Capitulo 1. Pequeño ángel de alas rotas

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Pequeño ángel de alas rotas. Así veía todo el mudo a Mikaela, una joven, dulce e inocente chica del norte londinense, en el pequeño pueblo de Mindest Road. Aquella tarde de Enero del 67 sentía algo diferente en ella. Un frío que recorría su cuerpo le hacia temblar. Las calles también estaban frías, y su corazón congelado. La niebla de la ciudad la envolvió en una especie de manto invisible que la hizo perder el sentido. Nada parecía real,era como vivir en una mentira. La gente pasaba aturdida, a las palomas se les había olvidado volar, y los gatos no volvieron a maullar. El silencio acaparó la ciudad haciéndola mas vulnerable. Era como si alguien quisiera alertar a los habitantes del pueblo de que algo peligroso estaba a punto de suceder. Pero Mikaela no hizo mas caso, y seguía con paso firme hasta su casa, en las afueras de Mindest Road.

La verdad es que a Mikaela no la apetecía mucho volver a su hogar, donde la estarían esperando un padre borracho, una madre que nunca se intereso de ella, y dos hermanos mayores, Anthony y Clear, cuyo objetivo en su vida parecía hacer que la vida de Mikaela fuera un poquito mas triste de lo que ya es. Y lo estaban consiguiendo. Solo le quedaba su gata, Zizu, la única que siempre estaba a su lado. Triste, pero cierto. Aun así llevaba siempre la cabeza bien alta.

Llego a casa, aunque mas que una casa era una pequeña chabola que apenas contaba con un baño, donde los padres dormían en una habitación, y los tres hermanos en la otra apelotonados.

Abrió su madre. Solo la recibió su gata. Su padre estaba tirado en su cama, por supuesto, con la botella vacía a su lado. Aquella escena horrorizaba a Mikaaela. Cenó un vaso de leche fría y se fue a la cama. Quería descansar. Había sido un día muy raro.

Al día siguiente se levanto temprano para ir al colegio, situado en la otra punta del pueblo. El día no había cambiado. El silencio que reinaba sobre las calles era el mismo que el de ayer. Todo seguía pareciendo mentira. Incluso por un momento, Mikaela dudo de ser real. Era como un caos silencioso. Un desorden ordenado. Ya era la segunda vez que Mikaela no sabia distinguir que era verdad y que era falso.

Y, por fin, llego a Salt Lake School. El nombre del colegio se debía al pequeño lago que había detrás de éste. Cruzo las puertas de hierro oxidado que abrían al patio central, y se dirigió al edificio de las chicas. Hoy tocaba clase de historia con la Señorita Bubbers. La verdad es que Mikaela simpatizaba con esta profesora. Aunque era una mujer severa y disciplinada, trataba muy bien a las chicas. Sonó el timbre, y salieron todas las alumnas. Mikaela, como siempre, se sentó en uno de los bancos situados bajo el porche. Y, como siempre, sola. Pero la daba igual. Ademas, ese día sentía que no estaba sola en ese banco. Y no se equivocaba. Algo estaba junto a ella, y , aunque no lo podía ver ni tocar, lo sentía muy cerca. Pensó que eran imaginaciones suyas, así que miro hacia otro lado, como solía hacer ella siempre que se ponía a imaginar en cosas extrañas. No la gustaba soñar. Le daba miedo .Le daba miedo sacar todo lo que llevaba dentro, aunque solo fuera en un sueño. Tenia guardadas cosas dentro de si demasiado fuertes para que volvieran a salir a la luz. No quería sufrir otra vez con el pasado. Bastante estaba sufriendo ahora con el presente.

Ademas sabia que si sus secretos mas hondos se conocieran, al instante estaría muerta. Así que miro hacia otro lado e intento relajarse.

El día siguiente paso igual. De la casa al colegio y del colegio a casa, siempre sola. Así los 365 días al año. Rara vez iba a un pinar situado a varios pasos del centro del pueblo para llorar agusto, porque los ángeles de alas rotas también lloran. Hoy fue uno de esos días en los que fue al pinar. La razón era que su padre,encolerizado por la ira que esas botellas contenían, había perdido la razón otra vez. Había pegado a su madre, así que se fue. La ultima vez que intento ayudar a su madre acabo en un hospital 2 meses, y durante ese tiempo nadie se preocupó por ella, y nadie fue a verla al hospital. El caso es que su padre, antes de darse al alcohol, había sido un buen padre. Pero esa es otra historia.

Ahora Mikaela estaba en el pinar, y por primera vez, aquel lugar le asusto. Y no era para menos. Había vuelto el espantoso silencio de los días anteriores, y la niebla no le dejaba ver dos pasos mas allá.

Por fin, el silencio se quebró. Pero de ayudarla, la inquietaba mas. Aquel viento era extraño. No sonaba a viento. Dudaba de que fuera viento. De repente, el viento hablo : “Mikaela”. Dijo con voz baja, muy baja. Mikaela no daba crédito. Quería morir. Pero lo peor estaba por ocurrir. Salio corriendo despavorida por el miedo y aterrorizada, y ,de repente, ahí estaba, la figura de un hombre que no tenia rostro. No le dio tiempo a ver nada mas, pues se despertó. No era mas que un sueño, o eso creía.

Todo parecía demasiado real para ser un sueño.

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