LA BIBLIOTECA CAP XXXIV

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_______ apoyó el pie en el lateral de la bañera. La espuma llegaba casi hasta arriba. Inspiró profundamente y disfrutó del agua caliente con olor a lavanda.
Chanyeol había sabido exactamente qué hacer cuando regresaron a su apartamento. La ayudó a quitarse el conjunto Morgane Le Fay, la envolvió en una suave y enorme toalla y la llevó de inmediato al cuarto de baño, donde la dejó sola para que se relajara.
No sabía cuánto tiempo había estado en el agua. Tenía los dedos de los pies y de las manos arrugados. Se sentía relajada y nerviosa al mismo tiempo. Y estaba cansada de estar sola.
Le dio a la palanca con el pie para vaciar la bañera. Se levantó, un poco mareada al principio, y se envolvió en una toalla blanca. Se secó la nuca y se soltó el pelo para que le cayera sobre los hombros. Cuando se miró al espejo, vio que se le había corrido el perfilador y el rímel con las lágrimas. Usó una toallita para limpiárselos lo mejor que pudo.
Entró sin hacer ruido en el dormitorio.
—Pensaba que no ibas a salir nunca —le dijo Chanyeol con una sonrisa.
Se había cambiado. Llevaba unos bóxers blancos y una camisa de un azul intenso desabrochada y con las mangas dobladas. A ________ le encantaba con camisa, cómo se le rizaba levemente el pelo por detrás, sobre el cuello. Estaba tan desgarradoramente guapo que hacía que todo lo que había estado pensando en la bañera le resultara mucho más difícil.
Vio las dos copas de vino blanco en la mesita de noche. Chanyeol, que había seguido su mirada, cogió una y se la tendió.
—Gracias —le dijo.
Estaba frío y seco y, en ese momento, le pareció lo mejor que había probado nunca.
Él se sentó en el borde de la cama y ella se acomodó a su lado y se volvió levemente para poder mirarlo a la cara. Cuando le sonrió, ______ casi perdió el valor al ver aquellos hoyuelos. Pero no se permitió acobardarse.
—Chanyeol, aprecio que hayas organizado todo esto para solucionar el problema de confianza en nuestra relación. Pero lo que ha sucedido esta noche... Así no vamos a aprender a confiar el uno en el otro. Ni a conocernos. Al menos, no del modo que yo deseo.
—¿Qué tienes en mente? —le preguntó de aquel modo burlón tan propio de él.
—Te pusiste furioso porque no te dije que era virgen, por no desvelarte la verdad sobre mi experiencia sexual. Pero tú no me cuentas la verdad sobre tu pasado, tu historia, tu vida.
—Por supuesto que sí —protestó—. Y ya te dije que sentía que Sunmi...
—Esto no tiene nada que ver con Sunmi. Al menos, no respecto a eso. ¿Conoces a Margaret, de la biblioteca? Me habló de tu madre.
La sonrisa de él desapareció.
—¿No es un poco mayor para andar con cotilleos?
—No estaba cotilleando. Nos vio salir de la sala la otra noche. Supongo que sintió que yo debería saber algo sobre el hombre... con el que estoy saliendo.
—Pero no te dijo nada sobre mí, ¿verdad? Te habló de mi madre.
—Vamos. No actúes como si no supieras lo que intento decir. ¿Por qué no me contaste toda esa historia? La noche de mi cumpleaños, estuvimos hablando sobre lo que nos preocupaba de nuestros padres y tú no dijiste ni una sola palabra del tema. ¿Por qué?
—Porque, como ya te dije respecto a Sunmi, no tiene nada que ver contigo.
—Pues yo digo que sí tiene que ver. Si no hablamos sobre cosas reales, ¿cómo podremos confiar el uno en el otro? El sexo espectacular no es lo que hace que una relación funcione.
—¿Cómo puedes saberlo?
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, en vista de que hace unas pocas semanas eras virgen, eso me lleva a pensar que no has tenido muchas relaciones serias, si es que has tenido alguna. Sexual o de otro tipo. ¿Las has tenido?
—La verdad es que no —reconoció.
—Bueno, yo sí. Y mis relaciones son todas así. Y así es como quiero que sean.
—Dijiste que era diferente conmigo.
Chanyeol suspiró.
—Me siento diferente contigo.
—¿Cómo?
—¡No lo sé, ______! —gritó exasperado—. A veces creo que me gustas más que ninguna otra con la que he estado. Tu falta de experiencia me resulta estimulante. Creo que tienes buen corazón. Es asombroso que no estés hastiada. Es fácil sorprenderte y complacerte. Pero eso no cambia lo que quiero sacar de esto.
—¿Y qué es?
—Exactamente lo que tenemos. Excepto que deseo fotografiarte.
Ahora fue ella la que se exasperó.
—Eso otra vez no.
—Para mí, eso es intimidad. Compartir.
Ella se levantó de un salto de la cama y derramó un poco de vino sobre la toalla.
—No me lo puedo creer. Te estoy diciendo lo que siento que me falta en esta relación o como quieras llamarlo, ¿y tú me estás pidiendo más? ¿Por qué debería darte lo que deseas si tú te niegas siquiera a intentar darme lo que yo deseo?
—Pensaba que lo estaba haciendo —replicó impasible.
—Pues no, no lo estás haciendo —lo contradijo _____.
Chanyeol pareció pensar en ello y luego asintió despacio como si respondiera a una pregunta.
—Te llevaré a casa —le anunció en voz baja.
—Lo que tú necesitas es un chico guapo y normal — afirmó Kristal.
Era última hora de la mañana, una interminable mañana durante la cual _______ había sentido cómo pasaban las horas en la oscuridad, en vela, hasta que el sol finalmente le indicó que ya podía levantarse de la cama.
Ante los bollos y el café, no pudo evitar desmoronarse delante de su compañera de piso. Le habló del Jane Hotel, sospechando que incluso la imperturbable Kristal se escandalizaría por los acontecimientos de la noche anterior. Pero ésta se limitó a abrir unos ojos como platos y a suspirar:
—Me encanta el Jane.
Luego, como si recordara de repente que sus deberes de amiga y compañera de piso requerían un poco más de empatía, le apoyó una mano en el brazo y dijo:
—¿Qué te he dicho desde el principio? Diviértete, pero no esperes nada más. Así que triunfaste y ahora puedes apuntar esto como una loca experiencia amorosa en Nueva York que podrás contarle a tus nietos algún día.
________ la miró.
—¿Crees que ésta es una historia que podría contarles a mis nietos?
—Bueno, quizá a los tuyos no. Aunque estoy segura de que a los míos les encantará oírla. —Se rió a carcajadas mientras se daba palmaditas en los muslos.
________ se pegó las rodillas al pecho y se las abrazó, deseosa de que el sofá se la tragara.
—Me alegra mucho que esto te parezca divertido. —No me río de ti, ________. Sabes que yo he pasado por lo mismo.
Sí, Kristal había experimentado ese tipo de sufrimiento tras su ruptura con Chen. El dolor que era casi físico, la incapacidad de comer o dormir. Era como el estallido de energía que _________había sentido cuando vio por primera vez a Chanyeol, pero atrozmente al revés.
Y Kristal tenía razón. Se lo había advertido.
—Sabes que después de lo de Chen me quedé destrozada —continuó la chica como si le leyera lamente—. Pero ¿qué hice?
—No lo sé —reconoció _________.
—Volví a subirme al caballo, como diría mi madre. ________ no sabía a qué se refería. Por lo que a ella concernía, no se había cabalgado mucho en aquel apartamento desde la ruptura. Aunque quizá había estado demasiado absorta en su drama como para darse cuenta de qué había estado pasando últimamente con su compañera de piso.
—¿Qué me sugieres? —preguntó entonces, más por continuar educadamente la conversación que por verdadero
interés.
No había nada que Kristal pudiera decirle para que se sintiera mejor. Se había enamorado locamente de un hombre inalcanzable y sin duda jodido, destrozado, y las probabilidades de que ella encontrara la felicidad con otro hombre eran las mismas que tenía de llegar a Narnia a través de su armario.
—Yo te organizaré algo con alguien —comentó su compañera.
—Eh... No, gracias —se negó ________, aún estremeciéndose al pensar en Ken y sus colegas en el Nurse Bettie.
—Sé que no te será fácil salir con un mero mortal después de Park Chanyeol, pero tienes que confiar en mí —insistió.
—Sí —afirmó ________—. Últimamente he estado oyendo mucho eso.
Volvió a su dormitorio y cerró la puerta.
El lunes por la mañana, ________ corrió hacia el mostrador de devoluciones con su café de Starbucks de extranjis. De repente, vio que Sunmi avanzaba en la misma dirección, un metro por delante de ella, moviéndose de
prisa. Su cola de caballo rubio platino se ondeaba detrás de su cabeza como una bandera enemiga.
________ tiró el café en la primera papelera que encontró y redujo el ritmo. Pero le fue imposible evitar a Sunmi, que, de hecho, la esperaba en su mesa.
Había un carro lleno de libros aparcado junto a su silla que requería su atención.
—Buenos días, _________—la saludó—. Hoy es tu día de suerte.
Ella apenas podía mirarla. No comprendía los celos y la desconfianza que bullían en sus entrañas como el ácido. Se recordó a sí misma que desde hacía unos pocos días Park Chanyeol ya no le importaba, ni su pasado, ni su presente. Aun así, había algo en Sunmi que la afectaba.
—¿Ah, sí? ¿Y eso? —Dejó el bolso en el suelo.—Vuelves al mostrador de préstamos —le anunció. Aquello eran buenas noticias, pero _______ no reaccionó, se limitó a preguntar:—¿Tengo que ir allí ahora?
—En un minuto —respondió Sunmi—. Pero necesito que estés disponible a mediodía. Tengo algunos recados que hacer y necesitaré ayuda.
—Lo siento —contestó ella—. Voy a comer con Margaret.
Sunmi se estremeció ante el desaire, pero se recuperó rápidamente.
—Bien, ¡cómo no! Hazlo mientras puedas. —¿Qué significa eso?
—¿No te lo ha dicho? Debido a los recortes presupuestarios, se ha eliminado su puesto.
—No podéis prescindir de la bibliotecaria de archivos.—Le ofrecí un sitio en el mostrador de devoluciones
—comentó Sunmi como si no la hubiera oído—.Lamentablemente, ella ha optado por retirarse. Pero supongo que ya te lo explicará todo durante el almuerzo.
________ salió corriendo y subió la escalera a toda prisa. Se dirigió a la sala donde trabajaba Margaret mientras se preguntaba por qué la anciana no se lo había contado en persona. Y entonces se acordó de que Margaret había ido a verla a su mesa dos días antes, pero _______estaba demasiado absorta en su dolor por la ruptura con Chanyeol como para aceptar su invitación a tomar un café.
La Sala de Archivos estaba totalmente iluminada por el sol, los rayos dejaban ver franjas de polvo en el aire.
—¿Por qué no me lo dijiste? —espetó _______. Margaret estaba inclinada sobre una mesa, leyendo un enorme libro encuadernado en tela con una lupa. Levantó la cabeza despacio.
—Vaya, buenos días para ti también —exclamó sonriendo.
—No sé cómo puedes parecer tan alegre. Sunmi me acaba de contar lo que ha pasado.
La mujer dejó la pesada lupa sobre la página.
—Era inevitable, _________—comentó—. No tienes que mirarme así. No soy una víctima. Supero de largo la edad de jubilación.
—Bueno, creo que el momento elegido es realmente una putada. Y las circunstancias.
—Me ha ido bien —replicó Margaret—. Y te he dicho infinidad de veces que aquí ya nada es lo que era. ¿Sabes que el anterior presidente de esta biblioteca creó un plan para almacenar millones de libros en Nueva Jersey? Se tardaría, como mínimo, un día en tener un libro en la Sala Principal de Lectura desde el momento en que el lector haga la solicitud.
—No pueden hacer eso —se escandalizó ________. —Oh, sí pueden y lo harán. Créeme, hemos protestado.
Hace unos pocos meses, justo antes de que tú llegaras, enviamos una carta firmada por un centenar de escritores y académicos. Y ése sólo es un problema. El presupuesto de compras ha bajado el veintiséis por ciento en los últimos cuatro años. Es demasiado tarde, ______.
Para su asombro, ésta empezó a llorar.
—Oh, _______. Te lo estás tomando peor que yo. Margaret rodeó la mesita y la abrazó. Ella cedió al gesto de cariño y lloró en los brazos de Margaret como una niña. La mujer sacó un pañuelo de tela y se lo puso en la mano. ________ se enjugó los ojos.
—Gracias. Lo siento. No sé qué me pasa.
Margaret retrocedió y le sonrió.
—Todo irá bien, _______. La biblioteca sobrevivirá. Yo encontraré trabajo en una librería. O quizá empiece con alguna de esas cosas de blogs...
Ella se rió.
—Pero lo más importante es que tú estarás bien. ________ asintió, no muy convencida.
—Gracias por contarme lo de Chanyeol. Intenté hablar con él de su madre, pero se negó.
—Tengo que decírtelo, _______. Yo no sé mucho de hombres. Nunca me he casado y no ha sido por accidente. Pero una de las pocas cosas que aprendí en mi época es que no se puede cambiar a un hombre, ni tampoco arreglarlo.
—Estoy segura de que tienes razón en eso—dijo ella, sorbiendo por la nariz.
—Averigua qué deseas, qué te hace feliz. Y luego podrás decidir a qué hombre permites entrar en tu vida.
—Entonces, ¿nunca encontraste a ninguno con el que desearas casarte? —preguntó _______.
—Oh, hubo muchos hombres a los que deseé — contestó la mujer con una pícara sonrisa—. Y cuando dejaba de desearlos, me iba a por el siguiente.
—¡Margaret! —exclamó _________.
—¿Qué? —protestó la anciana—. Puedo soportar los anticuados libros viejos, pero no los romances anticuados.

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