Empecé a pensar en Dios.
Quiero decir, la noción de un Ser Supremo que existe en alguna parte comenzó a insinuarse en mis pensamientos. No porque quisiera pegarle en la cara, echarlo a puñetazos por lo que estaba por hacerme a mí —a Daehwi—. No, la clase de pensamientos religiosos que tenía eran justamente los opuestos. Como cuando me despertaba a la mañana y Daehwi estaba allí. Todavía allí. Pido disculpas, aun avergonzado, pero esperaba que hubiera un Dios a quien darle las gracias. Gracias por dejarme levantar y ver a Daehwi.
Yo trataba cómo podía de actuar de modo normal, así que le dejaba preparar el desayuno, por supuesto, y demás.—¿Verás a Minhyun hoy? —preguntó mientras yo tomaba mi segunda taza de leche con cereales.
—¿A quién?
—Hwang Minhyun, 1964 —dijo—. Tu viejo amigo. Tu compañero de pieza antes que yo.
—Sí. Pensábamos jugar al squash. Pero creo que lo cancelaré.
—¡Mierda!
—¿Qué, Dae?
—No empieces a cancelar los partidos de squash, Preppie. ¡No quiero un marido blandengue, carajo!
—Okay —dije—. Pero comamos afuera.
—¿Por qué? —preguntó.
—¿Qué quieres decir con tu "por qué"? —grité tratando de hacer funcionar mi normal enojo fingido—. ¿Es que no puedo llevar a mi maldito esposo a comer, si quiero?
—¿Quién es él, Kang? ¿Cómo se llama? —preguntó Daehwi.
—¿Qué?
—Escucha: si tienes que sacar a comer a tu marido afuera en día de semana, es porque debes estar atracándote algún otro.
—¡Daehwi! —bramé, ahora honestamente herido—. ¡No quiero tener esta clase de conversaciones durante mi desayuno!
—Entonces trae tu culito a casa para mi cena. ¿Okay?
—Okay.
Le dije a este Dios, quienquiera que fuese y en cualquier lugar que estuviera, que yo me contentaría con permanecer en este status quo. No me importa la agonía, Señor, no me importa saberlo mientras Daehwi no lo sepa. ¿Me oyes, Señor, Señor? ¿Puedes ponerle un precio?
~•~
—¿Baekho?
—¿Sí, señor Kwak?
Me había llamado a su oficina.
—¿Está usted familiarizado con el asunto Beck? —preguntó.
Claro que lo estaba. Robert L. Beck, fotógrafo de la revista Lije, a quien la policía de Chicago lo cagó a patadas mientras trataba de fotografiar un disturbio. Kwak consideraba que éste era uno de los casos clave para la firma.
—Sé que la policía lo sacó a puñetazos, señor —dije a Kwak festivamente (¡bah!).
—Me gustaría que lo manejara usted, Baekho —dijo.
—¿Yo? —pregunté.
—Puede llevar a algunos de los hombres más jóvenes —contestó.
¿Más jóvenes? Yo era el tipo más joven de la oficina. Pero entendí el mensaje: Baekho, a pesar de su edad cronológica, usted es ya uno de los más viejos de esta casa. Uno de nosotros, Baekho.
—Gracias, señor —dije.
—¿Cuánto tiempo precisa para salir para Chicago? —preguntó.
Yo había resuelto no decírselo a nadie, cargar con todo el fardo yo mismo. Así que le contesté algún bolazo al viejo Kwak, no recuerdo siquiera exactamente qué, acerca de por qué no me parecía posible dejar Nueva York por el momento, señor. Y esperé que hubiera entendido. Pero sé que se fastidió con mi reacción ante lo que era obviamente un gesto muy significativo. ¡Oh, Dios, señor Kwak, cuando se entere de la verdadera razón!
Paradoja: Kang Baekho IV dejando la oficina más temprano, y sin embargo caminando de vuelta a casa más despacio. ¿Cómo se explica eso?
Yo había tomado el hábito de hacer compras imaginarias mirando las vidrieras de la Fifth Avenue, mirando las cosas maravillosa y locamente extravagantes que hubiera comprado a Daehwi, si no hubiera querido mantener la ficción de normalidad.
Seguro, tenía miedo de volver a casa. Porque ahora, varias semanas después de enterarme de los verdaderos hechos, él estaba adelgazando. Quiero decir, muy poco, y posiblemente él ni siquiera lo notaba. Pero yo, que sabía, sí lo notaba.
Miraría las vidrieras de las compañías aéreas. Brasil, el Caribe, Hawaii (¡Deje todo atrás: vuele hacia el sol!), y demás. En esta tarde particular TWA quería promover Europa fuera de la estación: Londres para compradores, París para enamorados...
"¿Y qué hago con mi beca? ¿Y con París, el que no he visto en mi perra vida?"
"¿Y nuestro casamiento?"
"¿Quién dijo algo de casamiento?"
"Yo. Lo estoy diciendo ahora".
"¿Quieres casarte conmigo?"
"Sí".
"¿Por qué?"
Tenía acordado un monto de crédito tan fantástico, que ya era dueño de una tarjeta del Diners Club. ¡Zip! Mi firma en la línea de puntos y ya era el feliz poseedor de dos pasajes (Primera Clase, no menos) a la Ciudad de los Enamorados.
Daehwi estaba pálido y gris cuando llegué a casa, pero esperaba que mi fantástica idea pusiera algún color en esas mejillas.—¿Sabes una cosa, señor Kang? —dije.
—¿Te echaron? —conjeturó mi optimista esposo.
—No. Me volaron —contesté, sacando los pasajes—. Arriba, arriba... y lejos —dije—. Mañana por la noche a París.
—Macanas, Baekho —dijo. Pero serenamente, sin nada de su habitual fingida agresividad. Tal como lo repitió después, tenía hasta una especie de ternura—: Macanas, Baekho.
—Eh, ¿puedes definir "macanas" más específicamente, por favor?
—Baekho, esta no era la manera en que lo íbamos a hacer.
—¿Hacer qué? —pregunté.
—No quiero París. No necesito París. Sólo te necesito a ti...
—¡Pero a mí ya me tienes, amor! —interrumpí, y mi voz sonó falsamente alegre.
—Y necesito tiempo —continuó—, que tú no puedes darme.
Ahora lo miré a los ojos. Estaban inefablemente tristes. Pero tristes en un sentido que solamente yo comprendí. Estaban diciendo que él estaba triste, es decir... triste por mí.
Estábamos de pie, estrechándonos en silencio uno al otro. Por favor, sí uno de ambos llora, permítasenos llorar a los dos. Pero preferiblemente a ninguno.
Y entonces Daehwi explicó cómo se había estado sintiendo, "Absolutamente como la puta", y cómo había vuelto a lo del doctor Sheppard no para consultar sino para confrontar. Dígame lo que anda mal en mí, caramba. Y él se lo había dicho.
Me sentí extrañamente culpable de no haber sido yo quien se lo anunciara. Él se dio cuenta e hizo una acotación calculadamente estúpida.—Él es de Yale, Baek.
—¿Quién, Dae?
—Lee Euiwoong, el hematólogo. Totalmente de Yale. College y Facultad de Medicina.
—Oh —dije, sabiendo que él estaba tratando de inyectar una dosis de ligereza en aquel tremendo trámite.
—¿Sabe al menos leer y escribir? —pregunté.
—Eso está por verse —sonrió Kang Daehwi el señor de Kang Baekho IV, Radcliffe 1964—. Pero sí que sabe hablar. Y yo también quería hablar.
—Okay, entonces... por el doctor de Yale —dije.
—Okay —dijo él.
ESTÁS LEYENDO
Love Story «Donghwi/Baekhwi» ADAPTACIÓN
FanfictionKang Baekho, proveniente de una opulenta familia, es un joven estudiante de Harvard entregado al deporte y a sus estudios. Lee Daehwi, de 24 años, estudiante de música y arte, es de origen coreano y trabaja como bibliotecario. Un día Baekho pide un...