O3.

1K 239 57
                                    

( EL CASTILLO EN EL CIELO )



                                                                    
Era otro día más de su aburrida y monótona vida. Aunque ésta vez había algo diferente, y se trataba de aquél joven de preparatoria sentado frente a él, en el suelo, comiendo un paquete de galletas que había —robado— encontrado en su cocina.

Yoongi, como siempre, tenía una taza de té en su mano mientras escuchaba las canciones que emitía la vieja radio, no se molestó en cambiar su rutina a pesar de que ahora tenía a un mocoso dispuesto a visitarlo todos los días de la semana. Todas las veces que se quejó con su madre no sirvieron para nada, ya que necesitas la compañía de alguien que no sea yo.

—¿Hyung, tienes hambre? —preguntó Jungkook, levantándose del suelo. Frunció levemente el ceño cuando Yoongi negó y, haciéndole caso omiso a la respuesta del mayor, decidió ir a la cocina a preparar algo para ambos.

Sabía, gracias a la señora Min, que Yoongi no se encontraba comiendo como se debía, o no lo suficiente.

—De todas formas te prepararé de comer, algo que no sea recalentado —musitó burlón, observando los topers con diferentes guisos.

El mayor dejó salir un suspiro lleno de cansancio, preguntándose si Jungkook no tenía amigos, vida social, deberes que atender o simplemente algo mucho mejor que hacer en lugar de visitarlo cada vez que salía del instituto. Probablemente mi madre le está pagando, pensó; aquella idea le hizo fruncir el entrecejo con algo de molestia.

Bufó. No tenía por qué estar pensando mucho en ello, de todas formas no era como si le importara realmente. Colocó la taza en la mesa y dejó que Holly trepara a su regazo y se acomodara en éste, una pequeña sonrisa se situó en sus labios a la vez que acariciaba la cabeza de su mascota con suavidad y parsimonia.

Se permitió relajarse durante unos minutos —o hasta que Jungkook empezara a hablar de nuevo—, escuchando la canción de The Beatles que se encontraba transmitiendo en la radio y el sonido de los huevos friéndose en la cocina.

Eran pequeños y etéreos momentos, los cuales le hacían sentir vivo de nuevo.

                                                                                                                                                




Jungkook cerró la puerta y se dejó caer de espaldas en la cama de su habitación, soltando un resoplido en el acto. Cerró los ojos y colocó el antebrazo en éstos, se quedó en esa posición durante unos cuantía segundos para, posteriormente, levantarse y cambiarse el uniforme por una ropa más cómoda.

Se encontraba cursando su último año de preparatoria, en unas cuántos días iría a presentar su examen de admisión para la universidad y en unos dos meses más ya estaría graduándose. La idea lo ponía feliz y nervioso al mismo tiempo; el pensamiento de no poder ser alguien en la vida seguía ahí, sin embargo, no quería defraudar a sus padres ni a él mismo.

                                    
Una vez que terminó sus deberes, o más bien la mayoría, se dispuso a visitar a Yoongi. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y, después de que ella le recordara que tenía que colocarse el pequeño aparato en sus oídos —Jungkook suele ser algo despistado a veces—, emprendió rumbo hacia la casa del señor Min.

Llevaba consigo una pequeña bolsa de plástico transparente con galletas caseras en ella; había aprovechado que el fin de semana no tenía muchos deberes que hacer para hornear algo. Uno de sus pasatiempos favoritos era cocinar, algo que aprendió gracias a que pasó la mayor parte de su niñez y adolescencia en casa de su abuela materna.

Se había esforzado en hacer las galletas para su hyung, así que esperaba que le gustaran.

                                                                    
El trayecto no se hacía tan largo si tomaba el autobús —cosa que hizo—, por ende, en quince minutos ya se encontraba frente a la puerta de la casa de Yoongi. Tocó el timbre varias veces, sin embargo, no escuchó ruido alguno provenir del interior; cosa que le extrañó un poco, normalmente a esta hora el mayor solía sentarse en el sofá para leer uno de sus libros favoritos mientras escuchaba la radio.

Pensó que tal vez se encontraba descansando. Sacó de su bolsillo delantero la copia de la llave que la señora Min le había regalado —ya que le comentó anteriormente que tal vez Yoongi no abriría— y la introdujo en la cerradura.

Abrió la puerta con lentitud y en silencio, la cerró detrás de sí con la misma forma y caminó por el pasillo.

Se detuvo en seco al ver la sala principal hecha un desastre: la mesita de vidrio se hallaba rota, los cojines del sofá tirados al igual que la radio, el piso manchado de té y una taza en pedazos.

La idea de que tal vez un ladrón entró a la casa se le cruzó por la mente, haciendo que un pánico le recorriera el cuerpos. Tragó fuerte y, con pasos lentos, se dirigió hacia la habitación del mayor.

La puerta se encontraba entreabierta, se asomó un poco y pudo ver al pelinegro acostado en la cama. Jungkook se calmó al verlo en buen estado, sin embargo, su ceño se frunció en preocupación al escucharlo sollozar.

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

SUSURROS DEL CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora