Capítulo 12. La ley de la cárcel.

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Mikaela y Leah se miraban, aún sin asimilar lo que las estaba ocurriendo. Era como si el tiempo no pasase, como si las horas se hubiesen quedado estancadas en la injusta realidad donde se encontraban en esos momentos. Ya estaban esposadas, y dos policías las llevaban a un coche policial. Si se hubiese comprobado que el asesinato fue en defensa propia, se hubieran librado de su amargo destino, la prisión. Encima James había quedado exento de todo esto. Y para dar más emoción, Mikaela tenía una importante cita con su tío donde la contaría todo lo que sabía de lo que la estaba pasando, a la que por estar entre rejas, no podría acudir. Seguían muchas preguntas sin tener solución, y ahora entraría en la cárcel. Aunque aún el número exacto de días que pasarían en prisión no estaba claro, sabían que en el caso de Mikaela estaría en torno a 14 o 15 años por asesinato, y en el caso de Leah 7 u 8 por cómplice. Al ser menores entrarían en un módulo especial, donde ninguna de las demás presas superaban los 18 años de edad. Aquel era el módulo 87. A Mikaela la faltaban seis meses para cumplir la mayoría de edad, y a Leah solo dos.

Cuando llegaron al módulo 87 comprendieron que nada iba a ser como antes. A las presas las trataban como auténtica basura. A su al rededor podían contemplar un mundo totalmente hostil. Aunque el mundo de Mikaela nunca fue generoso con ella, en aquel módulo se respiraba violencia por todas partes. Una gruesa mujer, bastante borde, las acompañó hasta el módulo. Primero las hizo desprenderse de todos los elementos metálicos que llevasen, así como pulseras o pendientes. Luego las cacheó, y las dio las instrucciones de como funcionaban allí las cosas.

-Los horarios de visita son a las 18 : 00 horas, y durarán sobre 10 minutos. Las celdas son en pareja. A vosotras os tocará la 107. Las chicas que se porten mal, no obedezcan nuestras instrucciones, agredan a otras chicas etcétera serán destinadas a la celda de aislamiento por 24 horas. Las comidas se darán en el comedor cuando se os indique. Todos los días iréis al patio a hacer los trabajos que se os asigne. Las chicas que muestren un comportamiento bueno y ejemplar y acaten todas las indicaciones pasarán a otro módulo que tenemos dentro de este mismo módulo, el Módulo 87-A. Ahora ir a vuestra celda y poneros el uniforme que está sobre vuestra cama. Pronto será la hora de comer. No os metáis en problemas si queréis sobrevivir.

Una vez dadas las indicaciones, la mujer se fue. Esa última frase no auguraba nada bueno. Las dos amigas fueron a su celda y se pusieron aquel uniforme naranja. Estaban abatidas.

-¿Y ahora, qué hacemos? - Preguntaba Mikaela con inseguridad y miedo.

-No sé. - Respondió Leah – Salgamos de la celda. Igual las chicas de aquí son buena gente.

-A mí solo me apetece quedarme en la cama y no salir nunca.

-Ya, y a mí. Pero será mas fácil si nos relacionamos, ¿no crees?

-Son criminales, Leah. No nos van a hacer una fiesta de bienvenida con globos de colores y tarta de fresa.

-Ya lo sé, pero tenemos que salir. O quedaremos como unas cobardes, y nos “comerán”.

-Eso es verdad. - Reconoció Mikaela. Y decidieron salir de la celda para ir a la parte central del módulo, donde estaban las demás presas. Estaban nerviosas. Quizás habría gente normal como ellas, o auténticas criminales. Pronto, una chica fue donde ellas.

- Anda, mirad a quién tenemos aquí. ¿Sois las nuevas, verdad? - Dijo una chirriante e irónica voz, mientras Leah y Mikaela se miraban con temor.

- Déjalas, o las novatas se harán caquita. - Dijo otra voz que se acercaba a ellas. Podían oír unas estridentes y burlonas risas detrás de ellas.

- Venga, dejadlas en paz, ¿acaso no os acordáis de cómo fue el primer día que llegasteis aquí vosotras? - Decía otra presa. Esta parecía más amable. Consiguió que las demás chicas se apartasen y las dejaran en paz. Era como la líder, o algo así.

-Hola, yo soy Tamara. - Dijo aquella presa a las chicas, una vez se encontraron las tres apartadas del resto. Era una chica alta, muy morena, con unos grandes ojos oscuros y con una gran seguridad a la hora de hablar. Leah y Mikaela sentían un gran alivio al hablar con ella. “Por fin alguien normal”, pensaron.

-Yo soy Leah, y ella Mikaela. Nos han trasladado aquí esta mañana.

-Ya veo – Respondió Tamara – Mirad. Tenéis que saber como van las cosas aquí. Sois las nuevas, así que sois presa fácil. No debéis achantaros o acobardaros ante las demás chicas si queréis aguantar aquí. Yo os protegeré los primeros días. Ser nueva en la cárcel no es nada fácil. Pero tenéis que ganaros vuestro lugar, y haceros respetar. Es...la ley de la cárcel. - Mikaela y Leah escuchaban a Tamara con suma atención. - Pronto veréis que aquí hay de todo. Mirad. Por ejemplo, ¿veis a esa de las coletas? Es Trecy. Es una zorra. Tiene a sus club “amiguitas” que la ríen las gracias y aplauden todas sus gilipolleces. Esa otra de ahí, la del pelo rubio como el trigo, es Hannah. No es mala chica, pero las drogas la metieron en un mundo de delincuencia bastante amargo. Y mirad a esa otra del fondo. Esa es Julianna. - Nada mas ver a Julianna, a Leah y Mikaela les vino un extraño escalofrío al cuerpo. Era una chica...especial, enigmática. - De Julianna solo sabemos su nombre y que sus padres la maltrataban. Yo la he llegado a ver algunas quemaduras de cigarrillo en su piel. Nunca habla con nadie. Siempre está sola, en su celda. Es la única que no tiene compañera de celda. La gente la teme. Una vez Trecy se atrevió a meterse con ella, y acabó en el hospital.

Cuando Mikaela vio a Julianna, se identificó mucho con ella. Una chica incomprendida, solitaria, sin cariño de casi nadie, seria.

-Ah, otra cosa – continuó Tamara – Tened en cuenta que Trecy os intentará convencer para que os valláis con ella y su club de estúpidas. También os ofrecerán droga. Ya sabéis, la ley de la cárcel. Ahora vamos. Os presentaré a algunas de mis amigas. Aquí hay gente muy mala, pero también hay gente leal.

-Tamara era como un ángel de la guarda para Mikaela y Leah en aquellos momentos. Si no llega a ser por ella, un hubiesen durado ni 20 minutos. Aún así, la situación era tensa. A las 18 : 00 horas era el turno de visitas. Suponían que solo iría Beatrice, a la que la noticia de la entrada a prisión de las chicas había sido tan sorprendente como a las propias protagonistas. Mikaela solo deseaba que Will se enterase de que estaba en prisión para que su importante charla siguiera en pie. Mikaela tiene mucho que averiguar, y dentro de prisión no puede hacerlo. Sigue habiendo muchos frentes abiertos. Pero ahora solo han de preocuparse por sobrevivir en el módulo. Los tiempos cambian, pero la ley de la cárcel no.

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