Capítulo 13. Primer día en el Módulo 87.

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Tamara llevó a Leah y a Mikaela a conocer a algunas de sus amigas en el módulo 87.

- Chicas, estas son Leah y Mikaela. Las nuevas. - Presentó Tamara.

A primera vista, parecían gente normal. Buenas chicas.

- Mirad. Estas son Cristine, Jennifer, Nicky, Lucie, Emma, Hally, Abigail y Soren. - Continuó Tamara.

Las chicas empezaron a hablar. A conocerse más o menos, y se cayeron bastante bien. La mayoría estaban presas por malas compañías, o malas situaciones familiares, como pobreza, falta de cariño, familias problemáticas etc. La verdad es que la realidad no era tan mala como parecía. Enseguida comprendieron que Tamara y sus amigas permanecían unidas para sobrellevar la amarga situación de estar en la cárcel, ya que las penas, con amigos, son menos penas. También comprendieron que el Módulo estaba dividido en 2 bandos, el de Tamara y el de Trecy. Y Leah y Mikaela tenían claro que querían estar en el primero. Cuando se quisieron dar cuenta, ya eran las 18 : 00 horas. La hora de las visitas.

Los seguratas de la prisión llevaron a las reclusas a un pabellón interno, donde había varias mesas, y en cada mesa, los familiares esperando. Mikaela enseguida se dió cuenta de que faltaba gente, concretamente Tamara y Julianna, aquella enigmática chica que producía raras sensaciones a Mikaela. Pero eso es otra historia. Pronto Leah y Mikaela vieron a Beatrice. Estaba muy nerviosa. Sus ojos no sabían a donde mirar, y los dedos de sus manos se entrelazaban unos con otros. Para una madre, no debe ser fácil saber que su hija y su mejor amiga van a estar encarceladas por tantos años, y que van a perder su juventud entre rejas. Llegaron a la mesa donde esperaba Beatrice con impaciencia e inquietud. Beatrice fue apresuradamente donde ellas a abrazarlas. Estaba llorando. No la salía voz.

-Ay, mis niñas. Mis niñas. ¿Como habéis acabado aquí? - Acertó a decir Beatrice con la voz entrecortada y temblorosa, en medio de un mar de llantos. Leah y Mikaela también estaban rotas. Todavía no eran capaces de asimilar lo que suponía estar donde estaban. Esa libertad que siempre habían soñado se escapaba de sus manos como si fuera aire. La visita no duró mas de 10 minutos, así que se pasaron todo el tiempo llorando y abrazándose, sin saber que decir. A Leah la dolía mas ver a su madre rota de dolor por su culpa que cualquier otra cosa.

Salieron del pabellón de visitas mal. Pero pensaron, que por lo menos tenían a Tamara y a sus amigas para relacionarse. Era su único alivio. El único aliciente al que agarrarse. Una vez en el módulo, Mikaela no dudó en preguntar a Abigail.

- Oye, Abigail, por qué Tamara no ha ido al pabellón de visitas.

Abigail miró hacia otro lado, pero contestó.

- Bueno, digamos que la relación de Tamara con su familia no es nada bueno. Tamara tiene un pasado complicado, ¿sabes?

- ¿Y Julianna? Ella tampoco fue. - Volvió a preguntar Mikaela con curiosidad.

- Eso si que no lo sé. No sabemos nada de Julianna.

La conversación acabó, y fueron a cenar. Leah y Mikaela no tenían nada de hambre, puesto que había sido un día duro. Duro y complicado, así que pronto se fueron a la cama. Pero antes, Trecy fue donde ellas, hecho que no gustaba nada a Mikaela, ya que la veía venir desde lejos.

Hola, chicas. - Dijo su estridente voz, aparentando una amabilidad inexistente. - Solo venía a deciros que no os dejéis embaucar por Tamara y sus amiguitas. Pueden parecer muy majas y encantadoras, pero no son más que alimañas. Si de verdad queréis estar con la gente adecuada, uniros a mí. Podemos hacer grandes cosas juntas. - Sentenció Trecy, extendiéndolas la mano.

- Gracias, pero sabemos elegir nosotras solitas. - Respondió Mikaela con voz de desprecio, apartándola la mano bruscamente. Trecy solo lanzó una mirada asesina, y se fué con aires de superioridad. No cabía duda de que la embaucadora y la alimaña era Trecy. Estaba utilizando sus sucias armas para atraer a Leah y a Mikaela a su bando, pero no consiguió engañarlas. Al menos, a Mikaela no.

Ya en sus celdas, Leah y Mikaela intentaban descansar y asimilar la situación en la que se encontraban. Era su primera noche en la cárcel. La celda era conjunta. Leah dormía en la litera inferior, y Mikaela entaba en la superior, sin poder pegar ojo. Hizo un resumen de todo lo acontecido hasta la fecha, y se acordó de James, de Beatrice, de su gata Zizu, de su familia, del tío Will, de la anciana, del colgante desaparecido, y del hombre sin rostro. El tiempo pasaba muy lento entre esas cuatro paredes, De repente, un extraño ruido la alarmó. Salió de la celda, y los ruidos la condujeron al comedor. Y allí, una de las mesas del comedor, se hallaba la sombría figura de un hombre. A Mikaela le vino un escalofrío al cuerpo. No cabía duda de que era el hombre sin rostro. El hombre sin rostro era un aliado para Mikaela, pero no le gustaba del todo que fuera a verla, ya que eso significaba que venía a alertarla de algún nuevo peligro sobre su vida. Y lo último que necesitaba en aquellos momentos eran más problemas.

- ¿Ocurre algo? - Preguntó Mikaela con suma preocupación.

- Sí, Mikaela. Ocurren muchas cosas, y nada bueno.

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