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Fue en julio cuando llegó la carta.
Había sido enviada desde Cambridge hasta Dennis Port, de modo que creo que tuve la noticia un día o dos más tarde.
Salí corriendo hacia donde Daehwi supervisaba a sus chicos, en un partido de kickball (o algo así), y al llegar dije en mi mejor tono estilo Bogart.

—Salgamos de aquí volando.

—¿Eh?

—Salgamos de aquí volando —repetí, y con tal obvia autoridad que él empezó a seguirme mientras yo caminaba hacia el agua.

—¿Qué pasa, Baekho? ¿Me lo dices, por el amor de Dios?

Yo continué dando grandes zancadas hacia el desembarcadero.

—Dentro del bote, Daehwi —ordené, señalándolo con la misma mano en que llevaba la carta, que él ni siquiera había notado.

—Baekho, tengo chicos para cuidar —protestó, mientras subía obedientemente a bordo—. Baekho, cretino, ¿me vas a explicar qué pasa?

Ahora estábamos a unos pocos centenares de metros de la playa.

—Tengo algo que contarte —dije.

—¿No podías decírmelo en tierra firme? — gritoneó.

—¡No, carajo! —le grité a mi vez (ninguno de los dos estaba enojado, pero había mucho viento y teníamos que gritar para oírnos).

—Quería estar solo contigo. Mira lo que tengo aquí.

Agité el sobre delante de él. Inmediatamente reconoció el membrete.

—¡Ah! ¡De la Escuela de Derecho! ¿Te echaron a patadas?

—Prueba de nuevo, patán optimista.

—¡Fuiste el primero de la clase! —conjeturó.

—No tanto. Tercero.

—Oh —dijo—. ¿Sólo tercero?

—Epa, escucha... ¡Eso aún significa que puedo hacer la condenada revista La Ley! —grité.

Él se sentó con una expresión absolutamente
sin-expresión.

—¡Cristo, Daehwi! —gemí—. ¡Di algo!

—No hasta que sepa quiénes fueron uno y dos —dijo.

Lo miré, esperando que estallara en la sonrisa que yo sabía estaba conteniendo.

—Vamos, Daehwi —le rogué.

—Me voy. Adiós —dijo, y se tiró inmediatamente al agua. Me zambullí justo detrás de él y la próxima cosa que supe fue que estábamos los dos colgados del costado del bote, muertos de risa.

—Eh —dije en una de mis más ingeniosas observaciones—, te fuiste al agua por mí.

—No seas tan boludo —contestó—. Tercero es, a pesar de todo... solamente tercero.

—Escucha, desgraciado —dije.

—¿Qué quieres que escuche, hijo de puta?

—Te lo debo un montón a ti— dije sinceramente.

—No es cierto, hijo de puta, no es cierto —respondió.

—¿No es cierto? —inquirí, en cierto modo sorprendido.

—Me lo debes todo —dijo.

Esa noche nos patinamos veintitrés dólares en una cena con langosta, en un lugar extravagante de Yarmouth. Daehwi todavía se reservaba su juicio, hasta que pudiera examinar a los dos caballeros que me habían, según él declaraba, "derrotado".
Estúpido como suena, yo estaba tan enamorado de él que en el momento en que volvimos a Cambridge, volé a averiguar quiénes eran los dos primeros. Me sentí aliviado al descubrir que el acreedor al puesto más alto, Yoon Jisung, City College 1964, era un tragalibros, de gafas, nada atlético y en absoluto el tipo de Daehwi; y en cuanto al hombre número dos... era una chica, Jeon Somi, Bryn Mawr 1964. Todo resultaba de perlas, especialmente en lo que respecta a Jeon Somi, que era más bien mona (como ocurre con los estudiantes de derecho), y puesto que yo no podía contar detalladamente a Daehwi lo que pasaba a altas horas de la noche en Gannett House, el edificio de la Revista La Ley. ¡Y por Dios que hubo noches larguísimas! No era raro que yo volviera a casa a las dos o tres de la madrugada. Quiero decir; seis cursos, más editar la Revista La Ley, más el hecho de ser actualmente el autor de uno de los números ("Asistencia Legal para el pobre urbano: un estudio del distrito Roxbury de Boston", por Kang Baekho IV, HLR, marzo 1966, págs. 861-908).

"Un excelente ensayo. Realmente un excelente ensayo".
Eso era todo lo que Takada Kenta, el editor senior, podía repetir una y otra vez. Francamente, había esperado un cumplido más coherente del tipo que al año siguiente se postularía para un cargo en la justicia, pero eso era todo lo que seguía diciendo mientras examinaba mi esquema final. Cristo, Daehwi me había dicho que era "incisivo, inteligente y realmente bien escrito". ¿Podría Takada igualar eso?

—Takada dijo que era un excelente ensayo, Dae.

—¡Jesús! ¿Te esperé despierto hasta tan tarde para oír sólo eso? —dijo—. ¿No comentó tu investigación, o tu estilo, o algo?

—No, Dae. Sólo lo llamo "excelente".

—¿Entonces por qué te tomó tanto tiempo?

Le hice un pequeño guiño.

—Tenía algún material que revisar con Jeon Somi —dije.

—¿Oh? —dijo él.

No pude darme cuenta del tono.

—¿Estás celoso? —le pregunté directamente.

—No, mis piernas son mucho mejores —dijo.

—¿Puedes hacer una demanda?

—Y ella: ¿puede hacer lasañas?

—Sí —contesté—. En realidad, trajo algunas esta noche a Gannet House. Todo el mundo dijo que estaban tan buenas como tus piernas.

Daehwi meneó la cabeza.

—Le apostaría.

—¿Qué dices a eso? —pregunté.

—¿Paga Jeon Somi tu alquiler?

—Desgraciado —repliqué—. ¿Por qué no puedo ganar alguna vez, cuando tengo la delantera?

—Porque, Preppie —dijo mi adorable esposo—, nunca la tienes.

Love Story «Donghwi/Baekhwi» ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora