Día 4

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¿De qué puedo escribir hoy? ¿Cuál será la difícil verdad que sacaré hoy de mi corazón? Debo ser sincera, escribir cada uno de estos días de primavera —aunque el invierno aún está terminando, me temo—, está ayudándome grandemente a sanar gran parte del dolor que siento. Es un dolor que está ahí, es casi omnipresente. Me distraigo, trabajo, escribo mi novela Mundo Inmortal, pienso en mil cosas distintas... hasta que de un momento a otro vuelvo a ser consciente de esa angustia.

No es como si viviera triste cada segundo de mi vida, son distintas etapas del día, cada etapa con su preocupación y no es como si el sentimiento fuera tan fuerte. Desde que comencé a escribir estos cortos relatos, anoche no soñé con el espejismo, estoy logrando desinfectar algunas de mis heridas y me siento más tranquila, incluso menos frustrada con el universo hasta conmigo misma. A riesgo de caer en el cliché de comparar las heridas de mi corazón con heridas exteriores, creo que prefiero compararlo con el vomitar cuando se ha consumido mucho alcohol. Ya sé, es muy desagradable, pero eso es lo primero que se me ocurre al querer usar una metáfora para hablar de la sensación que tengo al escribir estos relatos.

Además, se supone que estoy relatando todo esto para liberarme, ¿no? De nada me servirá explicar la cliché comparación de la herida abierta solo para evitar dañar sensibilidades. Puestos los puntos sobre las íes, aquí vamos.

Las veces que he bebido mucho alcohol, demasiado, he llegado a sentirme muy mareada, mareos que terminan en náuseas, náuseas que provocan vómitos. No mentiré, me gusta la sensación de mareo a pesar de que odio el sabor del alcohol, no logro comprender eso que dicen muchos conocidos al comparar un trago con otro usando la palabra "rico". "El vino es más rico que la cerveza", ¿cómo, entre dos cosas horribles una puede ser más rica que la otra? Pero a lo que iba, me gusta mucho la sensación de mareo, pero cuando ésta ya es excesiva, se comienza a tornar cansino e incómodo; luego la inevitable devolución.

Llevo mucho tiempo sin emborracharme al punto de vomitar, años quizás, pero recuerdo bien la sensación. Después de que vomitas una gran cantidad del alcohol que consumiste, te sientes terriblemente mal. Muy mal, demasiado mal, aún más mareado y desesperado de lo que estabas antes de ese desagradable acto. Es horrible, es una de las peores sensaciones, en mi caso, pensaba "nunca más". Sin embargo, a los minutos de haber vomitado, de pronto te sientes mejor, más lúcido y mucho menos mareado. De repente, vas recuperando la cordura y ya no tienes náuseas. 

El escribir estos relatos para mí es como eso. Una vez que termino la narración del día, me siento muy mal, soy más consciente de mi dolor y a veces quiero abandonarme a las lágrimas. Sin embargo, pasa una hora, dos... y de repente la paz llega a mí. Nunca había intentado sanarme a mí misma, siempre me había enfocado en descargar emociones, pero jamás en sanarme. Ahora lo intento y es un proceso muy complicado. 

Como dije antes, hay momentos del día en que estoy "feliz", felicidad esporádica que poco a poco se va desvaneciendo cuando pienso demasiado o con el simple recuerdo de la manera cómo me abandonó el espejismo. Aunque no quería aceptarlo, ahora lo digo, fue un golpe muy duro. Quizás habría dolido menos si me hubiera maltratado como la estatua o el amor simplemente se hubiera desvanecido con parsimonia, como ocurrió con el felino gris. Un adiós sin despedida puede doler más que cualquiera de esas ocasiones. Ahora puedo decirlo por experiencia.

Y es que... es como si el espejismo se hubiera llevado una parte de mí. Esto no me ocurrió con los otros seres, pero sí con ella. Expresiones específicas —como el refunfuñar— que yo sí usaba antes de conocerla pero que usé aún más estando a su lado porque le causaba gracia y me imitaba, de repente ya no se encuentran en mi vocabulario. Y eso es solo un ejemplo, un doloroso ejemplo para mí. Expresiones de aprecio, el solo hecho de pensar en estar íntimamente con alguien más... de repente ha perdido el significado. Significado que existía a pesar del felino gris y la estatua, pero con el espejismo no.

No sé si me he obsesionado o en verdad fue el único ser que amé o el simple hecho de que antes de esos tres abandonos tan horribles... tuve una de las mejores experiencias de mi vida. No se comparaba a nada de lo que había vivido antes y quizás por eso duele tanto. El momento en que nos conocimos no fue el más adecuado porque yo aún lidiaba con el felino gris, el momento en que comenzamos nuestra relación hace... faltan dieciséis días para que sea un año desde entonces. Ese momento, tampoco fue el adecuado. Pero maldita sea que fue hermoso. 

Siento un nudo en la garganta al aceptar todo esto. Siento un nudo en la garganta al aceptar que esos momentos jamás van a regresar, no es que quiera retroceder el tiempo o tal vez sí, no me interesa si "debería o no" sentir que quiero volver al pasado, solo sé que estoy escribiéndolo para quitármelo y necesito quitármelo sino enloqueceré. Por eso comencé a escribir todos estos relatos, para empezar, porque sabía que no soportaría este septiembre después de su adiós sin despedida y justo cuando se cumple un año desde que comenzó una relación que estaba destinada a quebrarse. 

¿Por qué tenemos que ser tan masoquistas? ¿Por qué tener que recordar cosas que jamás van a regresar... queriendo que regresen? Incluso la última vez, hasta parecía que ambas nos aferrábamos a la idea de que las cosas podían ser igual que antes, o mejores... de hecho yo estaba convencida de que serían mejores porque ahora sí me estaba haciendo tratar todos mis traumas por un profesional y porque ya había cerrado todos los ciclos anteriores. Aceptémoslo, era solo mi impulso por creer que podía arreglar algo que inició bien y a la vez mal. 

Algo que se sintió tan especial... pero que quizás habría preferido no sentir si terminaría conmigo derramando lágrimas mientras escribía sobre mis tristezas frente a la pantalla de un ordenador. 

Sí, estoy llorando. Sí, de repente mi corazón ha abierto sus puertas y ha dejado salir muchas cosas en un día que yo creía que todo estaba bien y la narración sería la mitad de lo que terminó siendo. Pero quizás simplemente tomé mucho del alcohol de la vida que me había anestesiado estos días, de repente me empezó a dar náuseas y ya tocaba vomitar.

Lo bueno es que después de vomitar, pasa un pequeño tiempo y comienzas a sentirte mejor. ¿Verdad?

Mirelle    

Días de PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora