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—Daehwi está en el teléfono de abajo.

Esta información me fue proporcionada por el telefonista, aunque yo no me había identificado ni anunciado mi propósito de aparecer en Briggs Hall, ese lunes por la tarde. Rápidamente deduje que aquello significaba varios puntos a mi favor. Era obvio: el Cliffie que me recibió leía el Crimson y me conocía. Okay, eso pasaba muy a menudo. Más importante era el hecho de que Daehwi, por lo visto, había mencionado que salíamos juntos.

— Gracias —dije—. Esperaré aquí.

—Lástima lo de Cornell. El Crimson dice que cuatro tipos te la dieron.

—Sí. Y me suspendieron a mi. Cinco minutos.

—Sí...

La diferencia entre un amigo y un fanático
del equipo en que uno juega, es que con los últimos la conversación se acaba enseguida.

—¿Daehwi está aún en el teléfono?

Él chequeó el conmutador y replicó: —Sí.

¿Con quien hablaría tanto Daehwi? ¿Quién que valiera tanto la pena como para hacer perder algunos momentos de una cita conmigo? ¿Algún músico tragón? Yo sabía muy bien que Bae Jinyoung, uno de los del curso superior de Adams House, conductor de la orquesta de la Bach Society, consideraba que tenía ciertos privilegios en la atención de Daehwi. Nada físico, no creo que el tipo pudiera mover nada más que su batuta. De todos modos, pondría fin a esa usurpación de mi tiempo.

—¿Dónde está la cabina telefónica?

—Dando la vuelta a la esquina —él señaló en la dirección exacta.

Marché lentamente hacia la sala de estar. Desde lejos pude ver a Daehwi en la cabina. Había dejado la puerta abierta. Caminé suavemente, como por casualidad, esperando que él me viera, que viera mis vendas, mis lesiones, y se sintiera obligado a colgar el tubo y correr hacia mis brazos. Al aproximarse pude oír fragmentos de conversación.

—Sí. ¡Por supuesto! Absolutamente. Oh, yo también, Sehwan. Yo también te quiero, Sehwan.

Me paré en seco. ¿Con quién estaba hablando? No con Baejin, que no se llamaba Sehwan por ninguna parte. Hacía tiempo había buscado su nombre en el Registro de Clases: Bae Jinyoung, 70 Riverside Drive, Nueva York, Escuela Superior en Música y Arte. Su foto sugería sensibilidad, inteligencia, y unos quince kilos menos que yo. ¿Pero por qué me molestaba Baejin? Evidentemente ambos, él y yo, éramos dejados de lado por Lee Daewhi que en ese momento estaba (¡qué chocante!) mandando besos por teléfono.
Había estado fuera sólo cuarenta y ocho horas, y eso bastaba para que algún hijo de puta llamado Sehwan se zambullera en la cama con Daehwi (¡tenía que ser eso!).

—Sí, Sehwan, yo también te quiero. Adiós.

Mientras colgaba me vio, y casi sin ruborizarse sonrió y me tiró un beso. ¿Cómo podía
ser tan hipócrita?
Me besó suavemente en la mejilla sana.

—Uy... Estás espantoso.

—Me lastimaron, Dae.

—¿El otro quedó peor?

—Mucho peor. Siempre logro que el otro quede peor.

Dije eso tan ominosamente como pude, algo así como implicando que podía cascar a cualquier presunto rival que se metiera con él mientras yo estuviera fuera de su vista y, evidentemente, también fuera de sus pensamientos. Él se tomó de mi manga y fuimos hacia la puerta.

—Buenas noches, Daehwi —dijo el chico del teléfono.

—Buenas, Shihyun —devolvió Daehwi.

Love Story «Donghwi/Baekhwi» ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora