Capítulo 3. Presentimientos.

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Mayo de 1967.

La vida de Mikaela parecía mejorar, pues desde el acontecimiento de la anciana, no pasó nada fuera de lo común.Marzo y Abril habían sido unos meses tranquilos llenos de paz. En su casa apenas había discusiones, y Mikaela volvía con una pequeña sonrisa del colegio, una sonrisa que hacia tiempo que nadie veía. Pese a eso, Mikaela seguía siendo la misma chica solitaria de siempre. Era demasiado tímida e introvertida, y nunca se atrevía a hablar con nadie de su escuela, quizás, por miedo a ser rechazada. Le daba vergüenza decir un simple hola o un simple adiós, y aveces la tomaban por borde. Sabia que debía soltarse un poco mas, pero algo en ella la detenía. Un extraño presentimiento de esos que tiene Mikaela a menudo, y

que nunca solían fallar.

Ya había pasado la primera semana de Mayo,y la joven deseaba que siguiera esa paz que empezó a romperse a principios de año, y que había vuelto desde su encuentro con la anciana. Quería descansar. Hasta las calles habían recuperado su tono. Pero ella sabia que esa paz no dudaría mucho tiempo.

De momento, fue a dar una vuelta por el pueblo. No solía hacerlo, pero hacia un buen día, y quería tomar aire fresco.

Se fue a la parte Este de Mindest Road. Aquella era una zona tranquila. Había varios barrios donde se respiraba una calma especial. Muy pocas veces a lo largo de su vida había ido Mikaela a ese lugar. Pues esa zona era un lugar de gente rica y adinerada, y nada pintaba allí una chica tan pobre y humilde como ella. La ultima vez que había ido allí fue hace muchos años. Mikaela trabajaba para los Sanders, una muy buena familia. La mayoría de los ricos del pueblo son todos unos vanidosos y creídos, pero no era el caso de esa familia.

Los Sanders ayudaban mucho a la familia de Mikaela. Los daban ropa, dinero y comida.

Mikaela se llevaba muy bien con la hija pequeña de los Sanders, Leah. Con ella no pasaba el tiempo. Había sido la mejor amiga de Mikaela, y la única en aquellos años. Pero, desde que pasó aquello no la volvió a ver. A Mikaela se le revolvía el estomago cada vez que lo recordaba. Tampoco coincidían en las clases. Mikaela dejo de pensar en eso. Fue a un parque cercano, y se sentó en un banco. Sola. Miraba al rededor. El parque estaba lleno de niños jugando y felices, y a Mikaela se le escapo una lagrima. Ojala hubiese tenido ella una infancia tan feliz como la de esos niños.

Lloraba. Pensaba, ¿por que ella, de niña, no había jugado en el parque como los demás?

¿Por que ella, de niña, en vez de estar con otras, se pasaba la infancia mintiendo y haciendo cosas que las chicas de su edad no deberían hacer, huyendo de la verdad y refugiándose en las sombras? No. Su infancia no había sido normal ni feliz.

Pensó en otras cosas. No quería recordar, porque cuando Mikaela recuerda, Mikaela llora.

Así que miro hacia otro lado y, no. No podía ser verdad lo que sus ojos veían. Se pellizcó para ver si era un sueño. Pero era real. Esa chica rubia que estaba en el mismo parque que Mikaela solo podía ser Leah. Ya era una chica de 16, pero seguía teniendo esa cara de niña dulce e inocente.

Mikaela no sabia que hacer. Habían pasado 6 años desde la ultima vez que la vio. Pensó que lo mejor seria irse. No quería remover las arenas del pasado. Pero también pensó, ¿Por que no?

A lo mejor, volvían a mantener una buena relación como antaño.

Así que no se lo pensó mas, y se dirigió donde ella, con miedo, con nervios, con ilusión, con esperanza.

MIENTRAS, EN LA CASA DE MIKAELA

-Venga. Daros prisa. Mikaela puede llegar en cualquier momento.- Decía apresurada Elisabeth, la madre de la joven

-¡Y que mas da! Que la den. Es una zorra.-Gritaba Clear.

-Clear,tampoco hace falta que hables así de tu hermana.

- ¿Que pasa, mama?¿Acaso la prefieres a ella?

-No discutáis, y daros prisa. Se agota el tiempo-Dijo Anthony, intentando poner orden.

Elisabeth no había querido lo suficiente a Mikaela pese a ser su madre, y Mikaela había llorado mucho esa situación.

Si fuera por Elisabeth ,Anthony y Clear, la hubiesen abandonado nada mas nacer. Pero no podían. Había una razón muy seria que los obligaba a mantenerla. Ahora, Mikaela ya no les hacia falta.

Los presentimientos de Mikaela de que la paz volveria a qubrarse eran verdad.

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