VII. Escapadita a Milán (2ª parte)

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20 sept 2017 - Escapadita a Milán

POV DANIELA

La casa de Milán era espectacular, con un toque exótico muy acogedor y humilde que contrastaba con el gran jardín que se abría en el exterior, mucho más clásico y amplio.

Elettra se preocupó en todo momento por mi comodidad, velando siempre por que estuviera a gusto y bien recibida. Jo, eso tampoco me lo esperaba y me daban ganas de agradecérselo todo el rato.

Disfruté como una niña pequeña de su piscina climatizada (hacía un poco de fresco y por eso nos bañamos en la zona interior). Nada que ver con la mía, por supuesto. Se lo hice saber y eso parece que le molestó un poco, porque no le gustaba nada que me pusiera a infravalorar lo mío frente a lo suyo.

- Ma qué dices, tu piscina es muy bonita -me decía. Me reí, y nadé hasta ella para enroscar mis piernas en torno a sus caderas.

- Que ya lo sé, idiota -dije rodeándole también el cuello con mis brazos.

La muy cabrona me colocó sus manos en mis nalgas y me atrajo hasta ella con firmeza. Mientras seguía pegándome a su cuerpo, me dedicó una mirada que hizo que lo más profundo de mis entrañas ardiera... y acto seguido, levantó una ceja y me quedé atontada mirando sus ojos. No sabía exactamente por qué, pero los veía más preciosos que nunca.

Ambas estábamos deseosas de tener un momento así para nosotras solas, y lo sabíamos desde que estábamos en Guadalix. Sí, desde aquellos primeros días en los que nuestras miradas se cruzaban y saltaban chispas de tensión, que poco a poco supe cómo ir apaciguando... Aunque a decir verdad, me costaba la vida entera y creo que a ella también.

Pero ahora por fin nos teníamos la una a la otra, y habría hecho lo posible por detener el tiempo en ese momento para quedarnos allí para siempre, ajenas al mundo exterior y al estrés de nuestras respectivas tareas profesionales.

- ¿Qué? -me preguntó, rompiendo el silencio en el que yo me estaba debatiendo para no ir directa a sus labios. Todo a su debido tiempo. A decir verdad, creo que yo tenía una especie de "trauma" con el hecho de ser la primera en besarla... después de todas las cobras que me llevé en la casa. Por eso casi siempre dejaba que fuera ella quien diera el primer paso y no al revés...

Me encogí de hombros. Decidí dejar de mirar sus ojos para centrarme en los labios. Oh, no. No pude resistirme más tiempo, me fui acercando, con mucha cautela, pero sintiéndome cada vez más segura conforme avanzaba y notaba que ella no se iba a apartar. No esta vez. Atrás quedaron los tiempos de sus famosas cobras. Ya me quedó claro que esto era lo que ella quería. Una atmósfera exclusiva para nosotras, con la seguridad de saber que nadie nos iba a interrumpir, ni ver, ni juzgar. Y así nos besamos, con tranquilidad, sosiego y mucha ternura.

Esa faceta nuestra también nos apasionaba, pues no todo era un juego salvaje de seducción.

Sin embargo, no podía evitar notarle un pequeño ápice de... ¿Precaución? Era totalmente comprensible y yo lo respetaba. Habíamos pasado de no hablarnos siquiera a no poder aguantar sin comernos la boca cuando estábamos un rato a solas, pero es que nuestros cuerpos eran como el imán y el metal, como bien dice la canción que cariñosamente nos han asignado nuestras chicas del fandom.

Me apretó un poco más contra ella y empecé ya a notar cómo incrementaba el calor que sentía en mi entrepierna y por todo el estómago.

- Joder, Eli -titubeé. Su risa melódica y traviesa me encendió aún más, y sin poder retenerme más, comencé a bajar lentamente mi mano por todo su cuerpo hasta llegar a la parte baja de su bikini. Vi que ella se mordía el labio y emitía un pequeño gemido conforme yo introducía mi mano por dentro del tanga. Se estremeció y percibí que tenía la piel de gallina. Madre mía. Si conseguía excitarla así de rápido no me quería ni imaginar si lo hubiera hecho con premeditación. De vez en cuando soltaba palabras o palabrotas en italiano y me encantaba.

Sus gemidos, amortiguados por los azulejos que rodeaban la piscina, me causaban una exquisita sensación de placer a mí también, y eso que ella aún no me había tocado. Fue algo totalmente improvisado porque solo habíamos pensado en darnos un pequeño chapuzón antes de comer, pero ahí estábamos. Y lo mejor era que eso tan solo fue un aperitivo para lo que nos deparaba la tarde.

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