Capítulo 15

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Mi vergüenza pasó a enojo de inmediato ¿Cómo se atrevía a asustarme de esa manera?

—¿¡Para eso me llamabas!? ¿¡A esto considerás urgente!? —sentia como la vena en mi frente comenzaba a salir.

—Claro que si, necesito ayuda.

Me fije en que tenía unas gotas de agua por sus brazos indicando que se había bañado.

—¿Quién te ayudo a bañarte?—entre cerré mis ojos y lo señale de forma acusadora.

—Yo lo hice —sonrió.

—¿Entonces tienes fuerza para bañarte pero no para vestirte?— pregunté aún más enojada.

—Es que mis fuerzas se agotaron cuando me estaba bañado y ahora ya no me quedan para vestirme.

—¡Esa es la excusa más patética que he escuchado! —grite.

—¿Me ayudaras o no?

—¡No! —me volví a sonrojar al pensar en vestirlo.

—Entonces tendrás que traer todo lo que yo pida aquí.

—¿Tengo cara de mucama?

—Es eso o ayudarme a vestir.

—!Agh, está bien! —patalee.

—No acepto rabietas, eso es motivo de despido, limítese a acatar mis pedidos —sonrió cínicamente.

—¡No soy tu mucama!

—Señorita controlese si no quiere ser despedida, ahora paseme un calzoncillo de ese cajón —señaló un cajón en la cómoda.

—¿Q-que? —me sonroje.

—Que me pases un calzoncillo, estoy desnudo bajo las sábanas —me miro y alzo sus cejas una y otra vez.

—Ni pienses que te lo pondré ya te dije que..

—¿Quién te pidió hacerlo?  —me interrumpió— lo haré yo mismo, claro a menos que...

— Está bien —lo interrumpí —te lo pasare pero de inmediato me iré.

—Puedes quedarte si quieres.

—No gracias— me acerqué al cajón que me señaló sintiendo mis mejillas arder, tomé un calzoncillo blanco y se lo pase.

—Ese no es, es el azul.

—¿Quién mira el color?

—Pues .. yo —se señalo a si mismo con sus pulgares.

Di una fuerte pisada y volvi al cajon, busque y busque pero nada aparecia.

—Oye, no aparece el azul —lo mire.

—¿Azul?

—¡Tu me dijiste que querías el azul! —grite mientras me frustraba cada vez más.

-Ah si, acabo de recordar que solo tengo blancos pasa cualquiera- sonrio de manera burlona.

Furiosa tomé uno de los calzoncillos y me dirigí hacia el, lo extendí y lo enganche sobre su cabeza.

—Aquí tienes, te queda perfecto.

—Que carácter —negaba con la cabeza y el calzoncillo aún en ella.

—Como digas— reí sin que él pudiera verme ya que tenía los ojos tapados.

Salí del cuarto y me dirigí a la sala y tomé asiento en uno de los sillones, recordé a Natalia y me preocupe así  que tomé el teléfono y envíe un mensaje.

La lista de Tamara WilsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora