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En el partido de Cornell me hirieron.
Fue por mi culpa, de veras. En un momento crítico cometí el desgraciado error de referirme a su centro como "pajero canadiense". Mi distracción fue no recordar que cuatro miembros de su equipo eran canadienses —todos, según lo demostraron, extremadamente patriotas, bien constituidos y nada sordos—. Por agregar un insulto a una injuria me castigaron. Y no con una suspensión común: nada menos que cinco minutos por armar despelote. ¡Hubieran oído cómo me abuchearon los aficionados de Cornell cuando anunciaron la penalidad! Claro, los aficionados de Harvard que habían venido al infierno de Ithaca, en Nueva York, eran pocos, aunque en el partido se arriesgaba el título de Ivy. ¡Cinco minutos! Pude ver a nuestro entrenador tirándose de los pelos mientras yo me retiraba al box.
Seokhoon vino corriendo hacia mí. Recién entonces me di cuenta de que todo el lado derecho de mi cara estaba cubierto de sangre.

—Dios mío —repetía Seokhoon todo el tiempo, mientras me torturaba con un lápiz antiséptico—. Dios mío, Baek.

Me quedé sentado e inmóvil, mirando hacia adelante. Me daba vergüenza observar la pista de hielo, donde mis peores temores se realizaban rápidamente: Cornell hizo un gol. Los fanáticos de los Rojos gritaron y rugieron y ulularon. Estábamos empatando ahora. Era muy probable que Cornell ganara el partido... y al mismo tiempo el título de Ivy. ¡Mierda! Y yo recién había cumplido la mitad de mi suspensión.
Del otro lado de la pista, el minúsculo contingente de Harvard había quedado ceñudo y silencioso. Por un momento los fanáticos de ambas partes me habían olvidado. Sólo un espectador mantenía sus ojos fijos en el box de las penalidades. Sí, él estaba presente. "Si la reunión termina a tiempo, trataré de llegar a Cornell". Sentado entre los de la barra de Harvard —pero sin gritar, por supuesto—, se encontraba Kang Baekho III.
Del otro lado del golfo de hielo, el Viejo Cara de Piedra observaba en un silencio inexpresivo cómo la última gota de sangre en la cara de su hijo, era detenida con cintas adhesivas. ¿En qué le parece a usted que pensaría él? ¿Pst pst pst, o palabritas por el estilo?
"Baekho, si te gusta tanto pelear, ¿por qué no te pasas al equipo de boxeo?".
"Exeter no tiene equipo de boxeo, padre".
"Bueno, quizás yo no vendría a tus partidos de hockey".
"¿Crees que me peleo para tu provecho, padre?
"Bueno, yo no he dicho "provecho".
Pero claro ¿quién podía decir en qué estaba pensando? Kang Baekho III era el Monte Rushmore* caminando y a veces hablando. Cara de Piedra.
Tal vez el Viejo Fósil estaba entregado a su usual auto-homenaje: mírenme, hay pocos espectadores de Harvard esta noche, aquí, y sin embargo yo soy uno de ellos. Yo, Kang Baekho III, un hombre ocupadísimo con Bancos que dirigir y todo eso, he encontrado tiempo para venir a Cornell a un triste partido de hockey. Qué maravilla. (¿Para quién?).

La multitud rugió otra vez, ahora de modo realmente salvaje. Otro gol de Cornell. Nos iban ganando, y yo tenía aún dos minutos de suspensión que cumplir. Kang Daniel patinó hacia adelante, la cara enrojecida, enojado. Pasó justo a mi lado sin echarme ni siquiera una ojeada. ¿Me pareció que había lágrimas en sus ojos? Es decir, okay, nos estábamos jugando el título... ¡pero Jesús, lágrimas! En ese entonces Daniel, nuestro capitán, tenía una aureola bárbara: durante siete años nunca había jugado del lado perdedor, ni en secundaria ni en la universidad. Era algo así como una pequeña leyenda. Y él era un senior. Y éste era nuestro último y arduo partido.
Que perdimos 6 a 3.

Después del partido, los rayos X determinaron que no tenía huesos rotos, y luego el doctor Richard Selzer me cosió la mejilla con doce puntos. Seokhoon revoloteaba alrededor del consultorio, diciendo al médico de Cornell que yo no estaba comiendo bien y que todo ésto hubiera podido prevenirse si hubiera tomado las suficientes píldoras de sal. Selzer ignoró a Seokhoon y me hizo una cruda advertencia acerca de que había estado a punto de dañarme "el fondo de la órbita" (estos eran los términos médicos), y que lo más prudente sería no jugar por una semana. Le di las gracias. Se fue, con Seokhoon tratando de darle caza para seguir hablando con él sobre mi nutrición. Me alegró quedarme solo.

Love Story «Donghwi/Baekhwi» ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora