O8.

802 152 22
                                    

( LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS )
ㅤㅤ ㅤㅤ ㅤㅤ

¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? ¿Por qué sigues viviendo si al final vas a morir? Las preguntas son tantas pero nunca te das el tiempo de responderlas.

Yoongi cree en el destino; en que hay cosas que por más que quieras no se pueden cambiar ni evitar. Llegó a la conclusión que el conocer a Jungkook ya estaba predestinado, en algún momento tenía que conocer a aquel adolescente lleno de sueños e ilusiones.
De alguna forma, el menor le recordaba a su ex pareja, de quien perdió todo rastro alguno años atrás. Cuando conoció a Jimin, la ceguera estaba por consumirlo por completo; afrontar esa difícil (y la única) etapa de su vida sin el amor de su vida, fue una tortura... y lo sigue siendo. A veces se pregunta cómo es que lo verán las otras personas; ¿Lo verán como un idiota? ¿Inservible? ¿Anormal?

—Hyung, ¿qué estás haciendo?

La voz angelical detrás de él lo hizo sobresaltar. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que no se había percatado de la presencia del menor, quien observaba con curiosidad desde el umbral de la puerta a Yoongi sentado frente al piano.

—¿Qué te parece que estoy haciendo?

Jungkook soltó una risa por lo bajo, caminando hacia el mayor y sentándose a su lado en el banquillo. Lo observó. Deleitándose con sus preciosas facciones, como si de una obra de arte se tratase, y es que así es como Jungkook lo consideraba: una total obra de arte que merecía ser apreciada, inclusive con sus imperfecciones.

Y sin que se lo hubiera pedido, Yoongi comenzó a tocar aquellas teclas; produciendo un sonido sumamente hermoso, que logró erizarle la piel y sacarle unas cuántas lágrimas porque deseaba poder escuchar esa magnífica melodía por el resto de su vida. Sin embargo, no era posible, así que se dedicó a disfrutar lo más que podía.

Pero somos humanos, y tenemos derecho a cometer errores, porque de los errores se aprende. Así que cuando Yoongi se equivocó, Jungkook tomó su mano con delicadeza y le proporcionó unas suaves caricias, tratando de calmarlo y alejar cualquier rastro de culpa.

—Está bien, hyung. Lo hiciste perfecto, maravilloso. Eres increíble.





La gente le suele decir que parece no conocer la tristeza. Pero Jungkook la conoce muy bien y está familiarizado con ella; sabe que una vez caes en sus suaves y fríos brazos, es difícil librarte de ellos. Por ende, la evita como si de una peste se tratase y se dedica a hacer felices a otros e iluminar sus días.

Así que está feliz, muy feliz porque Yoongi ya no tiene más ese semblante frío ni ese ceño fruncido; lo nota más tranquilo, más alegre y activo. Lo sabe porque ahora mismo el mayor se encuentra tocando uno de sus instrumentos favoritos, cosa que no había hecho en meses. No supo en qué momento, ni por qué, pero en cuestión de segundos se encontraba derramando lágrimas.

Sollozó, llamando la atención de Yoongi, quien giró la cabeza hacia él.

—¿Estás bien, Jeon? —cuestionó, la preocupación haciéndose sumamente notoria en su voz, pero esto no hizo más que incrementar el llanto del anterior nombrado —. ¡Ya! Mocoso, deja de llorar...

Jungkook absorbió la nariz, secándose las lágrimas con la manga de su suéter rosa palo, pero con una enorme sonrisa en su rostro.

—Lo siento, hyung —habló entre hipidos—, es sólo que... estoy muy contento de haberlo conocido. De verdad, quiero pasar el resto de mi vida contigo.

Y Yoongi sintió su corazón latir con rapidez.

SUSURROS DEL CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora