Capítulo 41. {Capítulo revelador}

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Eran las seis de la mañana de viernes, el día comenzaba y no quería ni levantarme de la cama. El clima descendía cada vez más, y el calor de hogar era lo que más necesitaba. Me levanté a duras penas y me fui al baño arrastrando los pies. Tomé una ducha larga y salí para ponerme ropa que me calentara bien. Tal vez el día tenía razones para comportarse de esa manera: Josh se iría a Los Ángeles y yo a Malasia.

—Ya mamá—le dije al terminar de bajar mis maletas a la estancia.

—Bien, todo está listo. ¿Llevas todo?

—Eso creo.

—Te espero en el auto.

Mamá comenzó a subir las maletas a la cajuela y yo corrí hacia mi habitación para buscar algo, pero no sabía exactamente qué. Aun así, sentía que algo me hacía falta. Rebusqué en las sábanas, en el suelo, en el armario… y ahí encontré lo que me faltaba: una pequeña hoja arrancada de un cuaderno—que al parecer era de Matemáticas—y traía escrito en él un número.

—¿Ahora sí?

—Sí mamá, vámonos.

Subí a la parte trasera del auto y mamá condujo, obviamente, hasta el aeropuerto. Fuimos acompañadas por un amigo de ella para que pudiera regresar el coche. Entramos a la sala de espera y nos sentamos en las sillas tapizadas de azul que estaban enfiladas. 

—¿Te sientes bien? —tomó mi mano y la apretó suavemente.

—Todo mejorará—dije en un susurró.

—Ya verás que sí.

El silencio se prolongó por unos minutos, hasta que me cansé de eso y decidí levantarme para mirarla fijamente. Tenía los ojos perdidos, no veía para ningún lado, no tenía nada que decir su expresión, y jamás la había visto. «Quizá ella tampoco quiere irse» pensé. Aunque era el trabajo de su vida, supe que no había vuelta atrás. Le pagarían mejor y, aunque nos separaríamos más tiempo, ella iba a estar contenta con ello, y yo también.

—Iré a comprar algo de comer, ¿quieres?

—Así estoy bien _____.

Fui al local más cercano y al entrar, el olor a café de cafetera recién hecho se impregnó y entró por mis fosas nasales, lo cual me hizo inhalar lo más que pude, ya que amaba ese olor. Una pizca de melancolía entró en mí, porque Josh sabía perfectamente los olores que me gustaban, que me encantaban. Me olvidé de todas esas cosas, y tomé unas galletas y un jugo. Unas papas fritas por si me daba hambre en el avión. Siempre había odiado que sólo ofrecieran un miserable vaso de refresco y cacahuates casi en su punto de putrefacción. Pagué y tomé mis cosas para salir directo hacia mi madre, y en la sala, a lo lejos, vi a Taylor, Kim… y a su lado a Josh. Me acerqué a ellos y le sonreí a sus padres mientras me sentaba al lado de él.

—Hola vida—le dije.

—Qué hay, hermosa.

—¿Qué tal te sientes?

—Estoy bien, ¿y tú?

—También—le respondí nada convencida. Creo que mi expresión reflejaba todo lo contrario.

—¿Segura?

—Sí. ¿Vendrás a visitarme cuando vuelva de Malasia?

—Estaría muy loco si no lo hiciera.

Me miró con sus hermosos ojos aceitunados que penetraron en lo más profundo de mí ser, y al mismo tiempo me regaló una de esas sonrisas que sabía que me hacían bien. Me plantó un beso suave en la mejilla y se levantó para mirar su reloj.

—Tengo que irme—levantó sus manos, y justo en ese momento, una voz femenina anunció «Pasajeros del vuelo 14785, favor de pasar a la sala de abordar número 2».

—Así que… bueno, esta es la despedida. 

—Por un tiempo. Recuérdalo ______, es sólo temporalmente.

—Lo sé.

—Ven acá.

Me apretujó contra él y aspiré para que su olor se pegara lo más que se pudiera. No quería dejarlo ir, no podía irme sin él, no podía irse sin mí, no podía dejarme sola. Esto no podía acabar, aunque sabía perfectamente que duraría por mucho tiempo. Susurró en mi oído unas cuantas palabras de aliento, mientras yo tenía mi cabeza sobre su hombro izquierdo. Él tenía sus manos sobre mi cintura apretándome fuerte. Nos hundimos en el abrazo por un tiempo, pero me separé de él y sequé unas lágrimas con la manga de mi suéter. Tomó mi rostro con sus manos, me miró por última vez y me dio un largo beso. El último de en mucho tiempo.

Payphone T.1 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora