Capítulo 17

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Andrea


—Pero ese no es el punto. Yo estaba segura de que tú eres Batman. Ya sabes, por tu halo de misterio, pero...

—¿Pero?

—Superman es un boy scout, siempre salva el día y tiene un estricto código moral.

—Creo que tienes una opinión demasiado buena sobre mí. Y de verdad gracias, pero no soy más fuerte que una bala, o más poderoso que una locomotora, o soy capaz de...

—No literalmente, pero eres increíble.

—Andrea...

—Y no voy a permitir que quieras cambiar mi opinión sobre ti.

—¿En qué piensas? —me pregunta Oliver untando con más kétchup su papa frita. Al tener de nuevo su atención dejo de ver la S en su pecho.

—Sigo sorprendida por tu tendencia a la comida rápida.

Salimos de Bouger un rato para seguir platicando y terminamos en el Taco Bell cercano a la discoteca. No hemos avanzado mucho, francamente dudo que lo hagamos hasta que él no aclare su situación.

—No me lo vas a creer pero la temporada que estudié gastronomía fue en la que peor comí... y a deshoras.

—¿Porque trabajaste en un restaurante de comida rápida?

—Ahí era el señor de las papas, el papá de papas... Pero fue más por falta de tiempo.

De nuevo lo miro comer y busco diferencias entre este Oliver y el que conocí años atrás. ¿Superman o Batman?

El ambiente en el restaurante es familiar pese a ser tarde, casi todas las mesas están ocupadas y música romántica de los 80 suena de fondo, lo que da un aire sentimentaloide. 

—Me parece increíble que ella quiera estar contigo sabiendo que prefieres a alguien más —digo temiendo que le moleste volver al tema.

—Tal vez pensó que en algún momento mis sentimientos cambiarían —No parece afectado.

—Deberían hablar.

—Andrea —Suspira con frustración—, ya te expliqué que no solo es un problema de sentimientos, ojalá fuese tan sencillo como dejar ir a alguien solo porque no te quiere.

—De verdad quiero pensar que algún momento si la quisiste.

—¿Por qué?

No comprende mi temor.

—Me preocupa tener a mi favor los sentimientos de alguien que no siente empatía por alguien que no sea yo.

—Hasta hace dos noches quise rescatar nuestra relación. Intenté aromatizar con olor a pino mi jaula. ¿Mejor?

—Es que...

—Andrea —Él apoya sus codos sobre la mesa y mueve sus manos a modo de mostrarme cuan frustrado se siente—, déjame resolverlo, ¿sí? Te prometo que encontraré la manera.

—Tampoco me has dicho por qué le pediste casarte contigo —insisto.

Volvemos al silencio.

De ese tema no quiere hablar.

—Quiero ir al baño —pide insistente una niña pequeña a la mujer de la mesa continua a la nuestra. Está sola con la niña y un bebé, por lo que al no saber cómo organizarse mira con apuro al pequeñito.

La buena reputación de Oliver Odom ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora