Día 8

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¿Cómo reparas algo que está quebrado? Durante mucho tiempo creía seguir ese dicho y esa costumbre que tienen los japoneses. Cuando algo se rompe, tomas los pedazos, los pegas y para que no se noten las marcas de las rajaduras, le pones decoraciones de flores, etc. etc. Pero hay un pequeño problema, por dentro se seguirían viendo las marcas, ¿no? En ese entonces cuando conocí al felino gris, estaba quebrada, angustiada y ya había hecho de suplicante por una persona que jamás me había valorado, solo había jugado conmigo.

No le guardo rencor alguno a esa persona que me había gustado desde mis trece años hasta mis dieciséis; sin embargo, creo que algo quedó pendiente incluso hasta el día de hoy. Las veces que aquella persona me rechazaba casi no importaban, yo no sentía nada, hasta que pasaron todos mis problemas familiares y mi pequeño lobo se partió en pedazos. A partir de ese momento comenzamos a ser demasiado sensibles y temerosos de la realidad. Fue ese momento en que el lobo comenzó a suplicar, triste y temeroso por quedarse solo. 

De pronto, me la pasaba día tras día insistiendo para que esa persona me hiciera caso, ¿qué decía ella? Tiempo, tiempo, tiempo. Necesito tiempo, no quiero una relación. De pronto, me veía a mí misma suplicando por un poco de su cariño, cosa que no hacía antes de esos desafortunados eventos. Nunca llegué a darme cuenta de que me arrastraba por los suelos y cuando fui consciente de ello, ya era demasiado tarde y era muy poco relevante como para tener algún aprendizaje al respecto. 

Conocí al felino gris justamente un mes después de que aquella persona me había dicho que me enviaría un correo o algo para comunicarse conmigo de nuevo. Yo me la pasaba esperando y esperando a que diera señales de vida y no lo hizo, en su lugar apareció el felino gris. Y es que, ese lobo quebrado y carente se aferró al primer ser que le demostró interés genuino, el lobo quebrado de repente comenzó a recoger sus piezas rotas y armarlas. Lamentablemente, él aún inmaduro y sin historial alguno de relaciones amorosas, decoró todas las rajaduras con miedos, inseguridades e incluso disconformidad. 

Él seguía roto por dentro y a pesar de eso entregó hasta lo imposible por el felino gris, el felino hizo su parte durante un cierto tiempo. Sin embargo, llegó un momento en que la monotonía de la rutina mató el cariño con tal parsimonia que ambos reaccionamos cuando ya era demasiado tarde. Recuerdo aún la falta de interés del felino gris prolongado ya por varios meses, la falta de apoyo en los momentos más difíciles, momentos en que la estatua hizo su primera aparición. 

Y el felino gris quedó condenado.

-Mirelle

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