Una boda interrumpida

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Capítulo XIV

Sesshomaru encontró a Jaken descansando a la sombra de un árbol, mientras devoraba las manzanas que había traído consigo para el viaje. Se le miraba tranquilo sentado a sus anchas pero era necesario emprender el regreso a casa.

—Es hora de partir Jaken...— Ordenó y aquel ser, solícito, se puso de pie cogiendo entre sus pequeñas extremidades su báculo, siguiendo muy de cerca al dayokai.

—Amo bonito, espero que la princesa Aya no le vaya a causar problemas...— Aquel hombre no le contestó y siguió caminando.

—No, no lo hará...— Dijo al fin de unos segundos, retomando la vía hacia la aldea, donde seguramente, su mujer le esperaba ansiosamente. Sonrió, si es que a esa mueca dibujada en su rostro se le podía catalogar de esa manera. Se había dado cuenta de que la había extrañado mucho, además tenía que hablar respecto a su decisión de abandonarla.

Entonces sopesaba las circunstancias, estaba a la expectativa de que su esposa le perdonara, pero no sabía si eso iba a ocurrir. Kagome tendría que entender que sus acciones eran para protegerlas, a Rin y en especial a ella.

La yokai que acababa de visitar era un completo enigma para él, aunque debería creer en su palabra ¿no era así?

No lo sabía con certeza.

Un deseo llegó a su mente en ese instante, que su esposa y su protegida estuvieran a salvo en manos de Inuyasha. Sonrió con marcada ironía, pues no olvidaba que aquel híbrido había intentado dañar a su sacerdotisa, pero en su momento de desespero fue el único en quien pudo confiar la vida de su amada y su pequeña niña.

Apuró el paso y decidió que cuando estuviera más cerca de la villa, volaría o simplemente utilizaría la tele transportación para estar con su hembra lo más pronto posible.



El sol se había ocultado ya por el horizonte cuando aquel hanyo llegó a la guarida donde se ocultaban Kagome y Rin. Inuyasha con cautela se adentró en aquel lugar sólo para encontrarse con un silencio y oscuridad reinante.

—Kagome...— Llamó el nombre de la sacerdotisa pero no recibió respuesta de inmediato. A pesar de la oscuridad vio que algo se removía en la rústica cama que había construido para las dos jóvenes.

—¿Señor Inuyasha?— Preguntó una voz conocida para él. Rin había despertado de golpe y confirmó lo que le hizo sentirse tranquila. Con lágrimas en los ojos corrió a abrazarse de él.

—¿Dónde está Kagome?— Cuestionó a la niña, quien entre sollozos le contó todo lo acontecido con la miko, desde que salieran de la cueva hasta los momentos en que aquella se hubo desmayado.

—Y ya no supe más de la señorita, no sé qué hacer, ya van varios días... Yo solo espero que pronto regrese el señor Sesshomaru...— Le dijo limpiándose las lágrimas con la manga de su yukata.

—Es mejor que esperes un poco más, iré a buscarla...— Salió de ahí apresuradamente con rumbo a la aldea.

Al llegar encontró un cuadro desolador, varias personas llevando a enterrar a sus muertos. Observó asqueado como aquello había sido una masacre, aún para él. De pronto divisó junto a un carromato las armas de Kagome, las flechas estaban rotas por las pisadas de un caballo. Se detuvo a inspeccionar tales artilugios.

Despertar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora