Esperanza en el corazón

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Capítulo XI

El ookami yokai se había despertado después de que lo hiciera su mujer, pero al buscarla no la había encontrado por ningún lado. Caminó lejos de la aldea rastreando el aroma de Kagome que aún estaba presente en el ambiente, guiándolo hasta la cascada. Allí estaban los zapatos de piel a un lado del agua pero de ella ni sus luces, bien, no podía negar lo que estaba pasando.

¡Sesshomaru la había secuestrado!

Pudo darse cuenta porque su olor se mezclaba con el de ella.

–¡Kōga!— Gritaron Ginta y Hakkaku al unísono al ver a su patriarca que estaba en cuclillas.

—Voy a buscarla...— Fue lo único que dijo y después corrió apresurado dejando a sus camaradas en estado de enajenación, aunque ya no les asombraba, era algo tan común en él, ya que ni siquiera se detenía a pensar o medir consecuencias, solo actuaba.

Los chicos lo siguieron muy de cerca, tal vez podría necesitar de su ayuda.



Correcto, había mentido un poco para lograr su cometido, estar con su amado daiyokai de ojos dorados. Claro que cuando él se diera cuenta de las circunstancias ya sería demasiado tarde y es que ni siquiera podía confirmar que aun fuera casta. Había sido un acto desesperado y de hecho, uno muy tonto pero no podía arrepentirse ahora. Lo más extraño para ella fue que él acepto ese ofrecimiento sin oponerse a tan absurda idea. ¿Y ahora a donde la llevaría?

No le tomo importancia, no interesaba realmente a donde iban, mientras fuera con él.

Alzo los ojos al cielo y pudo contemplar su color azulado y límpido, no había ni una nube a la vista... Era un día precioso. Observo de nueva cuenta el rostro del peli plata, al parecer estaba tranquilo y ni siquiera le había dicho nada cuando le besó.

Estaba tan enamorada de él.

Con tranquilidad se recargo en el hombro de Sesshomaru, se sentía tan bien su cercanía. Con suavidad le acaricio la mejilla, pero debido a la mirada que le lanzó, quitó su mano de inmediato.

Ya habían pasado varias horas y ahora el sol estaba en su punto más alto. Él se detuvo un momento y descendió con tranquilidad, el lugar hasta donde habían llegado le resultaba conocido.

–¿El pozo?— Preguntó con sobrada preocupación, Sesshomaru no contestó y luego de dejarla allí, desapareció de su presencia. Muy bien, eso fue una forma sutil de decirle que no estaba de acuerdo con su ofrecimiento. ¿Ahora que podía hacer? Tal vez, debería aprovechar el que se encontraba allí y visitar a su familia. Pero si se iba, el depósito de cadáveres se sellaría y jamás volvería al Sengoku. Se sentó al borde de este y observó con detenimiento como el viento mecía las hojas de los árboles.

—¡Kagome!— Alguien había gritado su nombre, ella giró y vio a Inuyasha que se acercaba hacía su persona.

—Inuyasha...— Soltó sin emoción en su voz.

—Puedo darme cuenta de que encontraste a Sesshomaru... ¿Qué ocurre? ¿Por qué tenías que hablar con él?— Le preguntó con tranquilidad pobremente fingida.

—Inuyasha, yo lo amo...— Fue su respuesta. Al hanyo parecía que le habían echado un balde de agua fría.

—¿Qué dices? Kagome, me estás jugando una broma y quiero que entiendas que no me hace ninguna gracia— Le dijo cruzándose de brazos.

—No es broma... ¡Hablo en serio!— Exclamó apretando los puños con fuerza.

—¡Ajá! También hueles al lobo sarnoso... ¿Qué estuviste haciendo?— Ella no iba a soportar que le acusara de chica fácil, bueno no se lo había dicho claramente pero así lo había entendido.

Despertar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora