Sombras vivas

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—¡Mamá! No es mi culpa —le digo a mi madre mientras ella me grita por el otro lado de la línea telefónica— ¿Crees que quiero soñar con él? —digo y automáticamente me arrepiento—. Mamá, no llores.

—Te dejo, hija —me dice despidiéndose e intentando dejar de llorar—. Tengo que ir a trabajar. Adiós.

No la contesto. Es así todo el tiempo, ella se cree que es siempre la víctima, al menos lo hace desde que ocurrió lo de su intento de asesinato y desde que yo sueño con la cara del desgraciado que lo intentó. Ella ya pasó la etapa de terror por las noches, yo lo sigo sin superar, y eso que a mi no me tocaron un pelo. Tal vez porque no sabían que presenciaba la escena desde el armario de la habitación de mi madre.

Recuerdo la lluvia entrando en casa y mojando el suelo desde la ventana abierta de la habitación oscura. Mi terror al ver la cara del agresor con la característica sombra por la poca iluminación del dormitorio. Mi madre en el suelo, sus manos luchando...

—Shanon, Shanon —me saca Janet del trance emocional—, ¡Shanon!

—Perdón —respondo.

—Nada —me contesta—, solo que acaba de llegar Derek a casa.

—¿Qué? —pregunto sorprendida— ¿Qué hora es?

—Pues ya son las ocho de la noche —me dice—, te has tirado todo el día estudiando y luego ha llamado tu madre, lo que no ha ayudado a que te des cuenta de que el día solo tiene veinticuatro horas, no treinta y seis.

—Me voy a vestir.

Voy rápidamente a mi habitación y saco la ropa que me voy a poner. El armario está oscuro, así que me decido por abrir la cómoda y no afrontar el miedo que tengo en estos momentos solo por recordar aquel día y un armario que probablemente me salvó mi vida. Mis manos se han recuperado bastante, y como ya ha oscurecido, sé que no se dará cuenta.

—Hola Derek.

—Hola bella —dice y besa mi mejilla—. Te apetece... ¿Rock o house? O tal vez algo más elegante.

—Me he vestido elegante —digo y río—, espero que no me lleves a un garito de mala muerte.

—Vale, lo que tenía pensado —me dice—. Por cierto, estás muy guapa y espero que ya te encuentres bien. Janet me ha asustado un poco esta mañana. 

—Ya estoy bien, gracias.

Me da la mano y me extremezco, creo que no se ha dado cuenta de que me aprieta mucho la mano, y me duele. Pero yo solo sonrío.

Oculto mi dolor a los demás, soy una especialista en esto. Si fuera dolor emocional me costaría algo más, pero esto es algo superficial. No se va a enterar de qué me hace daño al estirar de mí desde mis manos. Entonces cuando creo que mis heridas no van a dar más de sí y empezarán a sangrar, llegamos hasta su coche, y ¡Qué coche!

—¿Vamos a ir en este coche?

—¿No te gusta?

—Creo que me he enamorado —digo.

—Normalmente enamoro a las chicas con algo más de margen de tiempo... veo que eres rápida.

—¡Eh! ¡Hablaba del coche! —respondo fingiendo enfado.

—Sí, sí. Eso me decían todas —otro modesto. Suspiro sonriendo y negando con la cabeza.—Déjame abrirte la puerta.

—No es necesario, yo abro la puerta de mi coche todos los días, no va a cambiar que hoy me la abras tú.

—Menos trabajo para mí —este es tonto—. Pensé que solo tenías moto.

 —Me gusta más la moto que el coche.

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