18. Christopher Argent.

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(+18)

—Allison, ¿Dónde diablos estás? -dije molesta, caminando en círculos por toda la alcoba de la disque señorita Allison.

Lo siento, Beck. En 30 minutos llegaré a casa. Lo prometo. —respondió mi mejor amiga a través del celular.

—¿¡Qué!? ¡No me quedaré por 30 minutos sola en tu casa, Argent! —exagere haciendo ademanes desesperados con mis manos.

No como si tuviera algo importante que hacer, es solo que no quería cruzarme a Chris.

No estarás sola, Hale. Mi padre estará ahí, me dijo que está yendo ahí.

Oh no. Carajo.

Bien. Para ponerlos en contexto: Christopher Argent, el padre de mi mejor amiga, es mi gran crush desde que pisé Beacon Hills.
Siempre que vengo a la casa de Ally, él está con esa ropa ajustada, realzando su cuerpo de Adonis, o arreglando sus armas, lo cual lo hace realmente atractivo. Cuando levanta cajas pesadas o cuando cambia la rueda de su camioneta, en ese momento perfecto donde sus bíceps se marcan más de lo normal y sus venas resaltan en sus brazos. O cuando te mira directamente a los ojos, esos ojos en los que no sabes si miras el cielo celeste y hermoso, o si ves un océano profundo, oscuro, lujurioso e intimidante.

¿Hola?, ¿Beck, sigues ahí? —la voz de Ally fue lo que me trajo de nuevo a mi dolorosa realidad.

—Eh... ¡Si, si! Sigo aquí —sacudi mi cabeza intentando concentrarme.

¿Podrás, Beck? Por favor, papá no debe saber que estoy en una cita con Isaac. Sabes cómo se pone cuando hablamos de él.

—Si, Ally, lo sé. —masaje mi puente nasal hasta que solté un suspiro. —Te la cobraré muy grande, Argent.

¿¡En serio lo harás!? ¡Eres lo más, Beck! —reí ante la emoción de mi amiga.

—Lo sé. Ahora ve y disfruta de tu príncipe peludo, yo me haré cargo de Chris.

Gracias, Beck. Te amo.

—Yo también, adiós.

Y finalizada la llamada, me miré al pequeño espejo que había en la habitación de Allison.

—Ok, Rebecka, puedes hacerlo solo es quedarte un rato con tu amor platónico de quien realmente le tienes unas ganas tremendas, pero harás de cuenta que es un padre para ti. Aún que quisieras que fuera tu sugar daddy. —arreglé un poco mi cabello para que se vea un poco más decente —Total, soñar es gratis ¿No?

—Yo diría que no.

Pegué un respingo en mi lugar, asustandome de una gran manera pero lo que más me asustó fue la voz grave y ronca de la persona por quien acabo de babear prácticamente.
Giré lentamente y me encontré al señor Argent recargado en el marco de la puerta, vestido con una camiseta negra la cual se ajustaba perfecto a su abdomen y bíceps grandes, y unos jeans negros que le quedaban de infarto.

Dios, en serio tengo que dejar de leer novelas románticas adolescentes.

—¡Chris! Digo, señor Argent. ¿Cómo entró? —todo esto lo dije nerviosa y trastabillando con todas las palabras.

—¿Se te olvida que estás en mi casa y que tengo las llaves? —sonrió agitando un manojo de llaves en su mano.

Con cada cosa que digo o hago parezco más idiota de lo que soy.

—Claro.

Mis manos sudaban horrible y mis nervios estaban a flor de piel al pensar que este dios griego y yo estaríamos solos durante media hora. Solos. Los dos. En la casa.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒▪︎𝖳𝖾𝖾𝗇 𝖶𝗈𝗅𝖿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora