Desperté temprano por la mañana, sentí las manos entumesidas y un ligero dolor en la barbilla. Como llevaba mucho tiempo sin tocar el violín, era normal.
Antje me había gritado para que bajara a desayunar, pero me puse a practicar un poco la pieza del recital, quería demostrar que era bueno tocando el violín pese a que llevaba años sin tocarlo. Iba a mitad del ensayo cuando Antje me quitó el arco de la manos.
-Se te enfría el desayuno, y si no te apuras llegarás tarde -su tono era dulce, pero sabía que me estaba regañando, lo veía en sus ojos.
-S-Sí -tartamudeé.
Dejé el violín sobre el sofá y me senté a desayunar. Comí lentamente, Antje se desocupó y me trajo un vaso de jugo de naranja, pero lo puso sobre la mesa con tanto descuido que el vaso se volcó y me empapó los pantalones.
-Debe ser un chiste -dijo Antje, ella se había mojado la mano-. Derramar jugo por la mañana trae mala suerte -murmuró y sacudió la mano.
Quise decir algo, pero me ahorré las palabras.
-Será mejor que subas a cambiarte. Y échale alcohol a eso o las hormigas acabaran con él -Antje se sentó y se llevó una mano a la sien.
-¿Sucede algo? -me atreví a preguntar. Antje se veía cansada y tenía unas ojeras muy marcadas
-¿Cómo qué? -posó sus manos sobre su regazo y cruzó las piernas.
-Te ves cansada, ¿sucedio algo en tu trabajo? -Antje negó con la cabeza- Antje -insistí-, soy tu hijo y por ende...
-Y por ende debes ir a quitarte ese pantalón si no quieres hormigas en las piernas.
Me levanté y fui a mi habitación a cambiarme. Fue una desgracia que se ensuciaran los pantalones, pues eran mis favoritos. Abrí el ropero y comencé a buscar unos pantalones parecidos a los que tenía, por que dejen que les diga algo, yo no pierdo el estilo, además, la camisa que traía combinaba con el pantalón.
Busqué un buen rato y no encontré nada. En total tenía ocho pantalones, exceptuando el que tenia puesto, los conté, pero solo estaban siete pantalones, y entre esos siete no estaba el que yo buscaba.
-Que raro, juraría que lo vi aquí -Murmuré.
Tomé un pantalón al azar, y me saqué el que tenía. Cuando me puse el pantalón limpio fui hasta la habitación de Antje.
-Antje -toqué la puerta.
-Dime. -la voz de Antje se escuchaba distante, debía estar en su baño.
-¿Haz visto los pantalones negros que tienen un bolsillo roto?
-¿Los que te compró tu abuelo y manchaste con salsa a los dos días?
-Si, esos.
-Lo lavé y lo metí dentro de tu ropero, ¿Por qué? -Antje abrió la puerta- ¿No están ahí? -negué con la cabeza-. Deben de estar ahí.
Antje fue hasta mi habitación y comenzó a hurgar en mi ropero, sacó todos los pantalones, los contó, volvió a hurgar en el ropero, contó de nuevo los pantalones y luego me vio con mucho desconcierto.
-Estaban aquí -se dio golpecitos en los labios con la yema del dedo índice-. Los lavé -frotó ambas manos, como si lavara el aire-, los doblé -giro las manos-, y luego los guarde aquí -hizo gesto de tirar algo-. Qué extraño. -se encogió de hombros-. Después los busco, ahora apúrate o llegarás tarde.
***
-Tus pantalones se habrán disgustado contigo por que no los usas, por eso se han perdido -dijo Yale mientras abría su casillero.
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Como te odio [Yaoi/Gay]
Teen Fiction¿Podrá el amor superar los obstáculos que se le interpongan? Después de ser arrastrado a vivir en un nuevo país, Neferet, un joven de 16 años, deberá aprender a adaptarse al cambio y a vivir una vida plenamente feliz. Su historia comienza en la ciu...