Ocaso.

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Las cosas habían podido llegar a cambiar drásticamente en tan sólo unos cuatro meses. 

La almeja se había disuelto completamente, quedando todos sus miembros desempleados y teniendo que volver a sus respectivos países de origen sin oportunidades en Italia, causando una gran conmoción tanto en el bajo mundo como en los civiles.

La mayoría de personas se encontraban en desacuerdo con su disolución, Nono especialmente había decidido dejarlo todo en información confidencial para que así no atrajeran más problemas a sus vidas y mucho más peso que soportar además de la culpa a la ex-décima generación.

Los espíritus de la primera fueron libres de quedarse en la mansión de Tsuna, donde ahora se encontraban sus anillos, escondidos en el lugar más recóndito de su nuevo hogar, pues el castaño los quería como un poderoso y hermoso tesoro que le permitía conocer a su antepasado y convivir con este también.

Lambo e I-pin, por decisión propia se habían hospedado con el castaño, quedándose porque disfrutaban del lugar y la calidez que la mansión anterior no les proporcionaba sin su hermanito y su madre, a los que ellos apreciaban muchísimo. Haru los visitaba de vez en cuando, así que diversión nunca les faltaba.

Timoteo había querido darle la caja-arma de Natsu a Tsunayoshi por mucho tiempo, pero con el liderazgo de su familiar perdido no había podido hacerlo, así que se lo había dado para que cuidara bien del pequeño león del cielo.

Un final benéfico para la familia Abedelli era el que se había podido hacer con el título de la familia más poderosa de todas, cosa que había aparecido durante semanas en los periódicos, y dado mucha fama a los jóvenes integrantes.

Se habían ampliado sus posibilidades y habían viajado mucho por misiones, Tsuna estaba contento con el resultado de su gran proyecto de años para ser cumplido.

— ¡Tsunayoshi! ¡Será mejor que hagas tu papeleo antes de que decida ponerte un castigo! —exclamó su mano derecha apareciendo por la puerta con Phantom y Nana.

— Ve ahora antes de que te entrene de nuevo —sonrió con sadismo la mayor, apuntándolo con una de sus armas.

El castaño corrió de inmediato a encerrarse en su oficina antes de que volviera a sufrir torturas peores a las de su antiguo tutor, mientras sonreía al firmar los papeles.

Por muy extraño que sonara, ese día no le fastidiaba firmar papeleo toda la tarde. El cielo había vuelto a ser azul.

Ciao.

No me creo que la terminé, ¡chicos, la terminé! -lloraenunaesquina-

Dios, diosito, doktor garzia, aiuda :'v 

Tsuna, no eres el décimo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora