Oliver
Porky en definitiva es «el hombre»
Celebro a lo grande tener un socio: fiesta, alcohol, mujeres, drogas...
No es cierto. Con Maggie vamos al parque de diversiones, ella vestida como Boo y yo como Sullivan y subimos a cada juego. Ahora que no estoy con Karin tengo más tiempo para Maggie, y me encanta porque ella es la única mujer en mi vida que no da problemas.
Es difícil vivir con la sensación de que en cualquier momento las personas que amas te dejarán, que algo malo pasará y de nuevo estarás solo. No es justo temer equivocarte solo por llenar falsas expectativas que otros tienen de ti. Eso es parte de lo que quisiera decirle a... Pero no... ya no.
Cuando llego al apartamento me saco los zapatos, el pantalón, la camisa y dejo todo tirado donde yo quiera; me desvisto por completo y ando en calzoncillos sin recibir ninguna queja por parte de Robin o Boris; ceno fast food con Coca-Cola y al terminar hago un coro de eructos sin temer ser llamado «sucio». No tengo que peinarme «para la ocasión», hacer ejercicio o cuidar lo que digo; y cuando quiero, sin temer llegar tarde para cumplir una agenda que poco me importa, me quedo dormido sobre el sofá rascándome las bolas.
¿Hace cuánto no gozaba de tanta libertad? Hasta canto ópera cuando me ducho.
Me ha costado, no lo niego; pero de nuevo, tal como ocurrió la primera vez que se marchó Andrea, encontré una rutina que me funciona.
Por las mañanas desayuno, paso el rato con Robin: peleamos, nos contentamos, volvemos a pelear; me entretengo con videojuegos, voy por Maggie al colegio, almuerzo con ella y Byron, y por la tarde, hasta muy entrada la noche, voy a Saveur. Dejé de trabajar para los Becker, hablé con el señor Rabagliati y en lo que consigo poner de pie mi restaurante trabajaré con él como jefe de cocina.
En mis días libres voy al lago, me recuesto sobre el muelle, duermo, pienso, me vuelvo a rascar las bolas, arrojo piedrecitas..., pienso. Me enojo conmigo mismo y trato de encontrar una salida. A veces me siento perdido. Libre, pero perdido. Es complicado de explicar pero trato de no ir ahí.
Recibo visitas de mamá. Desde que abandoné el hospital ha estado pendiente de que tome mis medicamentos, duerma ocho horas y le diga cómo me siento. Tenemos reuniones semanales en las que le platico cómo estoy y le enseño a cocinar. Y ahí vamos.
Ahí... vamos. El otro día fue el aniversario de papá y me acompañó al cementerio a dejarle flores, y hoy por la noche íbamos a ir al cine pero de imprevisto me confirmaron una cena.
Andrea
Tía Su por fin encontró la manera de decirle a la abuela que renuncia al Cisne para dedicarse por completo al Club de la botarga. Hizo que una botarga le trajera flores, chocolates y globos.
La conversación terminó como era de esperarse:
—¿Es legal, Su?
—Este...
—¿ES LEGAL?
—¿Cuándo he hecho algo que no sea legal?
—¿Quieres una lista?
—Madre...
—Me vas a enterrar, Susan. ¡Me vas a enterrar!
La parte más difícil fue ayudar a tía Su a mudarse con Abner, pero la veo feliz, enamorada y feliz, y eso es lo importante.
—Él se lo pierde —fueron sus palabras de consuelo cuando le platiqué lo sucedido con Oliver.
—Si le peleé la custodia del pato tú puedes hacer lo mismo por tu hijo —la convenzo y asiente con determinación.
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La buena reputación de Oliver Odom ©
RomanceLa Reputación #2 CONTINUACIÓN de La mala reputación de Andrea Evich, también disponible aquí en Wattpad. Es importante leer esa historia para comprender el contexto de esta (: La encuentras escribiendo el nombre en el Buscador o entrando a mi perfil...