Capítulo 4

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Salimos de la cafetería hacia los solitarios pasillos -¿Porque nunca cambian el color de las paredes? Pregunte fijándome bien, era el mismo amarillo chillón que en mi época.

-Nicole- me llamo Cris, le preste atención -Tengo que felicitarte, lo estas haciendo muy bien.

-¿Bien? Mi mamá odia a Barbara y Barbara nisiquiera recuerda el nombre de ella ¿Cómo se supone que lo estoy haciendo bien?- pregunte mirandola, alzando un poco la voz.

-Tranquila cariño, no es fácil, pero te diré una cosa, tenes hasta la noche del baile de bienvenida para juntarlas, ellas deben besarse a las doce y diez, ni un minuto más, ni un minuto menos, de lo contrario...desapareceras- mi corazon dio un vuelco en una curva mortal, creo que estaba empezando a olvidar mi infancia.

-Dios ¿Cómo voy a lograr eso? Mi propia madre me chamuya- le dije indignada.

-Es porque te pareces a Micaela...claro, la Micaela que era esa noche. -Me dijo y esas palabras fueron desconocidas para mi.

-No entiendo.

-Claro que no, sos la hija de Barbara- dijo. La mire con los ojos entrecerrados -Escucha, Micaela era una chica tímida, introvertida y asocial antes de esa noche, esa noche Barbara la salvo.

-Recuerdo la historia: ella salió llorando del gimnasio y Barbara salió detrás de ella, se besaron y bla, bla, bla.- Cris negó con la cabeza ante mi reacción.

-Exacto, empezó a salir con Barbara y cambio- mire al vacío recordando todas las peleas.

-No lo suficiente.- dije nostálgica -Cris ¿Vos pensas... que si lo hago diferente ellas...nunca se divorcien?- Ella me miro, levanto el mentón para que la mirara a los ojos.

-Eso nadie lo sabe cariño, eso es parte del presente y les corresponde arreglarlo a ellas- asentí con los ojos llorosos.

-Tengo que irme, ve, ve a hacer lo que debes- escondí mi cara en mis manos y seque las lágrimas. Cuando abrí los ojos ella ya no estaba.

El timbre sonó y una avalancha de gente me azotó contra los casilleros: yo luchaba por abrirme paso entre la gente, y no veía a Mamá, empujaba personas por aquí y por allá hasta que por fin la vi.

-Ma...Micaela- salve mi error.

-Hola Nicole - dijo y vi que tenia su mochila puesta.

-Hola, eh...¿Porque tenes tu mochila? ¿No hay más clases? 

-No. Hoy ya no hay más clases, es viernes- la tía apareció de la nada.

-¿Lista? ¿Vamos a tu casa Mica?- pregunto.

-Si, ¿Quieres venir?- me miro.

-Si, igual no tengo a donde ir- me encogí de hombros.

-¿Que quieres decir?- pregunto. Me puse nerviosa, no lo pensé bien antes de decirlo.

-Ah...pues que...soy huérfana- Sólo dije lo primero que se me vino a la cabeza, cerré los ojos al darme cuenta de la tontería que había dicho.

-¿Que?- pregunto mamá afligida.

-Pues...si, y me han echado del orfanato porque estoy grande y se supone que debería ir con una familia adoptiva pero me escape- eso, mentirosa profesional, pensé con sarcasmo.

-Dios, que horror. Puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que necesites- bingo.

-¿En serio? Gracias.- la abrace, ella correspondió mi abrazo. Hace mucho no abrazaba a mi madre. -Te quiero- le dije. Pude oír como reía.

-Eres muy tierna- me aleje un poco.

-En serio gracias- le sonreí.

-Cómo quieras- Ella sonrio con ese aire de "todo va a estar bien" parecía tener esa cualidad, esa cualidad de decirte todo con la mirada, Barbara sería una tonta si no logra verlo.

-¿Ya nos vamos?- pregunto tía Karen.

-Claro, vamos- dije.

En el camino a casa ellas hablaban de cualquier tontería, jamás la había visto tan feliz, era hermosa cuando sonreía, tenia una vibra tranquilizante, pacífica pero divertida.

Llegamos luego de caminar unas cuantas cuadras, la casa de la abuela no estaba tan lejos de la escuela como mi casa. Entramos por la puerta de la cocina y ahí estaba la abuela, horneando algo, el aroma a dulce se olía desde lejos, ella se veía muy joven y hermosa.

-Abuela- murmure. No la había visto desde los siete. Morío se cáncer en el pulmón y volverla a ver fue demasiado para mi. Unas lágrimas se derramaron por mi mejilla.

-¿Estas bien?- me pregunto mamá.

-Si, es solo que...Nada, no me hagas caso.- seque mis lágrimas y sentí el abrazo de mi madre. -Gracias Micaela- le dije, y ella sonrio .

-Mamá- la abuela se volteo agitando su hermoso vestido amarillo. -Ella es Nicole, mi nueva amiga.

-Un gusto en conocerla- extendi mi mano, la abuela la estrecho sonriendo.

-El gusto es mio, puedes llamarme Mirta- le sonreí.

-¿Se puede quedar ella un tiempo con nosotros...es huérfana y no tiene donde ir?- le dijo. La abuela se afligio y me miro con ternura.

-Quédate el tiempo que quieras, cariño- acarició mi mejilla.

-En serio, gracias a ambas. Abrace a mi madre y luego a mi abuela.

Siempre le había pedido a Dios un día más para estar con ambas, juntas, como en los viejos tiempos, jamás pensé que fuera posible y menos de esta manera pero al parecer mi deseo superó todas mis expectativas.


La historia de mis madres (Barbica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora