Oneself » Peter Parker

CK TIME

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CHARLOTTE KINDELAN

Tres años antes...

Corrimos y corrimos sin mirar atrás, debíamos huir.

Sophia empujó una puerta, abriéndola para dar paso al salón de música, que por suerte se encontraba vacío. Estaba por alcanzarla e ingresar al salón, pero un cuerpo apareció justo en medio de la entrada, impidiéndome el ingreso. Frené en seco y me detuve. Alcé mi vista y fue así como me encontré al director Miller. Mierda.

— ¿Iba a un lado, señorita Kindelan? — preguntó con una voz que mostraba autoridad, viéndome con el ceño fruncido.

Sophia se asomó por la esquina del marco, pero con los ojos le hice un gesto indicándole que no saliera y se escondiera. Ya hallaría la forma de líbrame.

— Aaam... yo... — titubee. El señor Miller se inclinó hacia mi para quedar un poco de mi estatura.

— Usted... — continuó por mí a la vez que arqueaba una ceja.

— Yo... iba a la... — miré a mi al rededor para buscar ideas, debía pensar en algo pero ya — ¡Clase de música! — levanté la voz cuando llegó eso a mi cabeza.

— ¿Clase de música? — se paró derecho y cruzó sus brazos. No me creía el maldito, pero bueno, la verdad tampoco me hubiese creído.

— ¡Si! Ya no tarda en empezar, así que con su permiso... — di un paso a mi derecha para esquivar al hombre pensando que me había librado, pero éste hizo lo mismo, impidiéndome nuevamente escapar.

— Charlotte, sé perfectamente que hoy no hay ni una clase de música — echó una mirada encima de sus hombros para señalar el aula que estaba a sus espaldas — y también sé que tú no tienes clases de música.

Carajo, ahora sí que estaba muerta.

Tragué saliva duro y me removí en mi lugar. Estaba en la búsqueda de una nueva excusa pero quedé en blanco.

— Bueno, yo...

— ¿Y sabes que otra cosa sé perfectamente? — me interrumpió. Yo solamente lo vi a la cara y se dió cuenta de que le prestaba atención, así que prosiguió: — Sé que tú fuiste quien puso la grasa en el piso de la chancha de basketball.

Era todo, estaba acabada.
Hasta nunca vida.

Les explicaré.
Los varones hicieron una "broma" en el vestidor de chicas, metiendo pintura en nuestros casilleros, haciendo que todas nuestras cosas se estropearan. Obviamente Sophia y yo no podíamos quedarnos con los brazos cruzados, así que decidimos vengarnos en el nombre de todas las mujeres de esta secundaria. Una hora antes de que todos llegarán, mi amiga y yo tiramos litros de grasa para metal oxidado por todo el suelo. Cuando fuera la hora del entrenamiento, los chicos iban a resbalarse, caerse y ensuciarse. Lo merecían.