Regreso

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Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi.

Capítulo I

Naraku por fin había sido eliminado y ya no existía el temor de que volviera del más alla.

Después de haber descuidado sus estudios, Kagome se vio en la necesidad de retornar a su época para continuar otro año escolar, dejando la Perla de Shikon al cuidado de la sacerdotisa Kikyo, quién con la ayuda de Miroku, Sango, la anciana Kaede y el joven hanyō, Inuyasha, estaría lo bastante bien protegida de los demonios que quisieran adueñarse de tan especial objeto. La despedida fue triste, pero ella prometió regresar pronto.

Su vida en el Japón actual no era fácil, la chica extrañaba demasiado a sus amigos y sobre todo a cierto joven de ojos dorados, quién le había robado el corazón. Muchas veces se despertó en la madrugada llorando con desesperación, tratando de entender el porqué de su decisión de volver, tenía a su familia, era verdad, pero aun así se sentía tan sola. Su querido abuelo había muerto solo unos meses atrás y su madre se había casado en segundas nupcias con un buen hombre desde hacia un año. Aunque les agradaba vivir allí, lamentablemente no podían hacerse cargo del templo por lo que tuvieron que traspasarlo a otras personas. Demás está decir que el pozo había sido sellado y la entrada a dicho lugar estaba prohibida para todos los visitantes. Se decía que los sacerdotes detectaron un aura especial que provenía de allí y temiendo que fuera algo maligno clausuraron el área. Ella ya se había resignado a no volver nunca más a la era Sengoku por lo que decidió dedicarse de lleno a su educación.

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Era un viernes por la tarde y saliendo de la universidad, fue a visitar el templo que una vez perteneció a su familia. Sólo por curiosidad, para recordar viejos tiempos, puesto que ese día se conmemoraban tres años desde que regresara del Japón antiguo. Subió la larga escalinata con lentitud, esperaba que aún no hubieran cerrado. Miro el reloj de mano con insistencia, casi darían las cuatro de la tarde. Dedujo que tal vez el lugar estaría aún accesible y lleno de gente.

Vio que no había nadie al llegar a la explanada y le pareció extraño que el templo estuviera en esas condiciones. Anduvo un poco y llegó al árbol milenial que tantos recuerdos le traía de él, aunque trato de ser fuerte no pudo evitar que unas cuantas lágrimas rodaran por sus mejillas.

—I-Inuyasha... Como te echo de menos...—Soltó con tristeza, llevándose las manos al pecho y tratando de aplacar los sollozos que escapaban de sus labios, paso por allí una pareja de novios y por impulso se secó las gotas saladas con la manga de su suéter. Cuando volteó hacía el lugar donde estaría el pozo, se sorprendió de que la puerta corrediza estuviera entreabierta. Sigilosamente entró al recinto, esperando que nadie la hubiera visto colarse hasta allí. Lo observó unos instantes, pensando si aún podría traspasar el tiempo.

El agua brotaba limpia y cristalina, la joven se acercó cautelosamente, bajando por aquella escalera que le era tan familiar. El olor de la humedad y de la madera vieja le recordaba aquellos días de felicidad. A través de la oscuridad pudo ver una luz que al parecer indicaba una salida y por un instante pensó que tal vez podría volver a ver a su amado hanyō u "orejas de perro" como le llamara Souta. No lo dudo más y se zambulló por completo, nadando hacía donde había visto ese resplandor, conforme avanzaba se vio envuelta por la oscuridad. Se estaba tardando y el poco aire que había en sus pulmones no le ayudaría a soportar más.

El último aliento escapó de su boca y comenzó a desesperarse, ¡Se estaba ahogando!... Nadie la encontraría ni jamás sabrían de su muerte, estaba perdida. Pasaron los segundos pero la luz no volvió a aparecer, sonrió con amargura, deseaba con todo su corazón que Inuyasha estuviera allí para salvarla, como siempre lo hacía cuando se encontraba en peligro.

Despertar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora