𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒▪︎𝖳𝖾𝖾𝗇 𝖶𝗈𝗅𝖿

03. Isaac Lahey

Desperté a causa de unos golpes en la puerta, arrastré mis pies a esta y la abrí. Allí estaba Isaac, mojado, aunque mejor dicho, empapado.

—¿Puedo pasar? —susurró algo triste, a lo que yo asentí confundida.

Miré por la ventana y vi la lluvia caer com enojo. Isaac se sentó en mi cama y dejó un bolso que traía consigo en una silla, caminé hacie él e intenté buscar su mirada.

—¿Qué te pasó?

—Tuve que irme de mi casa. —respondió cabizbajo.

No pregunté más y lo abracé.

—Sea lo que sea, puedes contar conmigo, Isaac. —susurré sobre su cabeza.

Él me abrazo más fuerte y comenzó a llorar, mientras yo acariciaba su cabello.

—No se que haria sin ti, Alex. —dijo parándose de la cama.

Yo sonreí y comencé a quitarle la ropa.

—¿Qué estás haciendo? —balbuceo sonrojado.

—Estas mojado y te puedes enfermar. —dije quitándole su camiseta —Además vi a Scott, mi propio hermano, en ropa interior muchas veces y viceversa ¿Cuál es la diferencia? —admiré sus abdominales bien marcados y no me contuve, comencé a tocarlos uno por uno.

Mordí mi labio cuando me di cuenta que mis manos estaban alrededor del pliegue de su pantalón entonces las saqué rápidamente.

—Lo siento. —dije avergonzada.

—No te preocupes. —hizo una pausa —Aunque he querido hacer esto desde que te conocí. —lo miré confundida.

—¿Hacer qu...?

No terminé de hablar ya que Isaac pegó sus labios contra los mios. Me quedé estática, sin poder reaccionar por un momento, no creía que él me estuviera besando pero tuve que reaccionar en cuanto sentí sus manos en mis mejillas para intensificar el beso. Sus labios se movían en una perfecta sinfonía con los míos mientras que poco a poco abría mi boca para que él introduzca su lengua, la cual comenzó una guerra sin fin con la mía. Pero como se sabe, todos los globos se pinchan, y el mío no sería excepción.

—Lo siento. —se disculpó mientras sacaba sus manos de mis mejillas, alejándose.

Bajó su cabeza, avergonzado, dejándome un tanto confundida y aturdida por la situación que se acababa de dar. Pero no me iba a quedar de brazos cruzados.

Caminé hasta él, quedando solamente a cenar de su cuerpo.

—No. —negué con la cabeza, logrando que él me mirara —Tus manos van aquí, —dije guiandolas a mi cintura —las mias aquí —puse una mano en su cuello y la otra en su mejilla —y mis labios aquí. —y volví a besarlo.

Esta vez el beso era más pasional. Sus brazos abrazaron mi cintura, apretandome contra su anatomía. Un jadeo se escapó de mi, cosa que al parecer lo incentivó a caminar hasta que mi espalda tocó la pared fría. Mis manos recorrieron todo su abdomen mientras que mi pelvis rozaba la suya.

—Te quiero. —susurró contra mis labios.

—Yo también, Isaac.

Y así concluyó nuestra noche. Besos, besos y caricias.

El paraíso para ambos.