Capítulo 10

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Zelig se quedó mudo, sus mejillas estaban muy rojas y sus ojos brillaban como estrellas. Al cabo de un rato Zelig desvío la mirada y la clavó en mi violín, sin verme a la cara dijo:

-Preferiría que un cerdo fuese mi amigo -bufó.

Comencé a reírme fuertemente. No pude verlo, pero estaba casi seguro que una sonrisa se asomó por el rostro de Zelig.

-¿Te ha parecido gracioso? -hizo un gesto teatral-. Si a su majestad le ha parecido que mi comentario ha estado cargado de gracia, debo de decir que me siento muy alagado. -se puso de pie e hizo una reverencia.

Yo seguía riendo, y de tanto reír me comenzó a doler el estómago.

-Bien, bien. -paré de reír-. Ya, deja tus bromas -me puse de pie-. Tengo hambre, ¿quieres algo de comer?

Zelig se encogió de hombros.

-Preferiría un helado -dijo-, conozco un lugar aquí cerca.

-¿Planeas tomar un helado en pleno ensayo? -levanté una ceja.

-Sí, los helados son refrescantes.

No protesté.

Salimos y fuimos a una heladería que quedaba a dos cuadras de la tienda de John. Era un lugar pequeño, las paredes estaban pintadas con colores pastel y había entre cinco y ocho mesas, tanto dentro de la tienda, como fuera de ella. Nos atendió una muchacha que vestía el uniforme del lugar, una camisa a rayas con un delantal blanco y un sombrero de igual color, me sorprendió mucho la forma en la que iba maquillada y peinada, parecía sacada de los años cincuenta.

-¿Entonces son dos conos de fresa? -nos preguntó.

-¡No! -negué rápidamente con la cabeza-. Uno de fresa y otro de chocolate.

La muchacha sirvió los conos y nos los entregó. Zelig y yo nos queríamos sentar a comernos los helados, pero el lugar estaba lleno. Como no teníamos otra opción, fuimos hasta el parque y nos sentamos bajo la sombra de un árbol. Era un día muy lindo.

-Entonces, Neferet Klein -Dijo Zelig cuando se sentó-. Debo suponer que odias las fresas, o no las hubieras negado de esa forma.

-No odio las fresas -Lamí el helado-, soy alérgico a ellas.

-¿Alérgico? -Zelig me miró incrédulo.

-Sí, es una alergia severa, no puedo ni tocarlas, o eso me hago creer.

-Pero en tu casa vi fresas, y ayer me diste jugo de fresa.

-Antje es fanática de las fresas, no puedo negarle algo que le gusta por mis alergias.

-Ya veo -Zelig comenzó a lamer su helado.

El parque estaba calmado, a pesar de que había varias personas paseando y niños jugando, todo estaba tranquilo.

El viento sopló y sacudió las ramas del árbol en donde estábamos, varias hojas cayeron al piso, otras se enredaron en mi cabello y algunas se colaron dentro de mi camisa. Me saqué las que se metieron dentro de mi camisa, dejé las otras en donde estaban.

-Dime, ¿de dónde eres? -preguntó Zelig-. No reconozco tu acento.

-Nací en Hesse, pero al cumplir un año Antje me llevó con ella a Estados Unidos. He vivido allá los últimos quince años.

-Ya veo.

Silencio. Terminé de comerme el helado y me limpié la boca, siempre me ensucio cuando como helado. Zelig, por su lado, seguía comiendo su helado, con mucha calma, disfrutando de cada bocado. Cuando término, se levantó, se desperezó y me tendió una mano para que me pusiera de pie. Comenzamos a caminar por el parque sin rumbo fijo. Durante nuestra caminata, no hablamos ni nos dirigimos la mirada, nos mantuvimos en silencio. Quise entablar una conversación un par de veces, pero siempre resultaba igual, Zelig me ignoraba por completo.

Como te odio [Yaoi/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora