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—¡Pero Daehwi! ¡No es una Secretaría de Es tado, después de todo!

Finalmente estábamos de regreso a Cambridge, gracias a Dios.

—Sin embargo, Baekho, podrías haber mostrado más entusiasmo.

—Lo felicité.

—Fue enormemente generoso de tu parte.

—¿Qué pretendías, por amor de Dios?

—¡Oh, santo cielo! —replicó él—. ¡Todo esto me enferma!

Anduvimos un buen rato sin decir palabra. Pero algo andaba mal.

—¿Qué es lo que te enferma, Dae? —pregunté como si se me ocurriera al cabo de un momento.

—La forma chocante en que tratas a tu padre.

—¿Y qué hay acerca de la forma chocante en que él me trata a mí?

Ya había abierto una canilla. O, mejor dicho, la compuerta de un dique. Para que Daehwi se lanzara a una ofensiva en gran escala sobre el amor paternal. Ese total síndrome ítalo-mediterráneo. Y cómo había sido yo de insolente.

—Lo jodes, lo jodes, lo jodes...—dijo él.

—Es mutuo, Dae. ¿No lo notaste?

—No creo que te pares ante nada, con tal de molestar a tu viejo.

—Nada puede molestar a Kang Baekho III.

—Nada... salvo que te cases con Lee Daehwi.

Conservé la calma suficiente como para entrar en la playa de estacionamiento de un restaurante de mariscos. Entonces me volví hacia Daehwi, más enojado que la gran siete.

—¿Eso es lo que piensas? —pregunté.

—Pienso que es parte de la cosa —dijo suavemente.

—¿No crees que de verdad te quiero? —salté.

—Sí —contestó siempre con suavidad—. Pero, de un modo bastante tarado, también amas mi status social negativo.

Sólo podía pensar en decir no. Lo dije varias veces y en varios tonos de voz. Quiero decir que estaba tan trastornado que hasta consideré que podía haber una posibilidad de verdad en esa horrible insinuación. Daehwi tampoco estaba en buena forma.

—Yo no puedo juzgar, Baek. Pienso que es parte de la cosa. Es decir, yo sé que no sólo te quiero por ti mismo. Quiero tu nombre. Y tu número.

Miró hacia afuera y yo pensé que iba a llorar. Pero no lo hizo, terminó su pensamiento:

—... después de todo, es lo que eres.

Me quedé allí un rato, mirando un cartel de neón intermitente: "Almejas y Ostras". Lo qué más me había gustado de Daehwi era su habilidad para ver dentro de mí mismo, para entender cosas que nunca necesité concretar en palabras. Él estaba haciendo eso aún, justo ahora. ¿Pero podía yo enfrentar el hecho de no ser perfecto? Cristo, él ya había hecho frente a mi imperfección y a la suya propia. ¡Cristo, qué indigno me sentí! No supe qué carajo decir.

—¿Te gustaría una almeja o una ostra, Dae?

—¿Te gustaría mi puño en tu rostro, Preppie?

—Sí —dije.

Él cerró su puño y lo puso suavemente en mi mejilla. Lo besé, y mientras trataba de abrazarlo, él se escurrió y ordenó como un gángster:

Love Story «Donghwi/Baekhwi» ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora