Dos años habían transcurrido luego de que Ciel Phantomhive fuese convertido en un vil demonio eterno.
O por lo menos eso fue lo que su fiel sirviente, Sebastian, había creído inicialmente de manera tonta.
Con el paso de los meses, Ciel parecía ser humano nuevamente. Sentía hambre, se cansaba, podía saborear los alimentos, era como si su condición como un ser infernal hubiese sido momentánea.
Como si se tratara de una broma de mal gusto hacia el mayordomo perfecto.
Pero incluso Sebastian era capaz de percibir el rastro de una alma humana dentro del conde.
El alma que le hacía sentir una feroz hambre carcomiéndole las entrañas estaba allí, el alma de su conde seguía allí.
Pero cuando el menor se molestaba, por alguna razón tonta, sus ojos se tornaban rojos cual bella sangre carmesí y el alma que ansiaba era cubierta por un aura que denotaba la naturaleza demoniaca que ahora residía en el Phantomhive.
Aquella cena que el demonio mayor se esforzó en preparar y sazonar para que fuera la más deliciosa de todas estaba allí sin poder ser consumida.
Conservada para el resto de la eternidad y resguardada por una naturaleza demoniaca otorgada por otro.
Un verdadero desperdicio si se lo cuestionaban al que preparó aquella alma para su deleite.
Pero eso ya no importaba.
A petición del propio conde, los dos se alejaron de todos y todo, yendose a vivir en una pequeña mansión en Venecia, Italia.
Todo era aburrido para el mayordomo, se sentía aprisionado y las ganas de acabar con todo existían.
Pero efímeramente.
Él no comprendía el porqué, pero estaba consiente de que podía matarlo en cuanto se descuidase, un trabajo rápido y limpio.
La libertad estaba a solo un asesinato de distancia y, sin embargo, no era capaz de hacerlo.
No se atrevía a pesar de que podría ser libre.
Creyó durante el primer año que se debía al contrato pero no fue así.
Un tiempo después Sebastian llegó a la conclusión de que se debía a algún poder oculto en el conde, pero esa tampoco fue una razón válida.
Más que nada porque él mostraba ser el mismo orgulloso y arrogante conde de siempre.
Aquél que era capaz de caminar con elegancia entre la oscuridad.
Por ello el Michaelis no se daba idea alguna del porqué y durante los dos años que transcurrieron hasta ese día, se dedicó a seguir sirviéndole sin dejar de mirarle atentamente.
Ya conocía muchas cosas respecto a Ciel durante los años estando en la mansión Phantomhive, pero al ir a vivir allí, en esa nueva y más pequeña mansión, descubrió otras tantas.
Otras que nunca había llegado a presenciar pues se ocupaba de realizar otros labores además de atenderle.
Otras que Sebastian jamás imaginó.
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Kuroshitsuji: BoF (En edición)
Fiksi PenggemarDespués de muchas vivencias siendo el perro guardián de la reina, Ciel Phantomhive termina en la inesperada situación de haber sido transformado en una especie de demonio, condenando a Sebastián Michaelis a ser su mayordomo para el resto de la etern...