¿Boda?

234 12 0
                                    

CAPÍTULO 20 (sin corregir)

«¿Qué se sentirá al despertarte y ver tus sueños hechos realidad? ¿Por qué será que a mi me pasa lo peor? ¿Por qué yo me despierto de mis pesadillas y sigo en ellas? ¿Será que despierto pero en vez de mis sueños, se cumplen mis pesadillas?»—pienso nada más despertarme.

Extrañamente llevo más de dos semanas sin tener pesadillas, y por ello, había decidido quince días atrás no ir al psicólogo. Lo bueno, es que ya me han dado las vacaciones de navidad y lo malo es que cada día pienso más en mis pesadillas y por qué a mi.

Decido salir a la calle a pasear y pronto recibo una llamada de mi hermano.

—Hola Jordan.

—Hola —responde él por el altavoz—, oye, que tenemos una sorpresa.

—¿Tenemos?

—No te quiero dar pistas —me responde Jordan.

—No, tranquilo, que de momento no me has dicho ni lo básico.

—En tu casa dentro de… —hace una pausa y me imagino a Jordan mirando su reloj… ¿Qué reloj? Si nunca lleva reloj— ¿Qué hora es?

—Las once y media.

—A las doce en tu casa.

Y hasta ahí nuestra conversación telefónica.

Vuelvo andando a mi casa y en menos de quince minutos ya he llegado. Decido encender la chimenea del salón de mi casa y esperar sentada en el sofá hasta que llegue mi hermano.

El timbre de la puerta suena, y me levanto para abrir la puerta. Siento desmayarme al ver quien espera al otro lado. En efecto, como esperaba está Jordan, pero viene acompañado de alguien que no quiero ver ni en pintura después de haber desgarrado mi corazón.

Sé que alguna vez comenté que nunca me he enamorado, bien, creo que lo dije en forma de auto convencimiento. Sí que lo he estado alguna vez. Hasta las trancas.

Un flashback me paraliza por un momento. Él besándome y luego verle con otra, descubrir que era un juego, que yo era un juego.

—¿Qué es esto? —pregunto yo.

—Es mi cumpleaños —responde Mikel—, solo quería verte.

—Yo no quiero verte —digo yo.

Mikel se ríe.

—Mira que eres rencorosa, cariño.

—Vete.

—No —dice serio—, he venido hasta Italia para verte, al menos esperaba un hola, aunque sea seguido por una torta en la cara.

—Ni una ni otra —contesto—, adiós.

—Eh, eh —interviene Jordan—, no te comportes así.

—¿Encima lo defiendes? —pregunto indignada.

—Yo os voy a dejar hablando —determina mi hermano, Jordan—, luego me llamas —me señala.

Mikel sonríe con suficiencia mientras entra en mi casa.

—Bonita casa, tienes mucho gusto —me dice—, siempre te lo he dicho.

Cierro los ojos al pensar en todo lo que pasamos juntos, lo he superado, pero el dolor que pasé no me lo quita nadie. Se acerca cada vez más a mi, pero yo me voy alejando.

—No me toques.

En cuanto las palabras salen de mi boca, se para en seco. Los mismos ojos marrones y enormes que alguna vez creí que me miraban con amor, ahora me miran sin sentimiento alguno.

—Me alegro de que termináramos —digo yo mientras abro la puerta principal con un gesto indicando que se puede ir.

—¿Por qué? —pregunta Mikel.

—Porque tú te has enorgullecido.

—¿Se puede saber de qué me he enorgullecido? —pregunta dando un paso fuera de la entrada de mi casa.

—De no ser nada —contesto fría, y le cierro la puerta.

Escucho como llama y llama a la puerta, pienso que ya se ha cansado cuando entonces abro la puerta para verificar que no hay nadie fuera y me lo encuentro de nuevo, pero esta vez pone el pie entre el marco de la puerta y ésta misma, haciendo un tope y dejándome sin poder cerrarla de un portazo.

—No venía solo por mi cumpleaños, ni por placer de tan solo apreciar tu belleza de nuevo. Tampoco por esperar que me perdones, ni tampoco por oír tu melodiosa voz de nuevo, con un acento italiano que se te ha pegado —me dice, lo hace más difícil de lo que es—, vengo… vengo a invitarte a mi boda con Carla.

El alma se me cae a los pies. Se va a casar con aquella mujer de diez años mayor que él, con aquella mujer que destruyó nuestra historia, aquel cuento que yo creía perfecto.

—Antes de que te niegues, de verdad apreciaría que fueras.

—Yo… —digo y dirijo mi vista a mis zapatillas de casa con un peculiar manchón de yogur.

—Solo, piénsalo. Puedes llevar a tu pareja —cree que para mi es tan fácil volver a enamorarme como lo fue para él…— es en Julio, en Madrid.

—Lo pensaré.

Entonces, se da la vuelta y se va.

Así que esta es la suerte con los hombres de la que suelo hablar. Una auténtica maravilla, ¿no?

|NOTA DE AUTORA|

Chicas, se me ha estropeado el ordenador y estoy esribiendo desde el móvil, así que es cortísimo, cuando suba, será la segunda parte de este capítulo y escribiré para hacer maraton (me dan las vacaciones el viernes) y subiré dos capítulos seguidos el fin de semana.

No me matéis que yo os quiero.

VOTAD Y COMENTAD, AMORESSS.

Appassionata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora