra Por El EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora