Miedo

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Capítulo XIII

Aún recordaba las palabras de Inuyasha al despertarla.

"Es por tu propio bien, Kagome. Levanta a Rin y acompáñenme."

Aunque en un principio se negó a seguirle, acabo aceptando debido a la insistencia del hanyo. Con sumo cuidado alzó a la pequeña protegida de Sesshomaru para cargarla y se alejaron de allí en silencio. Llegaron hasta ese lugar oculto entre las montañas en cuestión de horas.

—¿Por qué? ¿Ocurre algo?— Preguntó angustiada al peli plateado después de un forzoso silencio que se prolongó por mucho tiempo. Inuyasha suspiro con cansancio.

—Sesshomaru... Él me pidió que las protegiera, a ti y a ella...— Dijo señalando a la niña que aun dormitaba en sus brazos.

—¿De qué me estás hablando?— Al asirlo de su kimono de color rojo, fue cuando se dio cuenta de que Colmillo de Acero había regresado a su dueño original. —Esto... ¡Lo sabía! Él...— Soltó con temblor en su voz y los ojos empapados de lágrimas.

—Te ama... Aunque me moleste admitirlo...—Le hizo saber con cierto enfado.

—¿Me ama? ¡Me ama, Inuyasha! Sabía que él no me alejaría de su lado nada más porque sí... Jamás...— Ella abrazó efusivamente al joven, cuidando de no incomodar a Rin. Mientras que él sentía cierta desazón, ya que le parecía extraño que ya no fuera él, el producto de sus alegrías.

—Este lugar esta...— Dijo cambiando de tema y mirando a su alrededor.

—Pareciera que conoces este sitio...— Kagome lo siguió de cerca.

—Viví aquí durante un tiempo, antes de que Kikyo me sellara en aquel árbol... Es un lugar seguro, pues solo tú conoces la entrada— Dijo mientras se introducía detrás de la cortina de agua que escondía una enorme cueva.

Cerca de allí y a través de las rocas se divisaba una aldea protegida por un enorme muro de piedra. La morena recorrió el sitio con la vista, para bajar de esas alturas tenían que descender por unos pequeños peldaños que estaban grabados en la roca y que cubrían con sumo cuidado unos arbustos que adornaban la ladera.

Inuyasha había traído consigo una canasta enorme con vegetales, además de varios utensilios de cocina. También en la mochila de la miko llevaron cambios de ropa y mantas. Rin era una excelente pescadora, de esta forma ya no habría problemas para sobrevivir en ese inhóspito lugar.

Al prestar atención a los detalles de aquel sitio, vio con sorpresa que era enorme. Dejaron las cosas sobre la fría piedra y deslizo sobre esta una manta para recostar a la protegida de Sesshomaru. Inuyasha se alejó pero regreso después de media hora con paja y la reacomodo en el fondo del túnel, creando una rústica cama. Había además unas tablas que simulaban una mesa y unas piedras que podrían usar como bancos para sentarse. Sobre la pared había ganchos y la joven colgó su arco junto a las flechas. Nunca olvidaría algo tan importante. Cerca de la entrada había una pequeña represa donde podrían bañarse y tomar agua sin necesidad de salir de su resguardo. Aún no estaba seguro de cuánto tiempo tendrían que estar escondidas de aquel personaje del cuál, aún en contra de los deseos de su medio hermano, estaría presto a ayudarle.

—Kagome...— Ella se giró y observó a Inuyasha con detenimiento.

—¿Si?— Cuestionó con dulzura.

—Quería... Pedirte una disculpa, por... Tú sabes...— Era tan difícil decirlo, pues sospechaba que tal vez ella aún estaba molesta con él.

—Olvídalo, Inuyasha... No deseo hablar de eso...— Soltó con sinceridad. —¿Cuánto tiempo se supone que vamos a estar aquí?— Indagó para cambiar de tema, ya que se sentía incómoda por la plática que pretendía iniciar el joven de cabellos plateados.

Despertar contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora