Shun y su destino

4.2K 348 19
                                    



Capítulo VII

Después de tres horas Jaken había vuelto en sí y aún seguía muy conmocionado por la noticia. Su amo bonito tendría como hijo, un hanyo. No podía creerlo y no sabía cómo iba a actuar el peli plata cuando se enterara. Ni por asomo se daba una idea, pero aun así el Lord era un estuche de sorpresas. Porqué, ¿quién iba a pensar que su esposa iba a ser una simple humana? Cuando todos lo conocían por su desprecio a tales seres inferiores. Así estaba, divagando en sus pensamientos y no se percató de que su amita ya había entrado a la habitación.

—Vaya, hasta que despiertas... Mañana temprano partiremos ¿de acuerdo?— Lo puso sobre aviso.

—Espere, puedo invocar a Ah-Un y podemos irnos ahora mismo.— Él no quería esperar, ya había aguardado más de un mes. Ella lo miro fijamente y aunque deseaba ir para darle la noticia al daiyōkai, no estaba muy segura de que fuera buena idea.

—Está bien...— Aceptó al fin, de todos modos. ¿Qué perdería al ir de una vez?

Kagome se había trenzado el cabello, ya que era demasiado largo. Pero Jaken le dijo que no, que suelto era lo mejor. Luego le sugirió que no usara la ropa de sacerdotisa, ya que no le iba bien. Así que le entrego un kimono de Rin que aún estaba nuevo. Ella lo observó detenidamente, era de color negro con flores bordadas en color rosa. Vaya, el pequeño sapo tenía un buen gusto. El yōkai fue hacía el bosque para esperar al dragón que tardaría al menos una hora en llegar.

La joven lo vio alejarse y decidió tomar un baño.

Cuando termino de arreglarse, espero a su siervo. El viaje sería en breve y muy rápido, demasiado para su gusto.



Un adolescente de doce años estaba sentado sobre una roca, su cabello era largo, plateado y estaba recogido en una cola de caballo. Sus ojos eran de color dorado con ligeros tintes castaños y tenía dos orejas como de perro de color blanco que coronaban su cabeza. Su vestimenta consistía en unos hakama de color negro, sandalias y un haori de mangas cortas con detalles de forma hexagonal en color azul. Traía dos espadas en su costado izquierdo, que estaban sujetadas a la cintura por una faja de piel. Más allá estaba sentado su acompañante, quien contaba con veinte años. Al igual que el primero, era un hanyō. El pelo blanco le llegaba hasta la espalda baja y sus ojos eran muy parecidos a los del menor, con la excepción de que eran color oro en su totalidad.

—Oye primo, no crees que esa ropa te hace lucir anticuado...— Le dijo Shun con sobrada ironía. Algo que el mayor no estaba dispuesto a aceptar.

—Claro que no, este es un regalo de mi padre. Hecho con la lana de las ratas de fuego y...— Al ver que su gesto cambio de repente, optó por callarse. Ese chiquillo había perdido al suyo y jamás lo conoció, además su madre ignoraba su existencia al creerlo muerto y de no ser por sus padres, Inuyasha y Kikyo, no podía imaginarse cómo sería su vida.

—Discúlpame, ya sabes que a veces hablo de más y sin medir consecuencias.— Le dijo palmeándole la espalda en un acto de confortarlo.

—No te preocupes...— Respondió a su disculpa con una cálida sonrisa.

Su vista se posó en un pequeño demonio que salió del bosque, trayendo consigo unos peces que había atrapado en el riachuelo que estaba cercano a su campamento, además de unas bayas silvestres. Lucía un poco viejo pero seguía siendo muy útil.

–Amito, amito... Aquí le traigo sus alimentos.— Dicho esto recibió un sinfín de pisotones por parte de Kenshimaru. —Ay, amo bonito... ¡Ayúdeme!— Si, era el cuento de nunca acabar.

—Basta, déjalo en paz.— Le pidió el jovencito al atacante de su niñero.

—Pero si a él le agrada, ¿no es así renacuajo?— Rió con las manos en la cintura y en un descuido, recibió un soberano golpe con el báculo de Tiesta.

Despertar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora