Último Día

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Miércoles 11 de octubre de 2017

Sentada sobre el suelo de la oficina en donde realizo mi trabajo de grado para poder titularme de abogada, escribo estas palabras, escuchando los reclamos de comunarios que vienen a hablar con el alcalde sobre terrenos y contratos de construcción. Me duele el trasero, llevo casi dos horas sentada, cambiando de posición recostándome en la pared y a veces cruzando las piernas para mayor comodidad. Tengo sueño y me duele el trasero, anoche no dormí temprano, valió la pena cada segundo; lo acepto. Todavía estoy agripada, ¿ya dije que me duele el trasero?

Es en este estado fisiológico en que decidí terminar de escribir estos Días de Primavera. Testimonios a veces triviales, a veces tristes, a veces depresivos, en su mayor parte enfocados en alguien que ya no tiene vela en el entierro de la persona triste y deprimida que solía ser. Es tal como dije antes, cuando volví del viaje que hice el veintiuno de septiembre, todo cambió. ¿Recuerdas las últimas palabras que escribí en esa fecha? Aún te espero. Palabras que se desvanecen en el tiempo, en el viento y combinados con los susurros como ecos de mentiras cuyo dolor mi corazón ha olvidado. La persona que solía querer, fue la misma que no dudó en hacerme el mayor daño que recibí jamás; pero dicen que a veces se necesita un evento de esa naturaleza para poder salir adelante con alas propias.

Ahora lo confieso: la noche en que llegué al pequeño pueblo en donde debía trabajar ese veintiuno de septiembre, esa noche caí en cuenta de que ya no la esperaba. Está de más decir. Ya no la espero. Es solo un espejismo más de aquellos que se perderán en el más allá, con los murmullos de las hojas de los árboles, con el cantar de las aves invernales que se disipan con la primavera.

Hasta ayer le decía a mi amiga dibujante que lo que aún me dolía no era el recuerdo de esa gente o el hecho de no tenerlas conmigo -al final agradezco que no sigan molestándome con su sola presencia cercana-; las que lastiman aún son las heridas en el corazón cerrándose con parsimonia que ha mejorado con el tiempo, pero que pude tratar con mis propias manos, con mi propio alcohol, mis antibióticos y mis vendajes traducidos en buena alimentación, deporte y organización de mi vida en general.

No estuve sola por supuesto, pero ya escribí sobre eso el otro día. Hoy con cinco kilos menos -y bajando- una mejor actitud con el mundo y un cambio de humor drástico, puedo decir que superé la depresión. Esta vez definitivamente, espero, porque ya no volveré a ser la misma. Ese día de agosto, murió la niña que lo entregaba todo sin medida alguna, descuidándose y lastimándose a sí misma al ver sus sentimientos no correspondidos. Rogando por atención de gente incapaz de valorarla, perdiendo el control ante la mínima muestra de cariño.

No diré que superé todos mis traumas, ni tampoco diré que no tengo miedo. Pero si no estuviera bien no habría logrado escuchar tu dulce melodía, ¿cierto? Valoro cada cambio de ritmo, cada variación de escala y cada combinación de notas que te esfuerzas en hacerme escuchar. Si no fuera así, no me sentiría tan feliz entregándote lo que te entrego, sintiéndome tan en paz como hace muchos años no me sentía.

No diré que ya no volveré a necesitar de las letras para liberar mis emociones, pero estoy segura que ya no escribiré
en estos Días de Primavera. Éste círculo se cierra aquí y la espera se ha terminado.

No sé qué vaya a pasar de ahora en adelante, mi dulce melodía, pero susurras esas notas que por un momento me hacen olvidar mis heridas y mis temores. Cómo quisiera que te quedaras a mi lado, cómo quisiera decirte cuánto te quiero realmente y cuánto quisiera que esto fuera real. Cómo quisiera decirte que no llegaste a hacerme feliz: me pediste que fuera valiente y me levantara, sin segundas intenciones y solo como una amiga, insististe tanto para que volviera a intentar buscar la felicidad por mí misma. Ante tantos ruegos, me incorporé muy a mi pesar y te prometí que haría un último esfuerzo. Curé mis heridas mortales, encontré la felicidad por mí misma y ahora soy indestructible; pero de lo inesperado, vine a parar frente a tu portal y te vi a los ojos. Ellos tenían un brillo extraño que me reveló un secreto, un secreto compartido. Pero esa historia ya la conoces...

...contra todo pronóstico, me he vuelto a enamorar.

-Made

Fin


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