Día 7

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¿Alguna vez te he contado por qué solía amar septiembre? Es muy probable que lo hubiera hecho, ya ves que a veces hablaba demasiado de mí misma, estoy segura que en esos cinco largos años te conté por lo menos algo al respecto, felino gris. 

Septiembre siempre fue mi mes favorito porque justamente en el día veintiuno, se celebraban los mejores días a mi criterio: día del estudiante, día de la primavera, día del amor y de la amistad. Quizás me gustaba porque en la escuela solía haber eventos en los que participaban todos los niveles de los últimos cursos o no pasábamos clases. Lo cierto es que nunca tuve a nadie con quien celebrar el "día del amor" y mis amigas no le tomaban la importancia al día, no la importancia que merecía. Según yo.

Fue hasta mis diecisiete años que te conocí, felino gris y que de repente me emocionó aún más la fecha de veintiuno de septiembre. Recuerdo con cierta sorna por mí misma, que algunos días antes te recordé que amaba esa fecha por alguna razón que incluso ahora no sabría decir; recuerdo que incluso ese momento en que te explicaba el por qué, me sentía incoherente conmigo misma, incoherente con mi vida, incoherente con lo que realmente sentía.

Lo cierto es que todo lo malo solía ocurrirme en septiembre, lo repito como en el primer día, ¿recuerdas esa historia que te conté, felino gris? ¿La historia de mi padre engañando a mi madre y yo en medio sosteniendo la horrible evidencia expresada en asquerosas fotos en mi memoria? Quizás un día relate ese evento, aunque no sé ya si tenga sentido, pero quizás puedo decir lo que sentí... esa sensación de muerte interna, esa sensación de que algo se había ido de mi corazón y jamás regresaría...

Eso mismo sentí... hace apenas dos semanas o... no sé, no llevo la cuenta segura de cuánto tiempo ha pasado desde que mi espejismo me dejó. Pero lo cierto es, que esa sensación de vacío... de algo roto, solo la sentí dos veces. Hasta mis catorce años sufrí abusos y todo en el colegio, a mis trece ya conocí a las que hasta ahora son como mis hermanas y quienes me salvaron del infierno en el que vivía. A mis catorce conocí a los que me liberarían para siempre del abuso escolar, que me enseñarían a defenderme por mi propia cuenta, que me enseñarían que la niñita abusada podía destacar por sí misma. Nunca más volví a ver a ese grupo de gente que me defendía, pero siempre tendrán un lugar en mi corazón.

Hasta mis dieciséis años, creció la persona entusiasta, que se creó su propio espacio entre la gente, que destacó por sus habilidades, que destacó porque se atrevía a hacer las cosas que a los demás les daba pereza. La persona en la que todos confiaban por sus habilidades artísticas y que aunque tenía una actitud presumida e incluso tosca, era la persona que a pesar de que ya nunca jamás decía si le gustaba alguien románticamente... era la persona confiable, estable, era la persona genial. 

Recuerdo aún el día en que esa persona se partió en pedazos, justamente en ese día de septiembre. Recuerdo aún ese sentimiento de tener algo muerto dentro de ti. Era muy similar a lo que sentí hace dos semanas.

En ese entonces, la chica genial había fallecido y solo quedó un dechado de angustia que no supo lidiar con lo que sabía y que, al contarlo a su madre tres meses después de caer en las manías que tenía a sus doce años, bajas calificaciones y odio al universo. Llegó un momento en que el pequeño lobo dejó de crecer. A pesar de todo lo que había progresado desde mis catorce años, a pesar de que según yo había superado todas las secuelas del bullying; llegó un momento en que esa imagen se partió en pedazos. 

Esa imagen de persona confiable, se transformó en el suplicante lobo asustado y traumatizado, el triste lobo autocompasivo, el herido lobo que necesitaba ayuda. El que solo quería que protegieran su corazón... capaz de rendir su dignidad y dejar que la pisotearan solo porque se quedaran a su lado y no lo dejaran solo con aquellas vívidas imágenes, con aquellos tristes recuerdos. El lobo de pronto recordó cuánto le temía a la soledad. 

Pocos meses después te conocí, felino gris. 

-Mirelle

Días de PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora