O1.

1.6K 274 42
                                    

( RECUERDOS DEL AYER )

 

                                    Yoongi no había nacido ciego, a pesar de que eso era lo que las personas creían cuando lo conocían por primera vez; él había heredado una enfermedad debido a que su abuelo y su padre también la habían padecido.

La retinosis pigmentaria no es una enfermedad única, sino un conjunto de enfermedades oculares crónicas de origen genético y carácter degenerativo. No existía cura alguna todavía, y probablemente no la habría durante un buen tiempo.

No lo tuvo fácil, desde niño fue capaz de ver todo lo que se hallaba a su alrededor, pero de un momento a otro, se encontraba en una completa oscuridad; como si de un hoyo negro se tratase.

Se aseguró de aprender a leer braille y a ubicar dónde se encontraba cada mueble en su casa, sin embargo, se sentía el ser más inservible. No sólo se encontró a sí mismo sumido en una aterradora oscuridad, sino también en una profunda tristeza y soledad de la cual no podía ni creía ser capaz de salir.
 

Cuando niño desarrolló una adoración por los instrumentos, no importaba de cuál se tratase; aprendió a tocar los que más le llamaban la atención, aunque el violín siempre fue su preferido. No sabe de dónde viene tanta fascinación, pero tampoco le importaba mucho saberlo.

¡Oh! Aún recuerda el hermoso sonido que aquél instrumento transmitía a la hora de frotar el arco contra las cuerdas, las pequeñas —pero significativas— presentaciones que daba enfrente de sus padres y familiares y las diversas partituras que él mismo creó a la edad de doce años en adelante.

Pero ahora, gracias a su ceguera, le fue imposible volver a hacer lo que más amaba.




—¿Cómo te encuentras, Yoongi? —preguntó su madre, entrando a la habitación y sentándose a su lado en la cama. Yoongi no respondió, sólo se dedicó a removerse debajo de las sábanas.

Era una pregunta estúpida, lo sabía perfectamente, pero no podía evitar preocuparse por la estabilidad física y mental de su único hijo. Iba a visitarlo dos veces por semana, ya sea para dejarle la despensa y cualquier cosa que necesitase, o simplemente para ver cómo se encontraba.

Yoongi había tomado la decisión de vivir solo en su cumpleaños número diecinueve, ya que sentía que era una carga para su madre —su padre había fallecido cuando recién había cumplido los 13— y quería aprender a valerse por cuenta propia.

—Yoongi, no puedes seguir así... —comentó hastiada —Tienes que continuar con tu vida, aún eres demasiado joven como para que estés todo el día aquí encerrado.

—No entiendo qué quieres que haga —habló por fin, quitándose las mantas de encima a la vez que se sentaba —¿Qué es lo que un maldito ciego como yo puede hacer?

Yeonha frunció el ceño, no sabe cómo consolar a Yoongi y, por primera vez, siente que está fallando en su papel como madre.

—No vuelvas a hablar de ti de esa forma, no en mi presencia —se incorporó —. He hablado con alguien para que te haga compañía y te ayude a salir de este letargo en el que te has metido.

—No necesito de una persona. Estoy bien —siseó.

—No, no lo estás. ¡Ya no hablas con la familia y perdiste cualquier contacto con tus amigos! Lo único que haces es estar tirado en ésta cama mientras te lamentas por haber perdido la vista. ¡No puedo soportar ver el cómo echas a perder tu vida! No puedo entender tu pérdida, nunca lo entenderé; pero si puedo encontrar a alguien que pueda imaginarse lo triste que es, entonces lo haré —respiró trabajosamente. Hacia años que no elevaba la voz ante su hijo, ya que nunca fue un chico problemático y no lo vio necesario más que unas pocas veces.

Yoongi resopló, pasando ambas manos por su cabello algo enmarañado.

—Inútil, tu esfuerzo será inútil —murmuró—, pero no te detendré.

SUSURROS DEL CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora