Capítulo 18

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Oliver

Ganamos.

Aunque poco importa, la mayoría de las miradas en nuestra dirección son de enfado, son contados los aplausos. No los culpo, me atraparon «engañando» a mi leal prometida. «Él tiene novia», murmuran o «Esa zorra», refiriéndose a Andrea.

Pronto nos rodean al menos cien personas y los insultos, en su mayoría, son para Andrea. «¿Qué diablos?» Ella está atenta. Su labio inferior tiembla cada que alguien añade un oprobio nuevo a la lista.

«Esa cínica»

—Tú sabes la verdad —digo y se vuelve hacia mí como si recordara que sigo aquí, con ella.

«Mujerzuela», continúan criticándola. Teléfonos nos graban. Hola Instagram, YouTube, Twitter y nuestro viejo amigo Facebook. A diferencia de hace siete años, cuando todo apenas empezaba, hoy por hoy la santa inquisición tiene más foro en redes sociales.

—¡Es su ex novia! —escucho que nos defiende alguien.

Es la tía de Andrea abriéndose- paso entre todos para acercarse lo más posible a nosotros.

La gente no deja de hablar.

«Entonces es una arrastrada»

—«Tú sabes la verdad» —repite Andrea, citándome.

Sus ojos miran el piso al mismo tiempo que respira con dificultad.

Siento miedo. No debí exponerla a esto. ¿Y si por estar conmigo la obligan a revivir la misma experiencia de años atrás? Intento acercarla a mí para protegerla, pero niega con la cabeza buscando algo en el bolsillo de sus vaqueros. Lo encuentra. Es un lápiz labial. Aunque no parece el mismo tono que está utilizando, este es mucho más llamativo: Rojo. El mismo rojo fulgurante que tiene en los labios su tía. El labial debe pertenecerle a ella. De todos modos, lo que me sorprende es ver a Andrea sacarse la camiseta color celeste que lleva puesta para quedarse únicamente en sujetador. De cintura para arriba ahora solo viste un sujetador de encaje blanco.

Otra vez consigo recordar cómo cerrar mi boca.

A continuación, en lo que más gente le saca fotos, con música electrónica sonando de fondo y luces cambiando el color de la cara de todos, Andrea acomoda en su mano izquierda la camiseta mientras que con la derecha escribe palabras sobre esta. Escribe palabras en las mangas, el cuello, el pecho y la espalda.

Me cuesta creer que esto realmente esté pasando.

Al terminar, vuelve a meterse con tranquilidad la camiseta, en cuya tela ahora se leen las palabras: Puta, Cualquiera, Tonta, Aprovechada, Arrastrada...

Todo lo que le han dicho hasta ahora.

Las murmuraciones cesan.

Le pido el lápiz labial y marco una X sobre el escudo de Superman en mi pecho. Y eso, por lo que puedo ver, le da mucho en qué pensar.

Después, Andrea los mira a todos, uno tras otro. «¿Qué? Sigan hablando, amigos». Primero un aplauso, luego dos, tres, cuatro... Hasta ahí. Tampoco son tantos.

—Otro aplauso para los ganadores —dice Stephan al micrófono, situándose en medio de nosotros sujetando un sobre de Nerby's Pizza. Una vez más casi nadie aplaude.

Una vez entregado el premio, Andrea y yo caminamos de vuelta a la barra con más teléfonos apuntándonos cual AK-47.

Es malditamente incómodo.

—Lo lamento —me disculpo llamando con un gesto de mi mano al barman. Necesito un trago y creo que ella también.

—Un caballito de tequila —dice, mirando con suficiencia a quienes nos señalan.

La buena reputación de Oliver Odom ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora