Capítulo 44.

64 6 0
                                    

Una hora después estábamos mi madre y yo recibiendo la mudanza, con todos los muebles y decoración contemporáneos que yo había escogido en una tienda online. Apenas colocaron el último sillón en el suelo, caí rendida en él, con los pies al aire y las manos sobre la cara.

No me encontraba bien, mierda, hacía un mes que no tenía ningún tipo de contacto con Josh, y eso me hacía sentir peor de lo que ya estaba. Él ya había entrado a clases, y yo tenía maestros particulares porque no me aceptarían en ninguna escuela a mediados de curso; pero Josh tenía tiempo de escribirme o algo así, yo lo sabía, y nunca lo hizo. Si quiera una carta, señales de humo, o palomas mensajeras, pero no le daba gana de hacer algo por mí. Decidí no buscarlo hasta que él lo hiciera, y comenzaba a fastidiarme, comenzaba a sentir que no le importaba, o que quizá nunca le importé.

—¿Qué tienes, ____?

Mamá se sentó a lado de mí, colocó mis piernas sobre su regazo y empezó a masajearlas. Eso, eso necesitaba.

—Lo sabes, má.

—Nena. Tú sabes que él te quiere.

—¿Sí? Se nota, se nota, y mucho—respondí irónica, giré os ojos para complementar mi disgusto.

¬

Estaba acostada sobre mi cama, viendo hacia el techo. Las lágrimas brotaban de mí, caían por las mejillas hasta la punta de mis labios. Las sequé con mi lengua y el sabor a sal me inundó, eso me hacía llorar aún más. No sollocé en ningún momento, sólo parecía una llovizna sigilosa. Nadie me oía, bueno, ese nadie era mi madre. Eran las once de la noche aproximadamente, la luz de la luna iluminaba toda mi habitación y pegaba justo en mi rostro. Oí el crujido de la puerta, me tapé rápido con las sábanas y encendieron la luz.

—Hija, ¿estás bien?

Me había descubierto, e iba a ser una idiotez si me hacía la dormida. Me giré hacia ella y le miré de arriba abajo.

—¿Pero qué tienes? —preguntó. Se acercó a mí con las manos levantadas, tomó mi cara con ellas y besó mi frente.

—Estoy triste, es todo. Ya sabes, en mis días es… normal—respondí y sequé de nuevo otra lágrima.

—Mmm… ___, no te creo.

—¿Por qué no?

—Te conozco desde hace dieciocho años, pequeña. Sé que no estás bien. Es por Josh, ¿cierto, cariño?

Sabía que era imposible mentirle, pero tampoco quería que se notara que sin él, me estaba volviendo loca.

—Mamá, se acerca Navidad y… bueno, no está. Es todo, no es porque lo extrañe.

—Tengo veinte dedos ____, ¿cuál quieres que me chupe?

—Lo siento, enserio, creo que necesito descansar. ¿Te importa?

—Claro, mañana hablamos. Si quieres.

—Me haría bien una charla.

Se acercó a la puerta, la abrió y después salió, no sin antes mandarme un beso de buenas noches. Aunque «buenas» no era una palabra correcta para definir la noche que pasé.

Parecía increíble, pero enserio, sentía que un tornillo se me había botado. Todos los momentos que pasamos juntos Josh y yo, se vinieron a mi mente como un huracán, llenando cada rincón de mí con las risas, besos abrazos y palabras que alguna vez nos dimos. Después, la imagen de nuestro primer encuentro aparecía delante de mí, delante de la cama. Mierda. No pude comprender nada. Me asusté, me asusté y mucho, rápido me envolví de nuevo en el colchón, pero la voz de Josh torturaba mis oídos. Sentía como si él estuviera justo al lado de mí, muchas veces repetía mi nombre, decía «perdóname», joder, joder, la locura me invadía cada segundo. Mi cuerpo sudaba, temblaba y con los nervios, deliraba más. En una esquina de mi habitación, estaba Christian, en la otra, Josh; justo a un lado, el auto destrozado en el accidente, Taylor riéndose de mí, de mi expresión que tenía. Estaba horrorizada. La noche fue eterna, no podía con eso. me levanté con muchos esfuerzos, ya que las piernas no respondían a mi cerebro, abrí una caja que estaba debajo de la ventana y saqué unas pastillas para dormir. Afortunadamente, había una botella de agua sobre mi mesa de lectura. Me la tomé, me recosté y dejé que hiciera efecto. Mejoré, pero los recuerdos ahí seguían, no tan intensos pero los veía, los escuchaba. Grité en algunas ocasiones, pero eran gritos ahogados, ningún sonido salía de mi boca. No podía hacer nada. Había perdido el control total de mi cuerpo.

Payphone T.1 (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora