La mujer que acababa de sentarse en la silla del escritorio principal alzó la mirada. Los ojos azules recorrieron descarados a Ruggero. Perfecto dios griego, podría hacer mojar el tanga de cualquier mujer con solo mirarlo. Una camisa de tirantes negra, ceñida, que dejaba ver los músculos del brazo y daba a imaginar que abdomen tendría... unos pantalones del mismo color, no era estrecha. Y unas botas militares. La secretaria se movió en su asiento, era un hombre excitante. Lo miró a los ojos, intentando recuperar la compostura.
- Ho-hola... ¿Lo puedo ayudar en algo?
- Ajá. – dijo con un tono ronco, vacilante. – Quiero hora con la señorita Karol. Necesito urgentemente que me trate la espalda. La secretaria miró en la agenda.
- Bueno... ¿para cuándo lo quiere?
- Para ahora mismo. – la mujer abrió algo los ojos.
- Oh... creo que esta hora... - recorrió con el dedo la agenda. – Si, está libre.
- Entonces ¿puedo pasar ya? – dijo con una espléndida sonrisa que terminó de aturdir a la secretaria.
- Sí, claro, claro... - dijo hundiendo los ojos en los labios de Ruggero.
- Gracias.
Disimuladamente, colocó un micro cámara en la parte posterior de la mesa de la secretaria. Luego se dirigió a la puerta donde ponía 'espere su turno'. Entró sin avisar, sabiendo que aún era observado por la rubia secretaria.
- Madre mía. – susurró observando la espalda y trasero de Ruggero.
Karol no se dio cuenta de que alguien había entrado en la clínica. Y A esa hora no venía prácticamente nadie. Así que se había dispuesto a cambiarse. Ruggero se encontró en un pasillo, no muy largo. Dedujo que era la primera puerta a la derecha. 'Dra. Karol Sevilla'. Ruggero entró sin picar a la puerta.
Se encontró con la mujer de antes, Ahora solo en ropa interior. Karol se giró, sobresaltada. Ruggero no pudo evitar quedarse mirándola. Unas curvas perfectamente hechas para que él pasara la lengua. Pechos firmes enfundados en un sujetador gris, del mismo color que el tanga, que dejaba a la vista unas buenas nalgas. Karol se tapó con su bata de masajista.
- ¿Se pensaba quedar mirándome todo el día como un baboso? – le espetó Karol, cabreada y sonrojada.
Ruggero se río. Además con buen carácter. Eso le ponía.
Karol era buenísima. Al menos con su faena, había conseguido que se empalmara con tan solo un masaje de espalda. Nunca le había pasado algo así. Ruggero salió del centro de masajes después de colocar alguna que otra cámara en lugares claves. Fue hacia el café en el que había quedado con Ariana. Entró y se pidió una cerveza, bien fría. Dejó su chaqueta al lado de la butaca del bar mientras esperaba a la camarera o a que llegara Ariana, así como él y muchos otros la llamaban en la faena.
- Hola, cielo. – alzó la vista del periódico. Aquella morena despampanante era el centro de miradas ahora. Se sentó frente a él.
- ¿Hace mucho que me esperas?
- No, diez minutos. – Ruggero no expresó nada facialmente. Una fría sonrisa.
- Vale... aquí tienes lo que me dio Martin para ti. – Le pasó un maletín – está todo dentro.
Ruggero cogió el maletín dando un trago de su caña y lo dejó al lado de su chaqueta.
- ¿Haces algo esta noche? –
Él volvió a dirigir la mirada hacia los penetrantes ojos de Ariana. Aquellos ojos negrísimos –llenos de lujuria- era una morena natural.
– Creo que me debes más de un favor. ¿Por qué no te pasas por mi casa?
- Bueno... - dijo Ruggero indiferente – Quizás.
- ¿Quizás? – sonrió ella, inclinándose más hacia él y dejando ver mucho más que solo la entrada de sus pechos. Ruggero se aclaró la garganta.
– Pasa alrededor de las once. Estaré lista... - se inclinó más para darle un beso en la mejilla. Y le susurró algo en el oído – para ti...
Se levantó y se fue andando con ese juego de caderas que solo una ex stripper sabría hacer.
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¡Protégeme! #1T |Hot/Ruggarol|
Fiksi PenggemarRuggero Pasquarelli hará todo lo que este a su alcance para que nada malo le suceda a Karol. Nada es fácil en esta vida. El mundo esta lleno de crueldad que eso nadie cambiara.