A las seis, __________ bajó la escalera sur hasta el vestíbulo de entrada de la biblioteca y salió a la cálida tarde de verano.
La verdad era que no esperaba que Park Chanyeol estuviera allí. Tras todo un día de trabajo, había llegado a la conclusión de que el libro de Bettie Page y las notas era una bobada, una broma como castigo por haberlo sorprendido en el cuarto piso.
Aun así, el pulso le iba a mil por hora cuando bajó la amplia escalinata de mármol hasta la Quinta Avenida. Una vez allí, se alisó tímidamente la falda y se abanicó con el libro de bolsillo que llevaba.
—¿Dónde está el libro de Bettie Page?
Sobresaltada, se dio la vuelta y vio Chanyeol detrás de ella. Estaba increíblemente guapo, con un traje oscuro y una corbata de un intenso color púrpura. Sus ojos, que parecían negros en contraste con el leve tono dorado de su piel, estaban fijos en ella con una intensidad que la dejó sin respiración. De nuevo se maravilló de la perfección de su cara, de sus espectaculares y elegantes rasgos que, de algún modo, eran hermosos, pero también marcadamente masculinos.
—¿Qué?
—El libro ilustrado que te he regalado. No creo que quepa en ese andrajoso y pequeño saco que llevas — respondió, mirando con desdén su bandolera Old Navy.
—Todo lo que necesito lo llevo en este bolso, muchas gracias.
—Espero que eso incluya el libro.
Ella se colocó bien el bolso en el hombro y contestó: —No, no lo incluye.
—Ve por él —le ordenó.
—¿Perdona?
«¡Menuda cara!»
—Me miras como si te hubiera dicho algo ofensivo. ¿Mi nota no decía que eran «deberes para casa»? Eso significa que debías llevarte el libro. ¿De acuerdo?
—Sí... excepto que no sé por qué deberías ponerme deberes.
Él sonrió, revelando un hoyuelo en la mejilla derecha.
—Supongo que me gustaría ser tu profesor. —Entonces se puso serio. Seguía con los ojos clavados en ella, desconcertándola—. Te sorprendería lo que podrías aprender.
________ tragó saliva con fuerza.—Vamos, compláceme —le pidió.
Con un suspiro, ella decidió seguirle el juego. Por el momento. Volvió a subir la escalera.
—Y rápido —le gritó.
_________ se dio la vuelta y lo fulminó con la mirada. Chanyeol soltó una sonora carcajada que hizo que a ella le resultara imposible no sonreír.
Vale, de acuerdo, podía ser encantador. «Pero esto es una locura», se dijo. ¿Por qué estaba dejando que aquel tipo le diera órdenes? No sabía si era por la curiosidad de descubrir lo que tramaba, por su tendencia a querer complacer a la gente, o, la opción más patética, la embarazosa atracción que sentía por él.
En cualquier caso, entró a toda prisa en la biblioteca, se dirigió a su escritorio, cogió el libro y se lo pegó al pecho con un brazo, sorprendida con su peso. De repente, le vino a la cabeza una idea inquietante: ¿y si cuando saliera él se había ido?
No supo por qué eso la puso tan nerviosa. ¿Y qué si se iba? Descartaría todo el asunto como un alocado momento propio de Nueva York. Pero en cuanto salió, lo vio en la puerta, había subido también. Volvió a fijarse en su aspecto impecable, desde el traje a medida hasta los impolutos
zapatos. En contraste, se sintió acomplejada con su falda ancha y larga y la sencilla blusa de manga corta que tenía desde el primer año de facultad.
—Déjame que te lo lleve —se ofreció Chanyeol y _______ le dio el libro—. Después de ti —añadió, señalando le la Quinta Avenida.
Ella bajó la escalinata con cautela, con él detrás.
Un reluciente Mercedes negro los esperaba en la esquina de la calle Cuarenta y uno. Chanyeol le abrió la puerta.
—¿Adónde vamos? —preguntó _________, vacilante.—A cenar. ¿No has recibido mi nota? —le preguntó.
Ella se deslizó en el asiento trasero Chanyeol entró después.
Al volante había un chófer vestido con traje, que se puso en marcha de inmediato.
—He recibido los otros libros —comentó __________—. Las novelas.
Chanyeol asintió.
—Quizá descubras al nuevo Tom Perrotta. Ella lo miró suspicaz.
—¿Te estás burlando de mí?
—No —respondió sonriendo y negando con la cabeza—. ¿Por qué habría de hacerlo? Alguien va a descubrir al
próximo gran escritor. ¿Por qué no podrías ser tú?
—No lo sé —admitió, sin saber aún si hablaba en serio. El coche avanzó despacio por el intenso tráfico.—Deja que te pregunte una cosa —dijo Chanyeol—.
¿Por qué te mudaste a Nueva York?
—Para trabajar en la biblioteca —respondió ella con convicción.
—¿Ésa es la única razón?
—Bueno, sí —contestó ______, dudando de su propia respuesta—. Quiero decir, ¿no es suficiente?
—No lo sé —respondió él. Había un desafío en sus oscuros ojos—. ¿Lo es?
Se sintió apurada e, instintivamente, le devolvió la pelota:
—Bueno, ¿y por qué te mudaste tú?
—Yo no me mudé, yo nací aquí. Pero de no ser así, lo habría hecho. Eso seguro. Y la mayoría de la gente que conozco que no ha nacido aquí, no es que se mudara, sino que vino corriendo para conseguir su objetivo.
—O quizá salieron corriendo porque huían de algo — comentó _________, pensando en su madre.
De inmediato, lamentó haber dicho eso, pero afortunadamente él no la presionó al respecto.
—Entonces, ¿nunca has querido ser actriz, modelo o algo por el estilo?
_______ cruzó los brazos; ahora ya segura de que se estaba burlando de ella.
—No —contestó con frialdad.
—Interesante —comentó él—. La mayoría de las mujeres con tu aspecto lo habrían hecho. No puedo creer lo inconsciente que eres de tu belleza.
Ella sintió que se sonrojaba. No era que no le hubieran hecho cumplidos antes; la gente le decía que tenía unos ojos o un pelo bonito, y que era «mona». Ella nunca se había preocupado de su complexión o su peso, como muchas de sus amigas, pero desde luego no era una belleza. Tenía una altura media, la nariz demasiado ancha para su gusto y el labio superior demasiado fino como para poder hacer gala de la seductora belleza de una Scarlett Johannson, Kim Kardashian o Angelina Jolie. Desde luego, nunca se había sentido objeto de verdadero deseo, aunque quizá, en parte, eso fuera culpa suya, por no creerse merecedora de semejante atención.
El tráfico se despejó y pasaron junto a Park Avenue como una exhalación. En un momento determinado, el chófer giró hacia la Quinta. Se detuvo frente un edificio que __________ reconoció: el hotel Four Seasons, de 52 pisos, diseñado por I. M. Pei. Conocía muchos de sus edificios.
Era uno de los arquitectos favoritos de su padre.
Un portero del hotel abrió la puerta del coche. Chanyeol salió primero y luego le tendió la mano para ayudarla. Ella vaciló, no sabía si debía darle la mano, pero incluso con su instintiva reticencia, no podía haber anticipado que su contacto haría que un temblor la recorriera como una corriente eléctrica.
Chanyeol la guió al interior del vestíbulo de piedra caliza, inspirado en el art déco con unos techos que debían de tener más de nueve metros de altura.
—Te esperaré aquí —dijo él y le dio una llave electrónica—. Es de la habitación 2020.
________ se quedó mirando la tarjeta, pero no la cogió. —No lo entiendo.
—No pensarías que podías salir a cenar vestida así, ¿verdad? —preguntó.
Ella sintió que la sangre le subía a la cara y no supo si se sentía más avergonzada u ofendida.
—Si no puedo llevar esto para ir al restaurante, entonces quizá deberíamos ir a otro sitio Chanyeol la miró con unos ojos serios que mostraban lo que ________ estaba empezando a reconocer como su habitual desafío.
—¿En serio? Pensaba que a alguien con tu curiosidad
intelectual podría gustarle ver otro aspecto de la vida. ______ pensó en el sentimiento que la había atormentado desde que tenía uso de razón: el miedo. Miedo de lo que pasaría si no hacía lo correcto, si no iba a lo seguro, si no sobresalía. Y luego, en cambio, el miedo a que las cosas le pasaran de largo, a verlo siempre todo desde fuera. Cogió la tarjeta.
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LA BIBLIOTECA
FanfictionProtagonistas TU Y CHANYEOL Apto para mayores de 18+ puede contener Lemons, Morbo & mas (si te sientes apta para leerlo adelante) es una historia adaptada créditos a su verdadera autora