SECONDO PREMIO

313 18 1
                                    

¿Alguna palabra que describa mi estado de ánimo ahora mismo?, tal vez nerviosa, desconcertada, confundida y atontada entre otros.

Mis pies se mueven solos hacia el centro del escenario. No soy capaz de dar zancadas grandes hacia la equis que marca nuetsra posición de inicio como hace Ian, yo voy dando pequeños pasitos hasta que finalmente, llego. En cuanto estamos en posición, el ambiente, la atmósfera mejora por momentos, nos apoyan desde abajo, nos aclaman, pero eso no hace que me tranquilice, todo lo contrario, mis manos tiemblan. El público espera de mí lo que tal vez yo no le pueda dar. Mi madre lo llamría problemas de autoestima, yo lo llamo ver la realidad desde un punto bastante estricto y subjetivo.

Miro tímidamente a Ian y me sonrie con algo de culpabilidad. Si no se hubiera quejado por mi golpecito, no estaríamos aquí, no estaría mareada y todo habría salido como esperábamos. Pero ¿Cómo iba a salir algo bien con Ian? Imposible. Necesito alejar esos pensamientos, mi cabeza grita ''déjalo ir, concéntrate. Haz lo tuyo y olvídate de él''. Creo conseguirlo y la música empieza a sonar. Mi respitación se agita y mi cuerpo se tambalea.

Siento que me desmayo y, antes de caer, Ian aparece detrás de mí y me sujeta. El show sigue y estoy consciente a pesar del mareo, así que bailamos lo que teníamos pensado después de ese pequeño percance, que parecía ensayado de antemano y no un problema de estabilidad (mental o física) por mi parte. Empiezo a sentirme cómoda a medida que pasan los segundos. Bailo como si mi vida dependiera de ello. Una coreografía limpia, técnica impecable, rostro de superioridad y un toque de sensualidad hace que el espectáculo sea digno de mirar. O eso pienso antes de tropezarme y cometer el mayor error que creo haber cometido nunca encima de un escenario.

Cuando la música termina, no aguanto allí. Salgo corriendo y nadie me sigue.

 —En cuanto te has ido, la gente pensaba que era parte de nuestra función —dice Ian, contento—, ¡Ha sido épico!

—A mí no me ha gustado, lo he hecho de pena. Hemos venido a ganar y vamos a quedar últimos.

—Eres muy pesimista —dice sonriendo—. Menos mal que estoy yo.

—¿Qué hablamos sobre la modestia en exceso? —digo con ironía, pero molesta.

—Bueno, bueno, dejemos ese tema —dice y cambia el rumbo de la conversación—. Se han desapuntado algunos concursantes. Éramos muchísimos ¿Dónde se ha visto tanto concursante? 

No me parece tan raro, mucha gente después del nivel, a sabiendas de que no van a ganar nada, se retiran a tiempo.

—Y ¿Cuántos quedan? —pregunto yo.

—Pues, debido a que llevas en el vestuario casi una hora... —dice y recuerdo mis lágrimas de frustración—, pues acaba de ir el jurado a decidir.

—No quiero saber cómo hemos quedado.

—Yo también me he confundido varias veces —dice intentando tranquilizame, pero consigue el efecto contrario con su magnífico comentario. Muy oportuno por su parte.

—Peor me lo pones.

Miramos al suelo y salimos fuera junto con nuestros competidores. Esto es lo que más odio de este mundillo. Su cara de superioridad y sus ganas de molestarte.

—Bien chicos, habéis estado genial todos, ahora, para matar el tiempo mientras el jurado toma su decisión, habrá una batalla de freestyle* —dice el presentador mirándonos a todos los cocursantes—. ¡Qué empiece la batalla!

La batalla empieza y mucha gente se atreve a salir. Ian también sale a bailar y lo animo desde el cículo que hemos hecho alrededor de él. La batalla termina y lo hemos pasado muy bien, pero el jurado aún no ha salido y llevan una hora decidiendo.

—Ian, vámonos. No hemos ganado nada —digo yo.

—Lo sé, pero ya que estamos aquí, vamos a ver quién ha ganado ¿No? —dice y hace una pausa—. Si en media hora no ha venido el jurado, nos vamos.

—No siempre tienes que ser tú el que toma las decisiones. No hemos ganado nada, me ha salido de pena, me he caído, Ian ¡Me he caído! Eso penaliza, y mucho —digo al borde de la histeria.

—Haz lo que quieras, eres una pesimista ¡No hay quién te aguante! —casi me grita—, si te quieres ir, vete. Yo me quedo.

Con mi gran orgullo recojo mis cosas y cuando voy a pasar por la puerta, oigo que los componentes el jurado, han decidido su veredicto, así que, aguardo en la puerta de la salida, por si las moscas. El presentador, hace una entrada y empieza desde el tercer puesto, del que no aparcen nuestros nombres. 

Me voy. Lo he decidido. Tan solo me estoy emocionando, porque mi torpeza la hemos pagado Ian y yo, bastante caro.

Voy hasta la moto, sigo mi procedimiento de siempre; Me pongo el casco, los guantes y la chaqueta de cuero. Echo la mochila a mi espalda y la ajusto por simple seguridad.

Voy a arrancar cuando oigo mi teléfono sonar.

—¿Sí?

—Pensaba no llamarte, pero ven corriendo.

—¿Ian? —pregunto desconcertada. Algún día aprenderé a guardar los números de teléfono y ponerle nombre para saber quién me llama.

—Sí, ¡joder, entra ya, que hemos ganado!

—Ian, no estoy para bromas —digo totalmente seria.

—Que entres. —me dice y corta.

Decido entrar. ¿Y si no lo decía por molestar? ¿Y si de verdad hemos ganado? 

Echo a correr hacia el edificio donde estaba hace a penas unos minutos. Oleadas de ilusión recorren mi cuerpo y llego a la sala de actos. Ian está encima del escenario con un gran cartón y letras en él que no distingo por la distancia... ¡Y UN TROFEO! Corro escaleras arriba y subo al escenario. 

—Hemos quedado segundos —susurra en mi oído.

Lo abrazo. Lo sé, estoy loca, pero ha sido gracias a él que estamos aquí arriba, si yo no hubiera metido la pata hasta el fondo seguramente seríamos los primeros. Ahora que veo el cartel pone: SECONDO PREMIO - 200€ 

—Me quedo con el trofeo —me dice.

—Que mas quisieras —digo yo—, el trofeo va en la estantería de premios de la academia de baile.

Appassionata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora