Contenido Lemon
______ miró el reloj que había frente al mostrador de devoluciones por enésima vez ese día. Finalmente, la aguja de las horas casi rozaba las seis.
Por si el tedio del trabajo en devoluciones no fuera lo bastante malo, todavía se sentía tan doloridos los músculos de la espalda y de los brazos por lo del día anterior que apenas podía soportar el esfuerzo de cargar los libros en el carro y volver a colocarlos en las estanterías. De camino a Vera Wang, había hecho una parada rápida en una farmacia para comprar una botella de Advil.
Cuando el reloj marcó oficialmente las 6.01, colocó bien la pila de libros sobre su mesa, cogió el bolso y prácticamente salió corriendo hasta el vestíbulo de entrada. En cuanto llegó a lo alto de la escalinata, pudo ver el Merced negro esperándola.
El chófer salió y rodeó el vehículo para abrirle la puerta. No había nadie dentro.
—El señor Park se reunirá con usted en su destino — le explicó el hombre.
—Ah, vale —asintió, mientras se acomodaba en el asiento trasero.
Era extraño estar allí sin Chanyeol y esperó que fuera un trayecto corto.
Luego, al mirar por la ventanilla, vio que Sunmi bajaba la escalera con su bolso Birkin al hombro y hablando por el móvil. ______ se agachó, confiando en que no la viera.
El coche se puso en marcha y, en cuestión de unos pocos minutos, se detuvo frente al hotel Four Seasons. ______se preguntó si Jess estaría otra vez esperándola. Al pensar en esa primera noche con Chanyeol, en cuánto la desconcertó la lencería y lo torpe que se sentía con los zapatos de tacón, la asombró comprobar todo lo que había sucedido en un espacio de tiempo tan breve. El chófer le abrió la puerta.
—El señor Park ha pedido que se dirija al mostrador de recepción y que dé su nombre —le indicó.
—De acuerdo. Gracias.
Entró en el distinguido vestíbulo, sobrecogida de nuevo por el elegante y vasto espacio.
Cuando se acercó al mostrador de recepción, sintió que sudaba de nervios. Se tiró del escote de su vestido sin mangas de cuadros azules.
—Bienvenida al Four Seasons. ¿En qué puedo ayudarla?
—le preguntó un joven con una amplia sonrisa y unos ojos brillantes que hicieron que su pregunta pareciera más sincera que rutinaria.
—Mi nombre es ______. Creo que alguien ha dejado algo para mí.
—Ah, sí. —El joven metió la mano por debajo del mostrador y cogió una llave electrónica.
—Habitación 2020. Disfrute de su estancia, señorita ______.
Ella cogió la tarjeta y atravesó el vestíbulo hacia los ascensores. Oyó un popurrí de idiomas extranjeros a su alrededor. La mayoría de la gente caminaba de prisa, decidida; algunos vestían de gala, otros llevaban trajes de negocios... Vio a unos cuantos turistas con pantalones cortos y camisetas, pero eran la excepción.
El ascensor anunció su llegada al piso veinte con un delicado sonido. ______ salió al silencioso pasillo. La temperatura parecía estar diez grados por debajo de la del vestíbulo y sintió que se le erizaba el vello. Metió la tarjeta en la puerta y entró una vez más en la habitación 2020.
—Bienvenida, señorita ______.
_______ se volvió hacia el lugar del que procedía el duro acento del Este de Europa. La decepcionó descubrir que Jess no estaba esperándola, sino una rubia muy alta con los labios pintados de color burdeos y unos fríos ojos azules. —Soy Greta y la asistiré esta noche. El señor Park ha
dejado su ropa en el dormitorio. Por favor, cámbiese lo más rápido posible y llámeme si necesita alguna cosa.
Llevaba un uniforme del hotel: chaqueta y falda azul marino con medias y unos zapatos con un tacón razonable. En aquella mujer, el atuendo parecía más militar que elegante.
—¿Usted... trabaja para Chanyeol? —preguntó ella.
—No. Soy una empleada del hotel. El señor Park es un huésped extremadamente apreciado y nos esforzamos al máximo por satisfacer todas sus necesidades.
—Vale... Gracias —contestó ella.
Rogó al cielo que no necesitara ninguna ayuda. Lo último que deseaba era que aquella mujer la vistiera.
Cerró la puerta del dormitorio. Esa vez no había bolsas de tiendas sobre la cama, sino un corsé de satén negro y una falda de piel negra con un complicado sistema de lazos para abrocharla.
«¡Oh, no! —pensó ______con preocupación—.No conseguiré ponérmelo yo sola.»
Y entonces, en el suelo, a los pies de la cama, vio unos zapatos de charol negros con unos tacones de veinte centímetros, plataforma y unas amplias cintas de piel con hebillas para sujetarlos alrededor del tobillo. Parecían unos instrumentos de tortura más que algún tipo de calzado.
Se quitó el vestido que llevaba y lo dobló antes de dejarlo sobre la cama. Al ver el corsé y la falda, se dio cuenta de que no podría llevar ropa interior. Se desabrochó el sujetador, se bajó las bragas y se las quitó. Lo dejó todo encima del vestido.
Totalmente desnuda, se estremeció y miró el corsé con recelo. Decidida a vestirse sola, analizó el desafío que tenía entre manos. Tendría que aflojar los lazos lo suficiente como para metérselo por la cabeza y luego tiraría de ellos con fuerza para cerrarlos. Quizá la chica de póster del Tercer Reich de la habitación contigua tuviese que atarle los lazos al final, pero eso sería todo.
En seguida, se percató de lo mal que había juzgado la tarea. El dolor en los hombros hizo que le fuera imposible estirar los brazos hasta la espalda.
Angustiada, se volvió hacia la falda de piel. Al menos eso sí podría ponérselo; deseaba estar lo más vestida posible antes de pedir ayuda. Pero aquella prenda no tenía parte de atrás, a excepción de la docena de lazos que la sujetarían.
No había más remedio; no podría ponerse aquello sin la ayuda de otro par de manos. Buscó en la habitación una toalla o una bata o algo con lo que cubrirse. Como no encontró nada, tiró de la pesada colcha y sacó la sábana blanca que había bajo la manta. Se envolvió en ella como si fuera una toga y se acercó a la puerta.
—¿Greta? —llamó.
Oyó los tacones de la mujer sobre el suelo de mármol antes de verla.
—¿Sí? —respondió con los brazos cruzados.
—Necesito algo de ayuda, por favor.
La expresión del rostro de ella no era de enfado, pero sí algo del estilo de ¿qué has estado haciendo hasta ahora?
—Empezaremos con la falda —comentó con decisión, como si ya hubiera analizado el asunto.
—¿Está segura? Oh, vale.
______ pensó que iba a morirse de vergüenza. ¿Cómo iba a hacerlo sin ponerle el culo desnudo en la cara?
Greta ya estaba trabajando con la falda, soltó todos los lazos, de forma que quedó extendida en una sola franja de piel.
—Dese la vuelta. Retroceda hasta mí y quítese la sábana —le ordenó.
Avergonzada, ______ obedeció.
La mujer la envolvió con la piel desde delante hacia atrás y luego empezó a atar los lazos. Sus manos se movían con agilidad. Aun así, el proceso pareció durar mucho tiempo y ______ se sintió aliviada al notar el último tirón de los lazos.
—Perfecto —exclamó Greta casi para sí misma—. Ahora el corsé. Levante los brazos.
______ obedeció, aunque con cierto esfuerzo.—¿Puedo bajarlos ya? —preguntó, cuando la parte
delantera del corsé quedó en su sitio y sintió que ya tenía algunos lazos ajustados.
Greta masculló algo que pareció ser permiso para bajar los brazos y _____ lo hizo con alivio.
Pudo sentir cómo iba atando los lazos desde la base de la espalda hasta los omóplatos. Y luego tiró de ellos tan fuerte que le cortó la respiración.
—Demasiado apretado —se quejó.
—Tiene que ir apretado —respondió Greta sin ocultar su desprecio—. Ahora los zapatos.
¡Los zapatos! El espantoso proceso de meterse en la falda y el corsé había hecho que olvidara por completo el aterrador calzado.
Bajó la vista. Le resultaba imposible inclinarse para abrochárselos vestida de ese modo. Se sentía como si llevara una camisa de fuerza.
Greta se puso de rodillas y sostuvo un zapato para que ______ deslizara el pie dentro. La diferencia de altura entre un lado de su cuerpo y el otro la obligó a inclinarse y apoyarse en los hombros de la mujer para poder estabilizarse.
—El otro pie —le dijo Greta.
Metió el pie izquierdo y se levantó despacio. Había aumentado tanto de altura que toda la habitación tenía una perspectiva diferente. Cuando la mujer se irguió, ______ descubrió que ahora era unos centímetros más alta que ella.
—Mi trabajo acaba aquí —anunció Greta. Y dicho eso, la dejó sola en la habitación.
______ tenía miedo de moverse. Sintió que podría tropezar y quedarse tirada en el suelo como un escarabajo boca arriba sin poder levantarse. Pero al final la curiosidad resultó ser un potente motivador y, despacio, avanzó tambaleante hacia el espejo de cuerpo entero.
—¡Oh, Dios mío! —jadeó.
Jamás se habría reconocido. Su cuerpo, ceñido y alargado, parecía poderoso y erótico, como algo salido de una de las fotografías de Chanyeol. Su piel clara en contraste con el satén negro parecía brillar como el nácar y la falda corta combinada con los altísimos tacones hacía que sus piernas parecieran largas y poderosas.
Se dio la vuelta y se miró por detrás. Jadeó. Los lazos dejaban huecos que mostraban tentadores atisbos de piel extremadamente blanca en comparación con el cuero negro. Pensó en esa expresión que siempre le había parecido tan ridícula: sexo andante. Pero eso era exactamente lo que parecía, y cómo se sentía.
Oyó que la puerta de la habitación se abría y luego se cerraba.
—¿Dónde te escondes? —la llamó Chanyeol.
El corazón empezó a latirle a toda velocidad, se tambaleó hasta el dormitorio y regresó al salón.
Estaba irresistiblemente guapo, la clase de hombre que podría manejar a una mujer de metro ochenta vestida de cuero. Llevaba unos pantalones negros y una camisa asimismo negra y estaba levemente bronceado, como si hubiera pasado todo el día al aire libre. Se preguntó qué habría estado haciendo desde la última vez que lo vio y se sintió posesiva, algo que no había experimentado nunca antes.
—Estás sensacional —dijo sonriéndole—.Acércate más.
_______ caminó despacio, nerviosa por si tropezaba y se caía. En todo momento sintió sus ojos fijos en ella.
Cuando estuvo lo bastante cerca, Chanyeol la cogió de la mano y la llevó a una habitación con una larga mesa de comedor de mármol. Había dos copas junto a una cubitera en la que se enfriaba una botella de vino blanco.
—¿Tienes hambre? —le preguntó.
—No mucha —admitió.
La idea de comer con aquella ropa no le resultaba muy atractiva.
—¿Quieres beber algo?
—No, gracias. Estoy bien.
—Creo que deberías tomar un poco de vino —le sugirió, mientras abría la botella y le servía una copa.
______ la cogió y bebió. Estaba fresco y delicioso y descubrió que, después de todo, sí le apetecía.
—¿Tú no vas a beber?
—No —respondió, a la vez que la observaba.
Ella bebió un poco más y cuando le quedaba media copa, ______ se la cogió.
—Date la vuelta, ______—le ordenó.
Hizo lo que le pedía y se apoyó en la mesa para aliviar la presión en los pies.
Sintió que soltaba los lazos de la parte de atrás de la falda hasta que quedó abierta y su trasero al descubierto. Le pasó las manos por la piel, rodeando la curva de cada nalga antes de deslizarlas hasta el centro para separárselas.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, mientras se movía para alejarse de su agarre.
—Estate quieta, ______. Y no me hagas pedírtelo dos veces. Ahora abre las piernas.
Nerviosa, separó más los pies.—Inclínate sobre la mesa —le ordenó. ______obedeció.
De nuevo sintió que sus manos le abrían el culo. Le pareció tan humillante que fue la primera vez que consideró la posibilidad de detenerlo, pero una sensación impactante paralizó sus pensamientos y toda su atención se centró en la presión que sintió en el ano cuando él le metió algo duro dentro.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, mientras se esforzaba por no volverse echando mano hasta de la última brizna de su fuerza de voluntad.
Sintió que volvía a abrocharle la falda con aquel objeto aún metido en su interior. _______ echó la mano hacia atrás y tiró de los lazos, pero él se la apartó de un manotazo. Tensó los lazos, los ató de nuevo y la hizo volverse. Ella casi jadeaba de ansiedad.
—Relájate, _______. Es sólo un dilatador anal—la tranquilizó—. No te hará daño. Notarás una sensación rara hasta que te acostumbres.
Le volvió a poner la copa de vino en la mano y ella se la acabó de un trago.
—¿Quieres que te lo quite?
—Sí —respondió.
—Entonces lo haré. Cuando hayas hecho que me corra. ______ lo miró con curiosidad. ¿Pretendía que mantuviera relaciones con él así?
Chanyeol se desabrochó los pantalones y dejó que le cayeran al suelo, luego se bajó los bóxers blancos. Su miembro estaba duro. Ella se preguntó cuándo había empezado a ponerse erecto. ¿Cuando había entrado en la habitación? ¿Cuando había visto su culo expuesto, tal como él había planeado, por aquel atuendo? ¿Cuando le había metido aquel objeto duro en su interior?
—Arrodíllate —le ordenó.
Y entonces ______ fue consciente de cómo quería que lo hiciera correrse.
—No he hecho esto nunca —le advirtió, mientras se colocaba en posición.
—Me alegro de que me lo digas. Ya sabes que no me gustan las sorpresas. Iremos despacio. Lámelo como si fuera un helado, uno que se estuviera derritiendo —le indicó.
Ella le apoyó las manos en las caderas e hizo lo que le pedía. Pudo olerlo y saborear el dulce toque salado de su piel y la abrumadora intimidad de ese acto bastó para hacerle olvidar la presión en el trasero.
—Ahora métetela en la boca —le dijo él, a la vez que cerraba los puños en su pelo.
______ lo rodeó con los labios y Chanyeol le apoyó una mano por debajo de la barbilla. Con una leve presión, le indicó que deslizara la boca hacia adelante y hacia atrás.
—Usa la lengua —le dijo y ella se concentró en deslizarla por toda la longitud de su miembro mientras lo acariciaba con los labios.
Un extraño sonido surgió de él y la excitó tanto como lo habría hecho cualquier caricia. Se movió más rápido y en seguida sus movimientos ya no controlaron el ritmo, sino que lo hacían las embestidas de la pelvis de él entrando y saliendo de su boca.
Cuando pensó que iba a ahogarse, Chanyeol se detuvo y la boca de ella se llenó de un fluido salado y cálido. Sobresaltada, tragó instintivamente y luego se apartó para poder escupir el resto. Tosiendo avergonzada, se cubrió la boca y le dio la espalda.
Chanyeol se tumbó en el mullido sofá, la atrajo a su lado y la rodeó con los brazos.
—Ha sido asombroso —le dijo. Y de repente todo estuvo bien, mejor que bien. La besó en el pelo—. Ahora cumpliré mi parte del trato —añadió—. Túmbate boca abajo en el sofá.
______ se había olvidado del dilatador anal, pero ahora que lo mencionaba, volvió a ser consciente de la presión, más suave ahora, pero sin duda presente. Se tumbó como le había dicho y apoyó la cara en el hueco del brazo.
—Abre las piernas —le ordenó Chanyeol. Cuando lo hizo, en vez de quitarle el dilatador anal, sintió que deslizaba los dedos por debajo de ella hacia adelante para frotarle el clítoris. Mientras la acariciaba con una mano, le retiró el dilatador con la otra. La yuxtaposición de sensaciones confundió a su cuerpo y, cuando le introdujo un dedo en el culo, le provocó un espasmo de placer.
Cuando el orgasmo acabó, se quedó quieta. Lo oyó levantarse y caminar por la habitación.
—_______—le dijo cuando regresó—. Levántate.
Con piernas temblorosas, logró ponerse en pie, aunque tuvo que extender el brazo hacia él para que la ayudara. Una vez de pie, Chanyeol se agachó y le desabrochó los zapatos. Chanyeol se los quitó aliviada y vio que sostenía su vestido. Le desabrochó el corsé y le tendió la prenda. _______ se lo puso impaciente y cuando el suave algodón cubrió su cuerpo, se sintió como si estuviera envuelta en una cálida manta.Chanyeol la rodeó con el brazo y la llevó de vuelta al sofá. _______ se sentó y él se acomodó a su lado.
—Tengo algo para ti —le dijo y le tendió una caja azul verdosa, envuelta con un lazo blanco.
Ella reconoció el paquete. Era de Tiffany’s.
Deshizo el lazo con cuidado y abrió la caja. Dentro encontró una cadena de oro con un pequeño candado también de oro colgado, con las letras grabadas T & CO y el año 1837. Era elegante y bonito, algo que Kristal llevaría sin problemas, pero totalmente diferente a cualquier cosa que ella hubiera considerado nunca para sí misma.
—Es precioso —dijo, casi temiendo tocarlo Chanyeol lo sacó de la caja y se lo colgó al cuello.
—Ven, mírate.
La cogió de la mano y la llevó hasta un espejo.
Él se quedó detrás de ella, con las manos en sus hombros. Sus ojos se encontraron con los suyos en el espejo y ______se quedó asombrada por la intensidad de su mirada.
—¿Sabes qué significa esto? —le preguntó.
Estuvo a punto de reconocer que no, que no lo sabía. Pero entonces recordó las palabras de Cristal: «Conocí a una chica que llevaba un collar... como un collar de perro. Me dijo que, en la comunidad, eso les indicaba a los demás que tenía un dueño...».—Sí —susurró.
—Dímelo —le ordenó.
—Significa que soy tuya —respondió.
—Exacto —asintió él en voz baja—. Tu coño es mío y tu culo, y tus pechos... para hacer lo que quiera, cuando quiera, donde quiera. —Como si deseara dar más énfasis a sus palabras, la rodeó con los brazos y le tocó los pechos, luego bajó la mano y la hizo estremecer—. Ahora tu cuerpo es más mío que tuyo, ¿lo entiendes?
______ asintió con los ojos fijos en el espejo, en el colgante.
Chanyeol la hizo darse la vuelta con delicadeza y le dio un beso en la frente.
—Tengo otra cosa —añadió en voz baja—. Espera aquí. Desapareció por el pasillo y regresó con otra cajita.
Ésa era negra y llevaba un lazo también negro. Se la entregó y, sin hacer ninguna pregunta, _______ la abrió. Dentro encontró un pequeño objeto de acero inoxidable con forma de lágrima grande, con un pequeño pie de base plana. Miró a Chanyeol confusa.
—Es un dilatador para tu culo.
Sus mejillas se ruborizaron y cerró la caja.
—Llévalo siempre contigo. En cualquier momento te mandaré un mensaje pidiéndote que te lo introduzcas. Y quiero que lo hagas. Además, tendrás que llevarlo en todas las reuniones en la biblioteca. Comprobaré que lo llevas después de cada una de ellas, para asegurarme de que obedeces mis instrucciones. Si no lo haces, serás severamente castigada.
Le sonrió y le acarició el pelo.
______ se sorprendió al descubrir que sus palabras la habían hecho humedecerse.
—El coche te está esperando abajo para llevarte a casa.
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LA BIBLIOTECA
FanficProtagonistas TU Y CHANYEOL Apto para mayores de 18+ puede contener Lemons, Morbo & mas (si te sientes apta para leerlo adelante) es una historia adaptada créditos a su verdadera autora