Capítulo 11

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Cuando salí de mi habitación fui lo más rápido que pude hasta la cocina, me ardían las mejillas, temblaba y el corazón me latía a mil por hora.

-Neferet, ¿estás bien, hijo? -dijo Antje cuando me vio.

Inspiré hondo y traté de serenarme.

-Sí -sonreí-, estoy bien.

-¿Seguro? Estás muy rojo -se puso delante de mí y posó una mano sobre mi frente-, fiebre no tienes, pero estás temblando.

-Estoy bien -le repliqué-, solo quiero desayunar.

Me aparté de Antje y me senté al lado de Yale, él estaba devorando unos huevos con crema de leche y pan.

-Sé que quieres comer pan, pero te preparé avena, ¿está bien?

-Si -asentí con la cabeza.

Antje puso un plato de avena caliente sobre la mesa, me tendió una cuchara y comencé a comer el silencio. Zelig bajó al rato y se sentó al otro lado de la mesa, bajé la cabeza para no tener que verlo a los ojos, sabía que si lo hacía me pondría rojo otra vez. Antje regresó con dos platos de pan, huevos y crema de leche y se sentó a comer con nosotros. Comí la avena lo mas rápido que pude y luego me levanté de golpe de la mesa.

-¿A dónde vas? -me preguntó Antje.

-Olvidé que tengo algo que hacer.

Fui hasta mi habitación, me dirigí a mi ropero y saqué de él unos vaqueros, una franela negra con rojo, unos zapatos gastados, un abrigo viejo y una gorra. Me cambié y luego fui hasta el cuarto de lavado, si estaba en lo cierto, Antje había dejado la ropa de Yale y Zelig dentro de la secadora. Y estaba en lo cierto, saqué la ropa, la doblé y la dejé sobre mi cama. Quité las cobijas de los colchones y luego los guardé, tomé mi mochila y bajé hasta el recibidor.

-¿Ya te vas? -dijo Yale, estaba recostado de la pared y me veía muy serio-. Es de mala educación dejar a solos a los invitados.

-Deja tus idioteces. Iba a esperarlos -arrojé la mochila y me senté en el piso-. Apúrense.

Yale y Zelig subieron a cambiarse de ropa, tardaron menos de cinco minutos en bajar, pero no recordaban donde dejaron sus mochilas la noche anterior, por lo que tardamos un rato en dar con ellas.

Para cuando llegamos a la escuela, ya había sonado la campana, íbamos tarde.

-A Beckerle no le gustará esto -comentó Yale-. Nos colgará de las orejas.

-Shh, encontraremos una buena excusa -dije.

-Ustedes -Zelig paró en seco-, yo no veo esta clase. -se nos adelantó y desapareció en un pasillo.

-Gallina -dijo por bajo Yale.

Llegamos a la puerta del salón de la profesora Beckerle, tragué hondo y toqué la puerta, hubo un silencio y después abrieron la puerta.

-Oh, pero miren qué tenemos aquí -dijo la profesora Beckerle, sus ojos saltones se clavaron en mí y luego en Yale-. Señor Weinmann, señor Klein, llegan tarde -señaló su reloj con el dedo índice-, treinta minutos tarde, me temo que...

Como te odio [Yaoi/Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora