Encuentro.

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P.O.V Mentita.

La princesa ha estado despierta durante seis días.

En el momento en el que vi a Marceline dormida al final de la boda, salí corriendo a la Nocheósfera. La buena suerte es que tengo palancas en algunos lados que me permiten entrar y salir de donde yo quiera, pero esta vez me tomó un tiempo entrar. Allí adentro parecía que habían sido unas horas, pero en OOO habían sido los seis días aledaños a la boda. En cuanto entré al castillo de Hudson, él me recibió saliendo del cuarto detrás del muro de fotografías.

Siempre elegante, siempre lo he visto con saco y corbata.

Le dije la condición de su hija. Y él inmediatamente fue al Dulce Reino. Lo encontré después hablando con la princesa, y me señaló diciendo que yo lo llevaría al infierno.

Vaya reputación que me gané por poder ir a todos lados.

Le di una última pastilla para el sueño a la princesa entre su comida antes de irnos. Ella siguió acariciando el cabello de Marceline, mirándola con desdén. Pero ella no reaccionaba, significaba que teníamos que apurarnos.

Tomé la mano del señor Hudson, llevándolo al bosque, hacia un árbol con una copa hecha de ramas espinosas. Allí es en donde hago mi trabajo.

Las velas estaban puestas, pues presentía yo también que este día llegaría. Los tres tributos animales habían sido puestos en su lugar, la sangre había sido derramada. La figura conocida por todos, hecha. Y entonces fuimos al medio de la estrella, alcanzando así la oscuridad que nos envolvió al decir las oraciones predilectas. Hudson estaba nervioso, pues no sabría qué forma había tomado el Rey.

El esperado calor que hay allí me sofocó, pero a Hudson no. Supongo que está acostumbrado a estas cosas.

—Cariño... —Dijo una voz femenina cerca de nosotros.

—Oh no... —Dijo Hudson. —Ella no.

—¿Quién es? —Pregunté, intrigado.

—Es mi primera esposa, la humana, la madre de Marceline...

Ella apareció desde la oscuridad, con un vestido largo que le cubría los pies, pero no los hombros. Su cabello era largo y castaño, sus manos, delicadas y finas. Pero ella no era ella, era el Rey. Disfrazado, para atrapar a sus víctimas en los hilos de sus recuerdos.

—Corazón, qué sorpresa verte por aquí. —Dijo, con una sonrisa que se fue deformando inhumanamente. —Eres tú el pez gordo que estaba esperando.

Los quiere, Marcy. 💕

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