Capítulo I

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  Voy con Bella en el carro, ella conduce y está molesta, le ofrecí mi lugar; se sentaría en el asiento del copiloto y yo manejaría, pero cuando le dije eso no tuvo que ni siquiera levantarse los lentes de sol para que notara de la forma en la que me miraba, así como diciéndome: Sólo cállate y sube, no hagas que te deje.

 Creo saber qué es lo que le pasa, tal vez está harta de la monotonía, no es de esas personas que se siente a gusto con la rutina. La verdad es realmente molesto sentir que de ninguna forma puedes escapar de la pesadez de la uniformidad.

¿Sólo vamos sin rumbo? Se me ocurre preguntar, pero evito hacerlo al darme cuenta de que estamos a punto de pasar por su ruta favorita; una carretera más que solitaria, totalmente olvidada, donde le gusta venir a pensar. A los lados tiene un par de árboles secos, sin una hoja y arbustos casi muertos que nos han servido para iniciar pláticas sobre cuáles podrán haber sido las flores que una vez crecieron ahí. Estaciona el carro en el mismo lugar de siempre, justo al otro lado de la carretera para tener la vista perfecta hacia el árbol más grande.

 El cielo está perdiendo el poco de azul que le quedaba, se torna casi totalmente gris. Bella reclina su asiento y se queda viendo más allá del universo hasta que concilia el sueño y yo, como siempre, escribiendo.

 Algunas gotas empiezan a caer, Bella se despierta y ahora parece un poco menos molesta, me atrevería a decir que hasta parece estar más animada. 

-¿Dormiste bien?- Le pregunto, con una pequeña sonrisa en el rostro.

-Algo así, en realidad no mucho.- Responde, mientras se frota los ojos.

-¿Cómo no dormiste? El ambiente es perfecto.

-Dormí muy poco, demasiado ruido.- Dijo, justo antes de encender el carro y marcharnos.

 El ruido está en su cabeza. Al comenzar este pequeño viaje sólo quería escapar de sus comunes pensamientos, de la rutina de siempre hacer lo mismo después del fin de las clases; ir a la cafetería por algo de comer, caminar lento hacia la habitación para dormir, releer el mismo libro o ver por milésima vez las mismas películas, creo que le regalaré una nueva. Continuando con lo de antes, quería escapar de lo habitual y tengo la leve sospecha de que se le ocurrió una idea.


-Tuve un sueño muy extraño durante le poco tiempo en el que dormí.- Dijo Bella con un leve tono de confusión en la voz.

-¿Si? ¿Qué soñaste?

-En realidad no tuvo mucho sentido, salté a varios lugares.

-¿Uh? ¿Qué quieres decir?

-Te explico.

-Estaba caminando por los pasillos del internado, me sentía diferente, pensaba en salir y de repente aparecí en el jardín que esta frente a las puertas de entrada, luego pensé en ir a buscar algo para leer y en un abrir y cerrar de ojos ¡puff! Ya estaba en la biblioteca.

-¡Genial!

-Lo más curioso es que sentía hambre y en cuanto aparecí en la biblioteca ¡tenía un tazón lleno de cereal en las manos!

-Ojalá lograras desarrollar esa habilidad- Dije casi al mismo tiempo que mi panza rugió y como respuesta a eso, Bella dijo:

-Vamos por algo de comer a la tienda.

 Nos dirigimos al pequeño local que está sólo a unos kilómetros del internado, al llegar, Bella decide ir sola, lo cual se me hace algo raro, pero no me quejo.

-¿Qué te traigo?

-Refresco de uva y galletas con chispas de chocolate ¡por favor!- Digo emocionada, esas son mis galletas favoritas, hace mucho tiempo que no las comía.

-Ajá.

 Ya necesitábamos comprar dulces, no sé qué haría si tuviera que seguir sobreviviendo con la "comida" de la cafetería, lo único que tiene sabor son los burritos y hay que esperar mucho tiempo, casi un milagro, para que la cocinera los prepare.

 Estaba un tanto distraída hasta que Bella llama toda mi atención por salir corriendo de la tienda. Sube al carro de golpe y no deja de reírse mientras intenta encenderlo rápidamente.

-¿De qué te estás riendo? ¿Y dónde están mis galletas?

-Aquí están. –Se las arregla para decir entre carcajadas mientras me las da.

-¿Qué hiciste...?

-Verás, cuando entré el viejo que atiende estaba dormido en el mostrador y yo aproveché para- La interrumpo.

-¡¿Estás segura de que no estaba muerto?!

-¡Eso me consta! Roncaba y soltó al menos cinco gases desde que entré a la tienda.

-Pobre señor.

-¡Pobre mi nariz! Ahí dentro apestaba.

-¿Qué fue lo que hiciste? ¿Y por qué tienes el cabello mojado?

-Tranquilízate Emma, digamos que sólo ayudé un poco con el aroma de su tienda.

-¿Qué?

-Le prendí fuego a varias cajas de inciensos.

-¿Enloqueciste? ¡Puedes causar un incendio!

-Eso no pasará, tenía detectores de humo.

 En cuanto Bella termina la oración retrocedió con el carro lo suficiente para que pudiéramos ver a un señor oriental muy molesto y con el peluquín escurriendo agua. Salió de su tienda agitando sus brazos muy molesto y gritando algo que no logré entender, pero estoy segura de que no es un entusiasta ¡Vuelvan pronto!

 Y empieza a llover, no es su día de suerte.

 Bella y yo reímos todo el camino hasta llegar al internado.

Una historia sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora